El pleno de este jueves, el último en el Congreso de los Diputados antes de las elecciones europeas del 9 de junio, ha dejado patente la realidad en la que se encuentra la política española. Polarizada de serie en los últimos años, pero mucho más crispada en estos dos meses atrás. Casi nueve de cada diez españoles la perciben, según el CIS. Y algo más del 30% califica la situación de "muy mala". La carta de Pedro Sánchez, en la que el presidente del Gobierno amagó con su dimisión tras focalizarse la oposición en la figura de su esposa, Begoña Gómez, que ahora vuelve a estar en el centro del debate nacional por ser "investigada", fue uno de los puntos de inflexión.
Se pedía relejar posturas y tender puentes, desde voces destacadas del PSOE, hasta del propio PP. Pero a través de discursos de reconciliación, se pasó a hablar del "fango" a la vez que se reforzaban las diferencias entre actores y se daba banda ancha a los contrarios. Del fango a "decir no al puto amo".
La amnistía, la principal legislación polémica de este mandato, no ha dejado indiferente a nadie en el parlamento. Es un tema que polariza aún más entre sus retractores y defensores. Se relaciona con la mitificación nacional con la que se construyen marcos políticos a la derecha. Y la tensión se ha empezado a respirar en el ambiente minutos antes de la votación y al final del debate. Pero no solo a raíz de ese 'olvido' penal, que, en definitiva ha servido de puente para atacar con otras cuestiones como Israel y el conflicto en Gaza. Para agitar las divisiones entre la ultraderecha y el PSOE junto a toda su izquierda.
Hacía tiempo que el señalamiento, la interrupción permanente y el insulto constante no estaba a la orden del día. Pero las alusiones indirectas de Santiago Abascal a Gerardo Pisarello, de los comunes e integrado en Sumar, han sido la escusa para descargar tensiones este jueves.
La acusación del líder de Vox al segundo por haber retirado una bandera española del balcón del ayuntamiento de Barcelona durante su etapa de concejal y primer teniente de alcalde, ha encendido a Pisarello. Un detonante que dejaba paso al protagonismo mutuo y justificaba todo lo demás: la presión de un 'coro de insultos'. Pisarello marcaba terreno: "Aquí no aceptamos lecciones de señoritos que han ido a rendirle pleitesía al carnicero de Rafah". Se desfogaba el secretario tercero de la Mesa del Congreso por la foto de Abascal y Netanyahu. A partir de ahí, con la jarana inteligible in crescendo, la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, intervenía.
Vox pedía defenderse, pero ella, pidiendo respeto a las posturas distintas, apostaba por dar continuidad al pleno y obviaba la petición de voz de José María Figaredo (Vox). A partir de ahí, se sucedieron los "traidores", "corruptos" y "vendidos". "Neofascistas" y "filonazis" por otro lado. Y acusaciones, desmentidas por Vox, de haberse referido a Pisarello con términos racistas como "sudaca". Con una consecuente tregua posterior hasta que Sánchez y sus ministros, con esa misma musicalidad de fondo, ejercían su voto. A partir de ahí, la nada.
En la Cámara cada bloque reparte culpas: la izquierda para Vox y el PP; la derecha para el PSOE y sus socios
En el patio, el descontento era generalizado después de la votación. Borja Sémper afirmó que los hechos fueron "una puñetera vergüenza". Entre los diputados de Sumar, pero también los del PP. El sujeto de culpas, distinto, pese a todo. El sanchismo para unos, Vox para otros. Los populares apuntaban directamente a la colaboración de Sánchez con el independentismo por "siete votos". Desde la izquierda se protestaba por que el PP "asuma" las tesis de Vox para intentar reforzarse en campaña. En una carrera electoral en el que el marco nosotros-ellos rotundamente potente. El PSOE distingue entre el progresismo y los actores de la fachosfera, un concepto viscoso y maleable en el que se puede estar de la noche al día.
El PP iguala a socialistas y ultraconservadores, y les atribuye un objetivo común: la pinza contra Génova. Un debate irreal y electoralista, sin base y ausente en Europa, donde "son aliados y nunca discuten de esta forma". "Las acusaciones ya salen de la lógica y lo racional. Se puede pasar de hablar de la amnistía a Gómez y que la siguiente frase sea Palestina", critica un candidato de salida a las europeas de amplia trayectoria. Vox, por su parte, también explota esa dicotomía al puro estilo populista, de manual: "O nosotros y medidas patrióticas, o la alianza permanente de PP y PSOE que vota casi siempre juntos en Europa". Se aprovecha, por todos los flancos, además, cualquier cerilla para prender la mecha. Por ejemplo, un titular periodístico, hace a Vox acusar a Génova de intervención mediática a su favor y, apelando a valoraciones que salen fuera de los entrecomillados fijan el marco: el PP va a la caza de Vox, no ya a la absorción.
Hay que retrotraerse a la pasada legislatura, la XIV, para apreciar un tono similar. Si bien es cierto, con todo, que la crispación no es algo actual, lleva presente décadas, solo que ahora, con la presencia de las redes sociales y la simplificación de la comunicación política, con los materiales audiovisuales breves e incisivos en boga, posee mayor repercusión. Más allá del bronco debate que suprimió los delitos de malversación y sedición, en diciembre de 2022, el más polarizado y con ataques personales recientes fue en el que la exdiputada de Vox, Carla Toscano, le dijo a la entonces ministra de Igualdad, Irene Montero, que su único mérito profesional era haber "estudiado en profundidad" a Pablo Iglesias. Ya había precedentes en el rifirrafe dos semanas atrás. En la Comisión de Igualdad:
En la sesión de control posterior a ese pleno, también un miércoles, desde Vox se azuzó más el asunto: se apuntó que Montero lloró y Toscano no, entre otros elementos. Al igual que ese bis del debate, desde este miércoles ya se venían ensanchando los puentes entre Vox y Sumar por el reconocimiento de Palestina. En una jornada en la que la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, apoyó la intervención de Sánchez con Feijóo con un "¡a la mierda!", imitando a José Antonio Labordeta. Algo que tensó al PP. "A la mierda se puede ir usted", le dijo a Díaz el diputado Elías Bendodo, después. En una sede parlamentaria donde, dirigentes populares han espetado un "pero qué hijo de puta" que ahora enarbolan como lema electoral: "me gusta la fruta".
