Fue un horror y una ruina, como casi todo lo que ETA hizo durante sus seis décadas de existencia. Aquella mañana del 5 de febrero de 1983 tres terroristas acudieron a la sede central del Banco de Vizcaya, en plena Gran Vía de Bilbao. Uno esperó fuera y los otros dos depositaron un maletín con más de 7 kilos de explosivos en el mostrador de moneda extranjera. Explotó siete minutos antes de lo que los etarras aseguraron en su aviso. Un ordenanza, Aníbal Izquierdo; un cajero, Ramón Iturriondo y otro empleado de la entidad, Benicio Alonso, murieron.

Aquel atentado fue la gota que colmó el vaso. La entidad financiera más importante de la economía vasca inició poco después su salida progresiva de Euskadi y con ella la de sus miles de trabajadores. Le seguiría después su vecino financiero, el Banco de Bilbao. Con ellos abandonaba la economía vasca un futuro gigante de las finanzas que años más tarde se convertiría en el BBVA, del que hoy apenas queda su sede simbólica en el País Vasco.  

Después, en aquella Euskadi de bombas, silencios y amenazas, llegó la salida de muchas más empresas. También la fuga de depósitos de particulares acaudalados, cuyos datos eran convenientemente filtrados por los ‘chivatos’ afines. No tardaron en repetirse los ‘no, gracias’ de inversores extranjeros de visita por el País Vasco atraídos por el interesante marco fiscal pero ahuyentados casi de inmediato por la amenaza terrorista. El goteo de deslocalizaciones y salida de miles de empresarios y sus compañías agudizó el debilitamiento de la economía vasca de modo progresivo. La criminalización de la figura del empresario por la extorsión de la banda terminó por complicar el escenario hasta barrer la hasta entonces tradición emprendedora en el País Vasco.

Esta semana la presidenta de la patronal vizcaína, CEBEK, Carolina Pérez Toledo, reclamó al próximo Gobierno vasco que no olvide lo que sucedió, que se acuerde de quienes se vieron obligados a abandonar Euskadi. Reclamó un ‘plan de retorno’ para el empresariado y las empresas, no sólo como gesto de reconocimiento y reparación sino también de sanación para el tejido empresarial de Euskadi. Es una voz más que reclama una reacción de fondo, una actuación estructural que permita revertir el impacto negativo que dejó el terrorismo y que aún hoy sufre la economía vasca.

Indicadores negativos

Es evidente que el impacto más grave y doloroso fue el de los asesinatos, el de los secuestros y el de la extorsión que padeció una gran parte del empresariado vasco. 33 empresarios fueron asesinados por ETA y otros 89 fueron secuestrados, además de entre 30.000 y 40.000 que se estima que padecieron de uno u otro modo la amenaza de la banda.

Junto a ese rastro de dolor, el terrorismo dejó herida de gravedad a la economía vasca. Lo hizo entonces y aún hoy no se ha recuperado de sus efectos. El balance ruinoso de ETA durante sus años de violencia ha dado paso a un legado en forma de hundimiento progresivo en tiempos de paz.

La dimensión del impacto del terrorismo entonces y ahora lo aportan distintas investigaciones, como la llevada a cabo por la Universidad de Deusto, las Cámaras de Comercio de España, o el peritaje del impacto económico encargado por el Juez Baltasar Garzón durante el ‘caso Bateragune’. Este último informe aportado durante el proceso iniciado contra la dirección de la izquierda abertzale cuantificó en alrededor de 25.000 millones de euros el gasto público que provocó el terrorismo hasta 2003 en forma de pago de reparaciones, indemnizaciones, seguridad, seguros…  

Fue un impacto directo e indirecto. Se tradujo en un debilitamiento de lo fue la economía vasca que aún persiste y en una pérdida de oportunidades de lo que pudo haber sido sin la amenaza de ETA. Hoy la economía vasca sería un 24% más importante si la banda terrorista no hubiera existido, según un estudio de la Universidad de Deusto. La economía vasca pasó de representar el 8% del conjunto de España a apenas el 5%, recuerda Luis Ramón Arrieta, secretario de la Comisión Económica de la institución académica y uno de los responsables de las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años en torno al impacto que tuvo el terrorismo. En los años de violencia la marcha de talento se tradujo en la salida de Euskadi de 30.000 puestos de trabajo de alta cualificación. Hoy, en tiempos de paz, ese talento no sólo no ha regresado, sino que en una parte importante continúa abandonando Euskadi.

