La imagen de la nueva política ya es vieja. La foto de Pablo Iglesias con el puño en alto, junto a Juan Carlos Monedero, Pablo Echenique o Teresa Rodríguez queda ya para los libros de historia diez años después de que consiguiesen cinco escaños en el Parlamento Europeo en sus primeras elecciones. Ninguno de ellos sigue en política. Solo Iglesias y Echenique continúan en Podemos. Hay otro espacio consolidado en la izquierda, escindido de los morados, que ya rutinizados pugnan por mantenerse dentro del sistema de partidos. La política contemporánea, va a trompicones.

Para el despegue de Podemos fueron claves varios aspectos. Entre ellos, un líder mediático, carismático para algunos; una gran magnitud de voluntarios que compensasen la poca capacidad presupuestaria, y, especialmente, el hábil uso de las redes sociales. En estas europeas, son varios los partidos que intentan seguir la estela de los de Iglesias, lograr la hazaña y postularse públicamente como nuevo actor a tener en cuenta. Para ello, es necesario contar con una media de 350.000-400.000 votos aproximadamente. Pero la competencia es abismal por el voto más democratizado de todos los procesos electorales que acoge España en un ciclo de cinco años. Y, con unas redes sociales más que asentadas y con mayores posibilidades que a principios de la década pasada, cuesta más diferenciarse. A ello se añade que, aunque pueda haber descontento con los políticos, el desafecto no es tan potente como tras el 15-M y la crisis económica. El impacto del covid no se puede asemejar.

El domingo que viene, el 9 de junio, en España concurren 34 candidaturas. A las consolidadas se unen algunas como Salamanca-León-Zamora-Partido Regionalista del País Leonés (PREPAL), la cual lidera el matemático de 79 años Francisco Iglesias. Es el más experimentado en procesos electorales, eso sí. Dado que se ha presentado quince veces: por obligación, al estar recogido en sus estatutos desde los ochenta. Se unen otras como Juntos por Extremadura o Extremeños Prex Crex. Escaños en Blanco, La España Olvidada Existe, Corriente Revolucionaria de los Trabajadores o Recortes Cero, son otras tantas de esas. Las cuales llevan por delante desde pretensiones para las clases populares, localistas y de las zonas despobladas, hasta el dejar simplemente huecos en la Eurocámara en señal de protesta.

Izquierda Española, Cree y Se Acabó la Fiesta

Tres papeletas son las más destacadas. La de Izquierda Española del abogado laborista Guillermo del Valle, la centrista Cree, que supervisa el ex de Ciudadanos Edmundo Bal, y la agrupación de electores Se Acabó la Fiesta (SALF) de Alvise Pérez, el agitador ultra que ha pasado por partidos como los propios naranjas y UPyD, y que se aleja de posturas clásicas en favor de una alternativa de partido protesta, antiestablishment y anticorrupción. Éste último puede pescar entre el abstencionismo, los jóvenes y el votante de Vox, y varias encuestas le dan la posibilidad de lograr su representación, al menos. Pero la fortaleza que están denotando los de Santiago Abascal en las últimas semanas, complicaría ese objetivo. Desde el PP, su principal competidor, los ven sólidos.

Fuentes parlamentarias de Sumar, valoran que la presencia de SALF en encuestas como la del CIS buscan motivar el voto de su espacio y del PSOE y lo ven como algo efervescente que bajará. Dependerá de los últimos coletazos de la campaña, eso sí. Y del debate que se fije en ella. Vox parte con la ventaja de ser un partido consolidado y con socios europeos, estructurado y con fines claros mientras que en su web, Alvise solo busca asociados territoriales, no tiene ni programa. Los alicientes para su voto: hacer que Irene Montero no tenga escaño y "tenga que trabajar en la taberna de Iglesias", "evitar otra Caracas" en España y "destruir el sistema" por la imposibilidad de reformar este, dice en su canal de Telegram, una de sus vías de conexión con casi medio millón de suscriptores y potenciales votantes.

Pero los satélites mediáticos y sociales que le rodean, confluyen de igual manera, en mayor o menor grado, con los objetivos de Vox: menos burocracia, soberanía, patriotismo, control migratorio... Estuvieron por igual en las protestas de Ferraz contra el PSOE desde Abascal al propio Alvise con Desokupa. También el activista Vito Quiles, que cierra la lista y arrastra a una amplia comunidad de seguidores del espacio ultraderechista. Pero que en el día a día apoya sus manifestaciones o eventos. En Vistalegre, de hecho, contó con stand propio.

