Tras las elecciones europeas del 9 de junio, el teatro de operaciones regresa a Bruselas. Con los números de cada país en la mano, de cada familia política, los líderes tendrán que negociar la composición de las nuevas instituciones comunitarias. España, uno de los cinco grandes Estados miembros —junto a Francia, Alemania, Italia y Polonia—, aspira a una cartera de peso en el nuevo Colegio de Comisarios, liderada por Teresa Ribera. Energía, reforzada incluso con Clima. Pero Pedro Sánchez, quien tendrá que capitanear las conversaciones con sus homólogos, no lo tendrá fácil si la nueva Eurocámara está más escorada a la derecha. Los socialistas son conscientes de que las negociaciones que sigan a los comicios serán especialmente duras, también por la voluntad de una parte del Partido Popular Europeo (PPE) de apoyarse en la ultraderecha más atlantista, la que está integrada en el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), la que tiene al frente a Giorgia Meloni, primera ministra italiana.
En 2019, el PSOE arrasó en las elecciones europeas: un 32,86% de los votos y 20 eurodiputados —21 después de que se consumara el Brexit—, frente 20,15% y 12 asientos —13 tras la salida del Reino Unido— del PP. Ahora, España repartirá 61 escaños (dos más que en la legislatura saliente por el crecimiento del Parlamento Europeo, de 705 a 720 diputados), y es muy probable que el PSOE, aunque baje respecto a sus números de hace cinco años, se convierta de nuevo en la principal delegación de la familia socialdemócrata, por la debilidad de sus partidos hermanos, especialmente en Alemania —el SPD es la formación del canciller Olaf Scholz, pero atraviesa una severa crisis—, Italia o Francia. De confirmarse el liderazgo del PSOE dentro de su grupo, Sánchez contaría, de entrada, con buenas cartas para la negociación.
En la negociación tras el 9-J, serán claves cinco países (España, Alemania, Francia, Italia y Polonia), la fuerza de cada jefe de Gobierno y de cada familia política
Pero eso no basta. Como recuerdan fuentes muy próximas a Ribera, la composición de las nuevas instituciones europeas dependerá de la fuerza que tengan los líderes de los cinco principales países —Alemania (96 escaños), Francia (81), Italia (76), España (61 escaños) y Polonia (53)— y del peso de cada familia política. La alemana Ursula von der Leyen, del PPE, aspira a repetir como presidenta de la Comisión Europea, y ante la dificultad de salir reelegida el pasado jueves abrió de par en par las puertas a Meloni. Una alianza con la ultraderecha que rompería el tradicional equilibrio que ha dominado Europa en las últimas décadas, cimentado en el consenso entre socialdemócratas, democristianos y liberales.
Von der Leyen no tiene asegurado un nuevo mandato, y no se descarta que se pongan sobre la mesa otros nombres. En las quinielas ha emergido el ex primer ministro italiano (y expresidente del Banco Central Europeo) Mario Draghi, al que, señalan los socialistas, podría postular el francés Emmanuel Macron. Su gran obstáculo es que no contaría con el apoyo de la líder de su país, de Meloni. La jefatura de la Comisión, en cualquier caso, correspondería de nuevo al PPE, como previsible primera fuerza en la Eurocámara. A reparto entre las grandes familias políticas quedarían el resto de top jobs: presidencia del Consejo Europeo —cargo hoy en manos del liberal belga Charles Michel y que podría pasar a un socialista—, y del Parlamento Europeo —ahora lo dirige la popular maltesa Roberta Metsola—, y el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad —puesto que ocupa el socialista español Josep Borrell—.
La extrema derecha, creen en la cúpula socialista, podría poner trabas o no respaldar a Ribera, por su indiscutible "pedigrí verde"
El nuevo presidente o presidenta de la Comisión nominado por el Consejo Europeo deberá recabar el plácet de la nueva Eurocámara. Y los comisarios propuestos por cada país también deberán superar el hearing (examen) de los eurodiputados. Por eso, señalan en la cúpula de Sánchez, un Parlamento Europeo con mucho más peso de la ultraderecha —y las encuestas avanzan ese auge de los partidos extremistas en todo el continente— podría poner trabas a que una candidata como Ribera, con indiscutible "pedigrí verde", como subrayan en su entorno, pueda hacerse con una cartera estratégica como Energía. Dicho de otro modo, que una ultraderecha muy crecida difícilmente puede votarla como titular de un departamento de tanto relieve y que ella querría convertir en cabeza de la agenda verde europea.
