No tienen posibilidad alguna de gobernar la Generalitat de Cataluña. A lo sumo, el PP podría aspirar a ser eso que califica de "determinante", aunque debieran darse demasiadas variables, casi como si se alinearan los planetas, para que sus representantes pudieran condicionar un posible gobierno del socialista Salvador Illa. Vox ni eso. A la primera liga, que protagonizan el PSC y Junts con ERC de árbitro, se une otra liguilla, la que juegan PP y Vox por la hegemonía del espacio de la derecha anti independentista.
Esta vez Génova cuenta con la más que segura desaparición de Ciudadanos. En su caso, sería un milagro que el candidato naranja, Carlos Carrizosa, sacara acta de diputado por un partido condenado a la nada que llegó a alzarse con el oro electoral en las catalanas de 2017. Pero para los populares no es suficiente. El líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, necesita recuperar en Cataluña el terreno perdido en los últimos tiempos y remontar hasta quedar por delante de Santiago Abascal, en definitiva, ser la cuarta fuerza política de Cataluña.
Las relaciones entre PP y Vox no pasan por el mejor de sus momentos y en Génova son conscientes del daño que no pocas veces les hacen sus coaliciones autonómicas. Este vez los de Abascal apretaron con la aprobación de las llamadas leyes de concordia, sabedores de que les da votos de la misma manera que puede hurtárselos al PP y movilizar a la izquierda. Los populares volvieron a caer en la trampa de abrir un debate incómodo, del que no sacan rédito alguno, en mitad de una campaña electoral, sin aprender del error del 23-J.
Sea por esto o por una capacidad acreditada de resistencia voxista, ya demostrada en las pasadas elecciones vascas, ambas formaciones políticas luchan por ese cuarto puesto, dando por hecho que tanto Podemos Sumar como la CUP quedarán por debajo, así como los ultras independentistas de Alianza Catalana, aunque no faltan los que creen que la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, "dará el pelotazo".
Temor a que "Alejandro no dé el sorpasso aun subiendo mucho"
Si bien en el arranque de campaña había un optimismo generalizado en cuanto a la posibilidad de recuperar terreno y superar a Vox, en los últimos días se extiende la desazón en torno a la posibilidad de que "Alejandro no dé el sorpasso aún subiendo mucho", remontando los exiguos tres escaños cosechados en las elecciones autonómicas catalanas de 2021.
Pero no sólo eso. Hay cierta perplejidad en torno al giro -"duro", lo califican muchos- del discurso sobre la inmigración. Una cosa es abordar cuestiones como la okupación y la delincuencia y otra muy distinta vincularlo a los extranjeros en situación irregular residentes en Cataluña. Existe una máxima electoral: entre el original y la copia el electorado se queda con el original. Significa que asumir determinados mensajes más propios de Vox no supone necesariamente arañar votos del espacio limítrofe entre ambas formaciones y, sobre todo, cuando dicho discurso lo enarbola el líder del partido sin encapsularlo en otros dirigentes menores.
Es Vox, con Ignacio Garriga al frente, quien ha incidido en la cuestión migratoria en todos los debates y actos de campaña, marcando una diferencia argumental y poniendo de manifiesto el rechazo de su partido a la regularización masiva de inmigrantes, que el Congreso tramitará con el voto favorable del PP. No obstante los populares incluían este asunto en su programa bajo el epígrafe Plan de choque contra la inseguridad, en el que, entre otras cosas, defienden la expulsión de los extranjeros multirreincidentes.
La baza Díaz Ayuso
La presidenta autonómica Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a convertirse en la bala en la recámara para contrarrestar a un Vox resiliente y vender su gestión en Madrid como una fórmula de éxito frente a una Cataluña en decadencia. Este viernes hizo una auténtica maratón electoral en tierras de Alejandro Fernández. Pisó Gerona, Tarragona, Cambrils y Lérida. Mantuvo encuentros con el sector turístico, se volvió a dar un baño de masas en un mercadillo, se reunió con afiliados y simpatizantes del PP catalán y cerró acto junto a los números uno y dos de la lista tarraconense, Montse Palau y Marc Sisteré, respectivamente.
Los últimos trackings que manejan en Génova apuntan a un resultado de entre 11 y 12 asientos en el Parlament y de entre 8 y 9 para Vox. Incluso el CIS del pasado lunes daba una clara ventaja a los populares en porcentaje de votos, sin extrapolación de escaños. Pero la distancia no es tanta como se preveía al arranque de la campaña. Entre medias hubo una carta de Abascal a Núñez Feijóo para ofrecerle un frente común político y parlamentario, cosa harto curiosa después de anunciar el pasado mes de diciembre la ruptura de relaciones con el primer partido de la oposición, eso sí, sin salirse de los gobiernos autonómicos que comparten y que les da una cuota de poder institucional inestimable.
En definitiva, vuelve a tropezar el PP con la piedra en el camino que supone Vox, con menos signos de desgaste de los previstos por los populares y con la particularidad de dar carta de naturaleza a la primera baronía de un partido fuertemente centralizado. Ignacio Garriga, candidato a la presidencia de la Generalitat, ha gozado de amplios márgenes de autonomía a la hora de diseñar su campaña, sin tanta tutela de Madrid, aunque en su doble condición de vicepresidente y secretario general del partido, esa unidad de criterio con Bambú parecía garantizada.
Comprometidas las elecciones europeas
Un traspiés en las catalanas tiene para Feijóo el efecto añadido de colocarle en una mala posición para el que constituye, sin duda, el gran reto marcado por Génova, esto es, un triunfo incontestable en las europeas del 9 de junio. A fin de cuentas han sido los populares quienes han dado a esta consulta ante las urnas un carácter plebiscitario, de segunda vuelta de las generales del 23-J y de 'examen' a Pedro Sánchez y su gobierno de coalición. Ya hay quienes apuntan, como el presidente de Gad3, Narciso Michavila, a un empate técnico entre el PP y el PSOE. "Ahora se han puesto nerviosos en Génova con las europeas", admite una fuente popular y apenas queda un mes para este nuevo test de estrés.
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hace 6 meses
Me hace gracia la gacetillera pepera Cristina de la Coz diciendo que el PP es un partido de derecha, cuando no pasan de ser socialdemócratas acomplejados cuya única función es legitimar la ingeniería social de la izquierda. Según su propio argumentario, el PP no debería presentarse en Gerona, Lérida y Tarragona, donde son extraparlamentarios y dividen el voto de la derecha.
Encima se traen a la analfabeta de Ayuso, la que dice que «los inmigrantes que nacen en España son tan españoles como Abascal», desconociendo que en nuestro país no rige el ius solis sino el ius sanguinis, es decir que la ciudadanía no se obtiene por lugar de nacimiento sino por derecho de sangre (herencia de los padres).
El PP relacionando inmigración y delincuencia justo después de votar a favor de regularizar 500.000 ilegales. Lo del PP es pura estulticia. Esperemos que desaparezcan como sus homólogos de Francia e Italia.
hace 6 meses
Son dos amantes despachados.
Santi tiene clara la postura y la ruta a seguir.
Alberto no sabe ni cómo se pone en marcha el vehículo.
Su dependencia de Ayuso es tal que le bloquea, de ahí su tibieza.
No tardará mucho Alberto en volver a su escondite gallego.
Le viene grande la chaqueta