El viaje a Israel y el encuentro sorpresa de Santiago Abascal con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha sido ampliamente ignorado en el Estado judío. El diario israelí Haaretz informó de ella el miércoles por la tarde bajo el titular "Netanyahu recibe en Israel al líder del partido antiislamista español tras el reconocimiento de Palestina por España". La fotografía del encuentro, que este miércoles alimentó la controversia en el Congreso de los Diputados, tiene enorme riesgos para Vox en un momento de debilidad extrema de Netanyahu.

El urdidor del encuentro fue Amichai Chikli, ministro de Asuntos de la Diáspora y Lucha contra el Antisemitismo, un viejo aliado de Abascal que concurrió en las últimas elecciones israelíes en la lista del Likud, el partido de Netanyahu. Chikli visitó Madrid hace dos semanas y participó en el acto de Vistalegre que acabó monopolizando Javier Milei. Al igual que el presidente argentino, Chikli lanzó una hondonada contra Sánchez: le acusó de ser "responsable" de la existencia de "más víctimas" en Gaza y el retraso de la liberación de los rehenes, por reconocer el Estado palestino, que tildó de "premio" al terrorismo.

Un asunto ausente de su programa electoral

La estrategia de Vox de usar el conflicto palestino-israelí para movilizar a su electorado y robarle votos al PP contrasta con la llamativa ausencia del asunto en el programa electoral con el que compareció en las elecciones generales del 23 de julio de 2023. A pesar de ser uno de los litigios sin resolver más relevantes a nivel internacional, no mereció ni siquiera una línea en las 178 páginas de su programa.

Ni el conflicto en sí ni el apoyo a Israel del que ahora se jactan su líder y sus dirigentes, simplificando hasta el esperpento el conflicto como si se tratara de una batalla contra "los terroristas de Hamás" y el movimiento islamista palestino tuviera el apoyo unánime del pueblo palestino o no existiera una pluralidad de corrientes políticas en Palestina.

El escenario del genocidio es "plausible"

La reunión misma con Netanyahu en el contexto actual y sus palabras de aliento y apoyo establecen una complicidad arriesgada. Sobre el premier israelí pesa una orden de arresto dictada hace dos semanas por el fiscal de la Corte Penal Internacional. A ella se suma la orden emitida el viernes por la Corte Internacional de Justicia que le exige detener de manera inmediata la ofensiva militar israelí en Rafah mientras estudia el caso presentado contra el Ejecutivo israelí por Sudáfrica por "genocidio" tras ocho meses de guerra en Gaza que se han cobrado más de 36.000 vidas y destruido más de la mitad de las viviendas de la Franja.

De momento, la corte ha establecido que la afirmación de Sudáfrica de que Israel está cometiendo genocidio en Gaza resulta plausible. A sabiendas de todas estas circunstancias judiciales que complican el futuro de Netanyahu -acorralado también internamente por sus problemas judiciales, con tres cargos muy graves de corrupción contra él-, Abascal realizó el viaje, en busca del apretón de manos.

Apoyo a un Gobierno que no persigue al ataque contra la comunidad cristiana

La defensa cerrada de Netanyahu y su Ejecutivo, el más extremista de la Historia de Israel, tiene otro riesgo que en Bambú parecen no haber estimado. El ala más radical del Gobierno ha tolerado, cuando no alentado, el creciente número de ataques de los judíos ultraortodoxos contra la comunidad cristiana en los territorios palestinos ocupados.

En abril de 2023 el cardenal Pierbattista Pizzaballa, representante del Vaticano en Jerusalén, denunció públicamente: "La comunidad cristiana sufre cada vez más ataques. El gobierno de Netanyahu ha envalentonado a quienes acosan al clero y atacan propiedades religiosas". Dirigentes de la comunidad cristiana y de las iglesias de la Ciudad Vieja de Jerusalén han acusado reiteradamente al Gabinete israelí de ignorar los ataques de los colonos judíos a los lugares sagrados, al clero y a los feligreses. También han censurado que algunos miembros del Ejecutivo hayan jaleado a los atacantes y que la policía haya dado carpetazo a la mayoría de las denuncias presentadas.