Noviembre o diciembre
Ribera aspira a pilotar una comisaría reforzada, a cargo de Energía y Clima, y con rango de vicepresidencia. Otra alternativa, de menor relieve (y menor presupuesto), sería conducir la cartera de Medio Ambiente. El presidente se volcará en conseguir un departamento capital en el nuevo Ejecutivo comunitario, el control de las políticas energéticas y climáticas para acelerar la agenda verde europea —el espejo es la vicepresidencia ejecutiva que ocupó el holandés Frans Timmermas hasta agosto de 2023—, algo a lo que precisamente es contraria la extrema derecha y cuya consecución el PPE quiere ralentizar.
La vicepresidenta aspiraría a ocupar una cartera reforzada de Energía y Clima, con rango de vicepresidencia, o bien Medio Ambiente
La difícil negociación que espera a Sánchez tras el 9-J explica que Ribera, casi con seguridad, como admiten en su entorno, no recoja el acta de eurodiputada. Tampoco lo hizo Borrell en 2019. La razón es que no tendría sentido que abandonara el Gobierno de España para sentarse en la Eurocámara, porque la pelea estará en su entrada en la Comisión y con un puesto de primer nivel. Si finalmente Ribera fuera respaldada por el Parlamento Europeo, se convertiría en nueva comisaria el 1 de noviembre de 2024. O un mes más tarde, el 1 de diciembre, si alguno de los miembros del nuevo Colegio fuera rechazado por la Eurocámara, como ocurrió hace cinco años. Es decir, que Sánchez tendría que cesar a su vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, como máximo, justo antes de que eche a andar la nueva Comisión, previsiblemente el 1 de noviembre.
Fuentes de la cúpula socialista ya reconocían esta semana que, tras las elecciones del 9-J, el presidente evaluaría "dónde puede resultar más útil" su presencia. Una señal clara de que lo lógico es que Sánchez apure los tiempos y mantenga a Ribera a su lado todo el tiempo que pueda hasta que ella dé el salto al Ejecutivo comunitario, sin recoger por tanto su acta en la Eurocámara en julio. El jefe del Ejecutivo, inciden desde Ferraz, es no obstante el único que puede tomar la decisión de cuándo prescindir de su vicepresidenta, un pilar fundamental de su Gabinete desde 2018.
El lema de campaña del PSOE para estas europeas del 9-J es Más Europa, y contrapone su modelo al de la derecha y la ultraderecha. Una equiparación que entienden que Alberto Núñez Feijóo les sirvió en bandeja al reconocer el jueves en Barcelona que está dispuesto a entenderse con Meloni, a la que no percibe "homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa". El líder del PP aseguró además el viernes desde Elche que los fondos Next Generation habían conseguido "endeudar a los europeos en 750.000 millones de euros". "Yo no sé en qué equipo juega Feijóo, pero no juega en el equipo de España. Eso es seguro", ironizó Sánchez este sábado en Sevilla, en un mitin que compartió con Ribera y con la número dos del PSOE y del Gobierno, María Jesús Montero, y el líder de los socialistas andaluces, Juan Espadas. 2.000 personas acudieron al acto, según la organización.
Yo no sé en qué equipo juega Feijóo, pero no juega en el equipo de España", ironiza Sánchez desde el mitin en Sevilla ante 2.000 personas
El presidente pidió el voto a los socialistas para "frenar a la derecha y a la ultraderecha" y para que "retrocedan los reaccionarios y gane Europa", informa EFE. Los ciudadanos este 9-J, aseguró, podrán votar a la extrema derecha "de manera directa" votando a Vox, a Santiago Abascal, y "de manera indirecta" apostando por el PP, por Feijóo, así que la alternativa, recalcó, es la de su partido.