Una imagen irreal de la economía vasca

Pese a todo ello, Euskadi goza aún hoy de una imagen generalizada de ser una economía sólida y puntera. Arrieta, sin embargo, afirma que la realidad es otra. Aporta otro dato: en los años 60 y 70, antes de la irrupción de la violencia etarra, la economía vasca atraía el 8% de la inversión extranjera que llegaba a España, en los 2000 ya había caído a apenas un 1,8% y hoy continúa en niveles similares.

“Estamos viviendo de las rentas, nos estamos gastando la herencia de nuestros abuelos. No estamos tomando medidas de carácter estructural para hacer crecer nuestra economía”, asegura. Considera que los años sin violencia que vivimos desde 2011 deberían servir para impulsar un plan de “recuperación económica”. Cita el caso de Irlanda del Norte, donde tras los acuerdos de Paz de Viernes Santo de 1998 se hizo un diagnóstico económico de impacto de la violencia y se aprobaron planes estratégicos para impulsar una recuperación: “Lo contaron en Bruselas cuantas veces hizo falta y lograron medias y apoyo económico desde Londres y la UE, incluso con el ‘Brexit’ Inglaterra pidió a Europa que mantuviera los planes de recuperación para Irlanda del Norte. Hay un plan que seguiremos pagando hasta 2027”.  

Arrieta apunta que en el caso vasco no se han dado este tipo de pasos ni se ha reclamado ayuda alguna para impulsar una recuperación del impacto negativo que ETA tuvo sobre la economía. Señala que además de impulsar el necesario reconocimiento y reparación a los empresarios que salieron del País vasco, se deben adoptar medidas estratégicas: “Es importante saber dónde estamos. El futuro va a ser muy duro, quizá podríamos colapsar el modelo de concierto económico. Necesitamos hacer crecer nuestra economía. Es la que peor se ha comportado en los últimos 60 años en Europa”.  

Poner en valor la paz

Subraya que si los años de violencia fueron muy negativos para la economía del País Vasco, la década de paz transcurrida tampoco está sirviendo para recuperar aquel impacto. Recuerda que los datos de los últimos cinco años siguen siendo malos para la economía vasca, “todos piensan que somos los ricos de la película pero no es así. Somos la comunidad autónoma española con peor evolución macroeconómica de los últimos 50 años”: “No estamos sabiendo poner en valor económico y de futuro la paz. En los últimos diez años, por ejemplo, el empleo privado ha crecido sólo un 6% y el público un 22%. La media del empleo privado estos años en España ha sido del 7% y aquí del 1,8%. Nos estamos empequeñeciendo muchísimo”.

Apela a la necesidad de recurrir a herramientas de las que ya dispone el País Vasco, como su capacidad de normativa fiscal, “que nos haga más atractivos y poder recuperar atractivo para recuperar el tamaño económico perdido en todas estas décadas”: “Tenemos que contar sin vergüenza toda esta situación. Es la realidad. Si lo hiciéramos se entendería y se comprendería que podamos hacer uso de nuestro Concierto Económico para ello, para atraer inversión, proyectos de calidad y retener a los jóvenes con propuestas intersantes”.

Una de las consecuencias es el hundimiento del emprendimiento en Euskadi. Históricamente la sociedad vasca ha demostrado un alto grado de emprendimiento que en las últimas décadas ha ido reduciéndose, incluso en tiempos de paz: “Siempre hemos sido emprendedores. Ahora somos los penúltimos en España, según el informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) de 2022-2023”.