Deslealtad y estrategia israelí

Además de firmar una deslealtad al país del que es ciudadano el día en el que se reconocía el Estado palestino, la visita de Abascal sirve a los intereses del Gobierno israelí y su ministro de Exteriores, Israel Katz, que en la última semana ha redoblado sus ataques contra el Ejecutivo español publicado un vídeo que mezcla imágenes tópicas de España con el ataque de Hamás y declaraciones en las que acusa al presidente del Gobierno de "incitar al genocidio judío" o proclama que "los días de la Inquisición acabaron" o que "harán daño a quienes les haga daño".

La estrategia de tratar de pescar en río revuelto, usando la polarización que sacude la escena política española, resulta evidente. En sus sucesivos mensajes en las redes sociales, Katz ha mencionado a Alberto Núñez Feijóo como quien trata de arrastrar a su campo a quien es reacio a entrar en tales lides. Por su parte, la embajadora israelí en Madrid ha agradecido sin falta los mensajes en redes de la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso.

El reconocimiento de Palestina, punto de consenso en España

La solución de los dos Estados ha sido históricamente apoyada en España por los dos principales partidos, PSOE y PP. En noviembre de 2014 todos los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados respaldaron una proposición no de ley que por primera vez exigía al Gobierno, entonces presidido por Mariano Rajoy (PP), el reconocimiento del Estado de Palestina a iniciativa del PSOE, en la que se reafirmaba la convicción de que la "única solución posible" para el conflicto es la coexistencia de dos Estados, Israel y Palestina.

La solidaridad con Palestina y la apuesta por los dos Estados sigue siendo un fichero capaz de aunar voluntades más allá de las trincheras ideológicas. Es un asunto de derecho internacional y respeto a la legalidad; no un motivo de trifulca partidista. El 78% de los españoles considera que es el momento de reconocer el Estado palestino, reveló esta semana la última oleada del barómetro del Real Instituto Elcano. A la pregunta de si se está de acuerdo con la frase “Los Estados europeos deberían reconocer ya el Estado de Palestina”, el 78% de los encuestados responde afirmativamente frente al 18% en desacuerdo. En la izquierda el 94% se muestra a favor del reconocimiento frente al 79% de los votantes de las opciones de centro y el 54% de los de derecha. El barómetro revela que a mayor nivel de estudios, mayor apoyo a la solución.

Netanyahu, cada vez más cuestionado en su propio país

La coyuntura elegida para ofrecer un respaldo al Ejecutivo israelí no es la más propicia. Netanyahu se halla cada vez más acorralado, entre las familias de los rehenes que le acusan de sacrificar a sus seres queridos -las posibilidades de que los 125 restantes regresen con vida disminuyen a diario, tras 236 jornadas de cautiverio y en mitad de los bombardeos-; las peleas en el seno de su coalición; o la administración Biden, que ansía el fin de la contienda en plena cuenta atrás para las presidenciales de noviembre.

La oposición, que le afea a Netanyahu no tener un plan consensuado para poner fin a la guerra, ha comenzado a movilizarse tratando de forzar una alianza alternativa que pueda asumir el Gobierno. El líder de la oposición israelí, Yair Lapid, se reunió este miércoles con Avigdor Lieberman, cabeza del partido de extrema derecha Yisrael Beiteinu, y con Gideon Saar, miembro del Partido de Unidad Nacional para acordar "un plan de acción para sustituir al gobierno por el futuro del Estado de Israel". La ficha que falta es la del miembro del gabinete de guerra de Israel, Benny Gantz, al que urgen a dimitir para sumarse a la coalición.

Israel se plantea, además, reanudar las negociaciones para lograr un acuerdo sobre el intercambio de rehenes y el alto el fuego permanente que reclama Hamás. La nueva propuesta israelí incluye "la voluntad de discutir la demanda de Hamás de una 'calma sostenible' en la Franja de Gaza" y "voluntad de ser flexible" con respecto al número de detenidos vivos que serán liberados en la primera fase humanitaria del acuerdo.