No hay ninguna duda de que las elecciones europeas en España tendrán un ganador claro este domingo 9 de junio: la abstención. El histórico de convocatorias de este rango así lo refleja. Las primeras, de 1987 rozaron el 70% de participación por la novedad y la reciente entrada de nuestro país a la Unión Europea. En lo restante del siglo pasado, ésta rondó el 50%, y ya en el actual, difícilmente se ha despegado del 45%. El peor dato es el de 2014, con un 43,81%. El segundo mejor tras las primeras, las últimas de 2019.

Hay un motivo claro: el momento político álgido, con el asentamiento de un sistema multipartidista, con mayor oferta electoral que llega a más gente y es claramente condicionante. Pero, especialmente, la proximidad y el solapamiento con múltiples comicios: en abril hubo generales y valencianas; el día de las europeas, se aglutinaron procesos municipales y regionales. Eso potenció las cifras hasta un 60%. Las municipales, por tener una referencia, contaron con un 65%.

Históricamente, en España, el abstencionismo se asocia con una victoria clara de la derecha. Las del PSOE de Felipe González se dieron con entre el 70 y el 80% de votos totales emitidos. Ya con él en el poder, la ligera bajada al 68% dieron en el 2000 la primera absoluta a José María Aznar. Y la vuelta al 75%, aunque sin mayoría amplia, devolvió la Moncloa durante dos legislaturas al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero.

A excepción de la pasada y ésta legislatura, con victoria de Pedro Sánchez, y la vigente de Alberto Núñez Feijóo, ambas por debajo de los 70 puntos, la izquierda ha podido gobernar gracias a la amalgama de siglas nacionalistas e independentistas. Rompiéndose esa tendencia. Rajoy se mantuvo victorioso mientras se osciló el 68% de participación. Tanto en solitario en 2011, como con el apoyo externo de Ciudadanos en 2016. Pero, de facto, el voto a partidos nacionales benefició levemente al centroderecha y la derecha de PP, Vox y Ciudadanos, y ahora de PP y Vox. Unos dos puntos por encima de la izquierda en 2019 y 2023.

El desgaste de la campaña de 2019, con una repetición de generales, hizo que cayese unos cuatro puntos, hasta los 66, esa participación. Y eso perjudicó a PSOE y Unidas Podemos. Con el sostenimiento del mismo dato en las pasadas de 2023, socialistas y Sumar han mantenido aproximadamente la misma representación. Aunque gracias a los trasvases de voto, entre otros factores. El cansancio acumulado desde entonces, con otras tres convocatorias regionales, gallegas, vascas y catalanas, así como por la tendencia a perpetuar la campaña electoral y el discurso electoralista, llevan a pensar que estas europeas seguirán la tendencia de las anteriores a las de 2019. Una media del 50% de compromiso entre la ciudadanía.

Hay dos últimas encuestas publicadas este lunes, antes del cierre del plazo legal asignado, que hacen hincapié en este dato que no suele aportarse generalmente en el resumen de los sondeos. Por un lado, destaca la demoscópica KeyData, que aporta simulación exacta de votos de acuerdo a las respuestas: de los más de 12,7 millones de abstencionistas de la pasada campaña, ahora prevé más de 17,1 millones. Si el nuevo censo es de 38.087.379 votantes, 800.000 más que en 2019, el porcentaje de participación rondaría el 55%, ligeramente superior que en 2004, 2009 y 2014. El CIS determina que el 3,1 de los encuestados, algo más de 7.000, sin aplicar cocina, se abstendría. Proporcionalmente al censo mencionado, ese del 15,8%. Es complicado vislumbrar que se supere el 80% de participación en este momento cuando, además, nunca ha ocurrido.

Una derecha aventajada

El consultor político Iván Redondo, fundamental en los primeros años de Sánchez en el Gobierno y en la moción de censura al PP que permitió al socialista llegar a su primer mandato, ha abordado la cuestión esta semana acogiéndose a la tendencia histórica. Determina en un articulo de opinión reciente en La Vanguardia que en las europeas "la kriptonita de la izquierda", lo que la debilita, "es la abstención". Ello en un contexto de crecimiento internacional de los partidos nacionalpopulistas, con un electorado descontento con la coyuntura actual y muy movilizado, y de arrinconamiento, además, de los democristianos clásicos. Ejemplifica que, al margen de Weber y Von der Leyen, que quizá no tengan cargos de responsabilidad europea, al PP le quedan pocos socios de peso internacional.

Los votantes de derecha y ultraderecha sienten que sus partidos responden a sus demandas y colocan los temas que les preocupan. La izquierda ya no moviliza mediante el miedo

Estefanía Molina, politóloga y periodista

La politóloga y periodista Estefanía Molina, en conversaciones con El Independiente, tiene "la impresión" de que la abstención perjudicará "al electorado progresista". Avista un buen resultado de la derecha y la ultraderecha europea, que ya gobierna en muchos países y cuenta con un votante "movilizado". "Es una intuición, no lo puedo sustentar con datos", declara. Pero considera que este tipo de elector siente que sus demandas están siendo colocadas en la agenda por los representantes: "la cuestión migratoria o echar atrás el Pacto Verde ante los agricultores levantados". Y apunta que la estrategia fomentada por la izquierda para prosperar de 'miedo a la ultraderecha' ya no da tanto resultado. En Francia, ejemplifica, el resultado entre Le Pen y Macron será ajustado.