Para diferenciarse, en sus redes, Alvise agita a sus seguidores apuntando a una constante "censura", a un "sabotaje electoral" contra él, también por parte de la Junta Electoral en términos de promoción. Lo que le ha llevado a incentivar que particulares impriman carteles electorales no oficiales para distribuir: "Qué culpa tengo yo de que lo hagan", se jacta en su canal ante posibles sanciones. Apela a un claro manual populista, y a diferencia de otros competidores, cuenta con poco desgaste público, reconocimiento y dominio de las estrategias de comunicación para atraer a los descontentos. Dependerá de qué puede más: si esto o el discurso de Vox de nosotros-ellos. Él insiste en distinguirse

Modelo completamente opuesto a Alvise es Cree. De centro, con intenciones de convertirse en un partido bisagra que reconcilie a socialistas y populares y les aleje de los extremos. Que nace, no obstante, desgastado como reformulación de un Ciudadanos de los inicios. En un momento complicado [otra vez] para el centro español tras las experiencias de UCD, CDS, UPyD o los naranjas. La percepción externa es la de desgaste nada más empezar. Tanto de marca como de liderazgo. Bal cuenta con una visibilidad alta de cuatro años en el Congreso, y pujó sin éxito por el liderazgo de Ciudadanos hasta que él y el sector más progresista fueron apartados, primero, y luego centrifugados. Pero él no encabeza la lista, lo hace César Vera, ex de Volt, con miembros de la sociedad civil en las posiciones de salida.

En un plano donde la polarización es extrema y se ha avanzado hacia el atrincheramiento generalizado, con los espacios de izquierda, centroderecha y derecha dura dominados por PSOE, PP y Vox, sin fisuras y sin perder representación, es difícil calar por el centro. El extremo centro es la antítesis de la política contemporánea. Macron lo sufre y su familia europea, por igual. Los márgenes de apoyo se antojan mínimos pese al incentivo de la circunscripción única, que puede evitar que el 'voto útil' prospere. El desistimiento de Ciudadanos para presentarse a las últimas generales, las gallegas y las vascas; y la pérdida del último bastión electoral del partido en Cataluña, el originario, dejan patente que, al menos a día de hoy, no hay alternativa moderada.

El PP sigue percibiéndose como la lista más próxima. Los temas de debate no ayudan, además. Ciudadanos defiende la necesidad de hablar de Europa y de sus temáticas, pero pese a que los principales partidos no desisten de centrar el tiro en la amnistía, la ultraderecha o Begoña Gómez, las encuestas no demuestran vuelco o los resienten. El rechazo acérrimo a lo contrario se antoja superior, y el sentimiento de pertenencia y representación es muy potente hoy. También en el PSOE, pese a los giros de guion de la legislatura, con el apoyo a la amnistía que antes de las generales no se contemplaba. Pese a ello, y gracias al efecto arrastre del público de Sumar y Podemos, se mantiene competitivo: conseguiría los mismos 20 escaños que logró en 2019 [pasaran a 21 por el Brexit y la nueva distribución de proporcionalidad].

Esa fortaleza del espacio socialista [quien se ha querido ir ya lo ha hecho] hace complicado que cale en él una propuesta socialdemócrata como Izquierda Española, contraria a estrechar lazos con los nacionalistas y la izquierda que los respalda, y comprometida con la igualdad. También ante la ley, que le lleva a rechazar la amnistía. Su candidato y secretario general, Del Valle, hace un llamamiento a ese público de izquierdas moderado, que no quiere las políticas del PP [aunque no descarta dialogar con él], pero tampoco la deriva del PSOE de Sánchez. Su lanzadera previa ha sido El Jacobino, un think tank progresista que comenzó con un canal de YouTube. Y eso se nota en su manejo de las redes y de los contenidos. Frente a Cree, por ejemplo, que basa su contenido en redes al volcado de entrevistas de su líder, al estilo de partido tradicional.

Con un reforzamiento tan claro de los dos brazos del bipartidismo, y liquidado el centro, la base a la que se puede aspirar es mínima. Si observamos el grueso de encuestas, el PSOE perdería alrededor de un 25% de su anterior base, previa a la amnistía y a la dinámica de pactos actual. Indecisos están alrededor de un tercio. En torno al 2-3% se plantean la abstención mientras que el resto iría a otros nichos. Ese votante puramente descontento supone unos 150.000 votos socialistas de 2019. Son datos de 40dB y SigmaDos.

Ninguna representación le ha dado las encuestas en todo el mes de mayo. Todos los partidos pueden agarrarse, aun así, a que a Podemos en las encuestas europeas de 2014 estaba estimado por debajo del 1,2% y terminó irrumpiendo con 3,6 puntos a grito de ¡sí se puede! La sorpresa, lo diferente, su vinculación con el movimiento de los desencantados, pese a todo, hizo a la prensa y al público tener un ojo puesto en los morados desde antes.