Es el caso de Isabel Díaz Ayuso, cuyo éxito radica en parte en la confrontación, independientemente del asunto, con Moncloa. Es el estilo, igualmente, de Óscar Puente, con quien ha tenido roces. El ministro de Transportes que ha llegado a insinuar que Milei se droga y que mediante ello ha permitido contestar y justificarse a Vox y al propio Milei al cargar contra Sánchez.
Durante el debate de una moción de interpelación a Díaz, el diputado de Vox, Carlos Flores, puso en duda que las víctimas civiles en el conflicto de Gaza superen ya las 35.000. "Llevan desde octubre dando por buenos los despachos de noticias de Hamás", dijo el de Vox, formación que cree que con el reconocimiento del Estado palestino se "premia" a la organización terrorista. "Elijan el régimen [aliado de Vox] que quieran. Hungría, Polonia... me da lo mismo. Están a años luz, en términos de calidad democrática, de esa Palestina que acaban de reconocer". Además, puso en duda si Díaz era "antisemita" o "sencillamente torpe".
Plataformas como las redes y la necesidad de acercarse a nuevos públicos ha hecho simplificar los mensajes y hacerlos más atractivos mediante el choque
Ese debate dio pie a que la vicepresidenta desplegase un debate alternativo y calificara a Flores de ser "un condenado por maltrato" a su exmujer. Psicológico, para más matiz, según la sentencia judicial. Y tras ello, retomó el debate tachando a Vox de "aliado incondicional de los que están cometiendo un genocidio". Pese a estos debates estériles en lo que al sentir ciudadano y sus demandas se refiere, hay que remarcar que en seis meses de legislatura el balance de leyes e iniciativas parlamentarias aprobadas son cuatro: la amnistía, el proyecto de ley de Enseñanzas Artísticas, y los reales decretos anticrisis y de reforma de Justicia, funcionarios, mecenazgo y entidades locales.
Una semana de campaña por delante
Fuentes de Vox en el Congreso aseguran que la mayoría socialista y de gobierno les tienen "completamente amordazados" en los plenos y en la junta de portavoces, donde "no nos dejan hablar". "Se creen impunes", exponen, sin descartar acciones parlamentarias. Al menos se plantea una queja formal contra Armengol, con lo que se evidencia el compromiso a mantener el choque parlamentario más allá de las elecciones europeas, que, salvo sorpresa, cerrarán este largo ciclo electoral iniciado en febrero con las gallegas. Argumentan que tienen la razón: "si son unos traidores, se dice y punto".
Con una semana por delante de campaña, y tras el choque parlamentario, los partidos han mantenido su hoja de ruta y sus posiciones. Todo pese a pedir concienciación. Lo ejemplificó Sánchez, por ejemplo, desde un mitin desde Baracaldo (Vizcaya). Pidió el voto al PSOE, al partido de los ERTE y planteó que la alternativa es "la Europa de Abascal, de Aznar, de Feijóo, de Orbán y de los amigos de Meloni o Trump". El recurso a la dicotomía es el eje de las campañas electorales, pero en los últimos tiempos el objetivo deja de ser propositivo y se superpone la deslegitimación del adversario. Si el rival es ilegítimo haga lo que haga, cualquier acción en su contra o evitar su beneficio está justificada.
Que la competencia electoral esté sujeta a la división afecta igualmente a los socios políticos naturales. Es claro en la derecha, en la oposición, en búsqueda de liderarla. Pero sorprende entre aliados de Gobierno y coalición. El proxenetismo y la ley del suelo pusieron de relieve el interés de desmarcarse de sus socios: el PSOE, enarboló el discurso de rechazo de Sumar a políticas progresistas; a la inversa, los de Díaz esgrimieron falta de ambición para un partido de izquierdas y acercamiento al PP. Para pescar en los caladeros del contrario. En la recta final de la campaña, por el acercamiento del PSOE al PP, y de Podemos, con duras críticas a la coalición, a Sumar, los dos partidos que conforman el Gobierno no han acercado ni un ápice las posturas salvo para dar salida a la amnistía. Antes de votarla, el PSOE se opuso a la demanda magenta de "mejorar" la información económicas con la que se negocian convenios colectivos provinciales y regionales.
El compromiso del PP de llamar a Sánchez a la comisión de investigación de mascarillas tras no quedar conforme de sus explicaciones la semana pasada en la comparecencia del Congreso; o el giro del 'caso Begoña Gómez', así como el compromiso a recurrir la amnistía en el TC o en Europa, se estima al menos un verano y otoño álgido. Por delante queda también comprobar si con el balón de la amnistía fuera del Congreso Junts se mantiene firme en el respaldo al Ejecutivo; si las demandas van a más y si el Ejecutivo es capaz de sacar los presupuestos.
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Se acercan elecciones y la ultra derecha le interesa mantener el fuego alto y el río revuelto para pescar. Es su oportunidad, porque saben que después toca un largo período en la cueva.