En España tampoco, insiste. Y advierte de que pese al Ejecutivo de Sánchez, como en el resto de la UE, la mayoría parlamentaria es de derechas. Lo que evita que gobiernen es el cordón sanitario de los partidos regionales. Ahora bien, Molina hace un matiz respecto al PSOE. En la izquierda, "es quien más votantes movilizados tiene". "Esta siendo hábil al leer el ambiente" y plantear "el combate contra la ultraderecha internacional" tras las palabras de Milei en Vistalegre. Y vinculándolo a "los bulos" o "el lawfare" que según denuncia, está sufriendo su mujer, Begoña Gómez, entiende la politóloga. Y eso, frente a "un espacio que se siente huérfano" le está permitiendo aglutinar mucho voto de Sumar. "No masivamente". Los votantes de los partidos independentistas catalanes "son los más desafectos" del momento.

Clave para los partidos pequeños

Consultado por ello, el doctor en Ciencias Políticas, profesor titular de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y autor de Democracia de Trincheras (Península), Lluís Orriols, cree que, en este momento, solo se puede "especular sobre este asunto" sin certezas. Los datos que ha analizado no le permiten dar una conclusión sobre un tema complicado. Es un proceso que requiere mucho "tiempo y material", concluye. Y a diferencia de Molina, evita profundizar. Entra en materia Xavier Peytibi, también doctor en Políticas, consultor de comunicación política en Ideograma y director del portal Beers&Politics. Aunque sigue la línea marcada por Orriols. Vira el debate a qué tipo de formaciones y no a qué ideología puede favorecer. "No podemos saber si el abstencionismo ayudará más a la derecha o a la izquierda. Varía en cada elección y es complicado predecirlo", apunta.

Con todo, hace unas apreciaciones. Dice que la abstención "ayuda más a los partidos movilizados". A los grandes les puede costar más incentivar a sus electores, sobre todo en unas europeas, que "aunque no lo son", se perciben como "menos importantes". Los seguidores de las pequeñas formaciones están más comprometidos, por lo que, en un mismo bloque político, éstas pueden verse favorecidas. "Con un 50% de participación suelen bastar 400.000 votos para estar en la Eurocámara. A menos participación, menos papeletas para entrar y más facilidad para esos partidos con votantes fieles", añade. Menciona que esa percepción de menor relevancia de la cita electoral puede llevar a mucha gente a guiarse por "experimentos" y apoyar propuestas más novedosas o radicales dentro de un mismo espacio.

Pablo Simón, politólogo y profesor en la UC3M coincide con Peytibi. "No está nada claro que la abstención tenga un efecto diferencial entre bloques. Más bien tiende a perjudicar a los grandes partidos frente a los pequeños", afirma. "Si la abstención sube, el número de votos que necesitas es menor. Eso combinado con que suelen estar más movilizados aunque sean menos, les da una buena oportunidad", recalca. A cuenta de los 'ensayos' electorales se pronuncia el periodista, politólogo y consultor Jordi Sarrión-Carbonell. Advierte de dos, uno por cada costado del eje derecha-izquierda.

Los grandes beneficiados por la abstención son los pequeños partidos, muy movilizados y favorables a los 'ensayos' del electorado

Xavier Peytibi y Pablo Simón, politólogos

En la izquierda, como ya menciona Molina, Sumar apunta a perder una base importante de su voto por desencantados o quien quiere ejercer un 'voto útil': "entre el 31 y el 40%". Optarán, dice Sarrión-Carbonell, "por un Sánchez ahora más gamberro, con otra 'carta a la ciudadanía", una nueva apuesta similar a la de las catalanas que "parece que le puede funcionar". Pero también por Podemos. "Tengo muy claro que va a conseguir superar a Sumar. Es una posibilidad bastante realista. Irene Montero está haciendo una buena campaña, y ha conseguido eclipsar" a Estrella Galán, que "no es muy conocido".

En la derecha, "hay quienes iban a abstenerse, pero votarán". "Una parte importante de abstencionistas que pudieron apoyar a Vox, ahora se decantan por [Luis Pérez] Alvise", expone, el candidato de Se Acabó La Fiesta (SALF). "¿Por qué? Tiene un discurso populista que interpela directamente a muchas personas que se encuentran fuera de la política".

Otros dos de los detalles de Sarrión-Carbonell son que en estas elecciones "hay un reforzamiento del bipartidismo". "Salvo sorpresa mayúscula, PP y PSOE superarán el 60% del voto" que se registre. A la estrategia de adhesión del PSOE, se une, detalla el politólogo, la de nacionalización de la campaña de la derecha. "El PP quiere jugar esa baza para movilizar", porque cuanto más de derecha es el electorado, prefieren emular una especie de "plebiscito" contra Sánchez. Hay que ver, si los populares lo aprovechan o se ven perjudicados por Vox y su apelación a la inmigración o el campo.

Una de las percepciones de Sarrión-Carbonell es que la imagen de Europa en España ha mejorado. Han influido, por ejemplo, "los fondos Next Generation" tras la pandemia. Dando una visión más solidaria en la etapa post covid diferente a la de la crisis del euro y las recetas de austeridad. Además, "está mejorando su comunicación y acercándose a la ciudadanía". Pese a todo, "el camino es largo" y estos cambios, aún, "propician cambios en la abstención".