"Si no quisimos una coalición reaccionaria para España, no la queremos para Europa", insistió, hilvanando el 23-J y el 9-J. No cabe distinguir entre una ultraderecha blanda —la de ECR, en la que está Meloni, Vox o los polacos de Ley y Justicia (PiS)— y una dura —la del grupo Identidad y Democracia, en el que se sientan desde el Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen, La Liga de Matteo Salvini o, hasta esta semana, Alternativa por Alemania (AfD)—, sostuvo por su parte Ribera, igual que hiciera el viernes desde Ciudad Real. "Tenemos que elegir si queremos una Europa que se identifica con los fondos de cohesión y para generar oportunidades para todos, o la de los hombres de negro", remarcó la cabeza de cartel socialista. Es decir, que está en juego una Europa que siga "protegiendo a los servicios públicos" o la vuelta a los recortes.
Y es que son cinco ejes los que nuclean el programa de los socialistas: una economía moderna "que funcione y genere empleo de calidad para todos", que avance en la revolución verde y digital; la reafirmación del pilar social de la UE; la atención a los jóvenes; la modernización de las instituciones y el fortalecimiento de la agenda exterior, la diplomacia y la defensa de los valores europeos.
Cinco mítines con Sánchez (o alguno más)
La dirección ve al partido "muy movilizado" y fuerte para estas elecciones del 9-J que el PP busca presentar como un plebiscito en torno a Sánchez. El PSOE, desde luego, echará el resto en estos comicios. Son 800 actos los que se celebrarán en toda España en estos 15 días, según calcula Ferraz.
Serán 800 actos electorales los que los socialistas celebrarán en toda España en estas dos semanas. Zapatero también estará muy activo otra vez. Ribera tiene agendados 25 actos
Sánchez participará, como mínimo, en un total de cinco mítines. Dos ya los ha hecho: el pasado jueves, en la apertura de campaña y en Valencia, este sábado en Sevilla. Los siguientes serán el próximo sábado, en el ecuador, en Valladolid, y ya en la recta final el miércoles 5 en Málaga y el viernes 7, en el cierre, en Madrid. El presidente, no obstante, cuadrará posiblemente un mitin más, pero no está confirmado.
Quien estará muy presente será, de nuevo, José Luis Rodríguez Zapatero. El exjefe del Ejecutivo ya estuvo en el arranque el jueves en Valencia. Volverá a la Comunidad Valenciana (a Valencia y La Vall d'Uixó, en Castellón) el próximo lunes, 27 de mayo. Luego participará en actos en Granada (miércoles 29) o León (viernes 31), además de en el cierre en Madrid. Borrell también ha comunicado a Ferraz que tiene su agenda disponible, para poder sumarse a la campaña socialista, a partir del 3 de junio. En estas dos semanas se implicarán igualmente ministros del Gobierno y miembros de la ejecutiva socialista.
La dirección ve al partido "muy movilizado" y cree que se quedará "muy igualado" con el PP. Asegura no conformarse con el 30% del voto
Ribera, por su parte, protagonizará un total de 25 actos por toda España, y visitará todas las comunidades autónomas, excepto Cantabria, La Rioja, Asturias y Navarra, por razones de agenda, aunque "se intentará que vaya a todas". La dirección cuenta con que participe en tres debates: el que mantuvo con la cabeza de lista del PP, Dolors Montserrat, el pasado miércoles en La Sexta; otro a nueve el 6 de junio en TVE y un último ofrecido por un grupo de comunicación, entre los cuatro principales candidatos.
Los socialistas están satisfechos de esta última semana, del arranque de la campaña. Por el arrastre de episodios como el choque con el presidente argentino, Javier Milei, el anuncio del reconocimiento de Palestina —que se materializará el martes 28—, y las palabras de Feijóo sobre los pactos con Meloni y los fondos europeos. En Ferraz siguen convencidos de que Ribera quedará "muy igualada" con Montserrat, y no descartan que puedan ganar. Lo dicen en la cúpula: no se conforman con un 30% de los votos. La aspiración es acercarse al resultado de las últimas generales, en las que llegaron al 31,68%. A escasos 1,38 puntos del PP. Una diferencia ajustadísima que, hoy por hoy, sería celebrada por los socialistas, ya que en Génova hasta hace no tanto esperaban arrasar y vencer con rotundidad a Sánchez.
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