El ambiente es eléctrico. El camino en el metro es ya una experiencia swiftie. Emoción, anticipación y mucho brillo. Se juntan los grupos de amigos con sus botas cowboy (pese a las altas temperaturas), faldas de lentejuelas y muchas pulseras. Taylor Swift debuta en el Bernabéu y lo hace con unos 70.000 fans apoyándola.
Algunos han comprado la entrada a última hora, ya que la organización liberó una serie de plazas de visibilidad reducida por entre 50 y 75 euros. El resto se han gastado entre 80 y 500 euros en diferentes opciones para ver a su cantante favorita. Sobre las 17 horas, las inmediaciones del Santiago Bernabéu ya rebosaban de swifties, aunque la mayoría no estaban haciendo cola. Estaban haciéndose fotos, esperando a sus amigos e intercambiando pulseras de la amistad. Las puertas habían abierto pero los que esperaban para entrar tenían que armarse de paciencia. El sol de justicia caía (y picaba) sobre prácticamente todas las colas.
Un ambiente envidiable
Los códigos para este tipo de conciertos lo son todo porque, aunque la música es lo más importante, el efecto de unión que se crea es lo más emocionante. Es importante que se note que sabes. Que conoces las historias, las referencias y las canciones. Muchas fans llevan las pulseras de la amistad, que suelen ir con títulos de los temas de Taylor Swift, traducidas al español con sentido del humor. En vez de Clean es Limpia y en vez de Right where you left me es Donde me dejaste. La gente se parte de risa.
A muchos de los periodistas que pululan entre los presentes les sorprende encontrar a público de todas las edades. Los fans de Taylor Swift pueden ser niñas, hombres homosexuales o mujeres maduras. Hay para todos, y se aprecia entre los asistentes, que además llenan de mensajes de cariño a los presentes. Que si me encanta tu look, vaya pulseras más bonitas o vaya maquillaje más currado. Se aprecia el buen rollo y la conexión entre iguales.
Paramore empieza sobre el escenario mientras queda aún muchísima gente en el exterior. Taylor Swift empieza sobre las 20.10, unos minutos tarde, pero justo a tiempo. Los miles de fans que la esperan son de todo tipo y llevan tiempos varios en el fandom. De hecho, los habrá que no habían nacido la última vez que la cantante estuvo en España en 2011.
El concierto empieza con la misma energía dentro como fuera del estadio. Alrededor del Bernabéu se reúnen cientos de fans de Taylor Swift que no han conseguido entradas. Los hay que se han quedado a las puertas, pero también quienes están cómodamente sentados en terrazas. La insonorización prácticamente nula del conocido templo madridista hace que muchos seguidores de la cantante estén escuchando tranquilamente desde un bar a unos metros de distancia.
Desde dentro hay quienes se quejan de la difícil visibilidad o del pésimo sonido. Se han cumplido los mayores miedos de los fans de Taylor Swift y la acústica es terrible. Algunos se quejan de que se oye enlatado a pesar de que las entradas no han salido baratas. Sin embargo, fuera se ven coros, bailes y mucha emoción.
Famosos y sorpresas
En el interior del estadio estaban Ryan Reynolds y Blake Lively, tal y como se había anunciado que ocurriría. También estaba una emocionada Aitana, que por la mañana se reía de que Taylor tuviera tantos haters porque la artista iba a seguir triunfando. Ese reto es uno de los más agotadores de ser swiftie: enfrentarse a los continuos comentarios de los supuestos expertos en música. Quien haya hablado alguna vez de Taylor Swift con emoción ha escuchado las respuestas cargadas de desprecio diciendo que “no es para tanto”, que “todas sus canciones son iguales” o que “no se entiende el fenómeno”.
Pero nadie que haya visto All Too Well en directo puede argumentar ninguno de esos comentarios. Una mujer sola en medio de un escenario, con su guitarra como única arma para contentar a 70.000 personas. Canta un tema de diez minutos de duración en donde narra una historia de amor que termina en decepción y expone sus mayores inseguridades sin tapujos. No le tiene que gustar a todo el mundo pero quién no lo entienda después de ver cómo la multitud grita “Fuck the patriarchy”… está ciego.
Cuando llegó el momento de las canciones sorpresa, después del set de The Tortured Poets Department, Taylor Swift interpretó Sparks Fly en mezcla con I Can Fix Him (No Really I Can). Según explicó, había escogido el tema de Speak Now porque en aquel tour fue la última vez que estuvo en Madrid. La segunda parte fue una mezcla de Snow On The Beach y I Look in People's Windows, aunque se lamentó porque Lana del Rey no estuviera con ella para cantar la primera.
En la calle, ¿la mejor fiesta?
Tanto la calle Concha Espina como la Castellana estaban totalmente llenas. Intentando buscar la mejor acústica, cientos de fans esperaban para poder oír las canciones de Taylor Swift desde la calle. Muchos porque no habían conseguido entradas, otros porque van la segunda noche.
En el exterior los comercios estaban llenos y tenían carteles dando la bienvenida a los swifties. En contraposición por las quejas de ruido que habían tenido los vecinos en los últimos días, los comercios parecían estar dando palmas: las calles estaban a rebosar y la gente consumiendo. Había bastante policía, tanto a pie como a caballo, y mucha seguridad también en el metro.
Pero el ambiente era positivo y no se vieron problemas. En vez de eso hubo círculos de baile, canciones a gritos, lágrimas y abrazos. Había cierta expectación ante el miedo de que, con la presencia de sus amigos estadounidenses, Taylor Swift anunciara algo de su próxima era. No ocurrió. Cabe recordar que aún tiene pendientes las regrabaciones de sus discos Reputation y el álbum debut. Pero acaba de sacar (el 19 de abril) TTPD y sería, como mínimo, precipitado.
Así que los fans españoles se quedan con las ganas. Ya solo queda la segunda noche.
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