Ni España se convertirá en la Venezuela de Maduro si gana o empata el PSOE este domingo, ni la democracia correrá peligro si el PP logra una ventaja sustancial sobre los socialistas.

En esta campaña se ha exagerado tanto, que hasta Teresa Ribera, cabeza de lista del PSOE, y vicepresidenta que pasaba por sosa en comparación con su colega María Jesús Montero, gritó el miércoles en un mitin en Benalmádena: "No pasarán". Como si estuviera en el Madrid de la guerra civil. Algunos parecen añorar aquellos tiempos de sangre, penalidades y barbarie.

Con unos mensajes tan apocalípticos no es extraño que más de la mitad de los votantes se vayan a quedar en casa el 9-J. La audiencia del último debate emitido por TVE (lo vieron una media de 750.000 personas, una birria) demuestra que la gente está cansada de tanto ruido, que la política está cada vez más alejada de la calle.

El debate sobre Europa prácticamente no ha existido. Se ha hablado más de Begoña Gómez o del fango que de las propuestas de cada partido para una Europa en plena encrucijada. Lo que importa es el poder y cada elección se plantea como un plebiscito; bien sobre el presidente Sánchez; o bien, sobre el líder de la oposición Feijóo.

Planteadas así las europeas de este 9 de junio, lo relevante es qué consecuencias va a tener para la política nacional que se produzca una de las dos hipótesis antes planteadas. A la que se podría añadir una tercera: que gane el PP pero no con suficiente holgura como para desbancar a Sánchez si se trasladara ese resultado a unas elecciones generales.

1.- El PSOE logra un empate o gana las elecciones.

Si se diera ese escenario, Sánchez lo interpretaría como un aval ciudadano a sus políticas y lo aprovecharía para pasar a la ofensiva en los sectores en los que ha focalizado la "máquina del fango": la justicia y los medios de comunicación.

El ministro Bolaños ya tiene entre manos el proyecto legislativo para cambiar el sistema de mayorías que permitiría renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sin el concurso del PP. Tanto en Ferraz como en Moncloa se considera a la Justicia como el mayor obstáculo para llevar a cabo las políticas del Gobierno. El ejemplo más claro es la oposición de la Sala Segunda del Supremo a la ley de amnistía y la posición también contraria de los fiscales del procés, a quienes corresponderá aplicarla una vez que esté ya publicada en el BOE.

Pero, además, tras la imputación de la esposa del presidente, desde la izquierda se ha extendido la tesis de que los jueces juegan en su mayoría a favor de la derecha y la extrema derecha. De ahí la que le ha caído a Juan Carlos Peinado, al que implícitamente varios ministro han acusado de prevaricador.

Si el PSOE gana o empata el domingo, jueces y periodistas tendremos que atarnos los machos

En cuanto a los medios de comunicación, el Gobierno ya tiene en marcha el cambio de criterio sobre la adjudicación de la publicidad institucional, introduciendo consideraciones sobre la veracidad de sus informaciones que me temo serán muy discutibles, pero que, en todo caso, premiarán a los que aplauden las políticas de Sánchez.

Algunos medios salivan ante esa perspectiva, que les daría más participación en la tarta publicitaria a costa de los "divulgadores de bulos". Los hay que incluso proponen resucitar una ley de prensa, como la que en su día patrocinó Fraga Iribarne, pero ésta destinada a domesticar a los medios no abiertamente progresistas.

Con un buen resultado (empate o victoria), Sánchez siempre podría tener la posibilidad de adelantar las elecciones generales si la negociación para formar gobierno en Cataluña se complica.

Por supuesto, como una derivada de lo anterior, gobierno y PSOE se lanzarían a socavar el liderazgo de Feijóo, para debilitar al líder del PP y alimentar la tesis de que la derecha necesita un nuevo jefe (o jefa) de filas.

2.- El PP gana con suficiencia y logra 4 escaños o más de ventaja sobre el PSOE.

Ese resultado, que supondría para el PP quedar más de cinco puntos por encima del PSOE, hace un par de meses parecía modesto, pero ahora parece casi el Himalaya. En todo caso, sería un éxito innegable para el PP. Feijóo vería reforzado su papel como jefe de la derecha y le permitiría pasar a la ofensiva en terrenos fértiles para su electorado como la lucha contra la amnistía o contra la corrupción.

Naturalmente, esa ventaja alejaría la posibilidad de una repetición electoral. Sánchez se aferraría a su mayoría parlamentaria para aguantar hasta el final de la legislatura. Recordemos que en las generales de julio de 2023 el PP sólo le sacó 1,38 puntos de ventaja al PSOE. Sacándole más de cinco puntos, el PP se acercaría al limbo de los 160 escaños o incluso más, siempre en la hipótesis del traslado de ese resultado a unas elecciones generales.

Sin duda, ese resultado daría vencedor al bloque de la derecha y le permitiría a Feijóo plantearse la posibilidad de una moción de censura, que podría salir vencedora siempre que Junts o PNV -poco probable- votaran contra Sánchez.

3.- El PP gana por dos escaños o menos.

Un triunfo por la mínima llevaría a eso que hemos visto en tantas noches electorales. Feijóo diría que ha ganado el PP, y no le faltaría razón. Pero Sánchez podría agarrarse la idea del "somos más", como ya hizo en la noche electoral del 23 de julio de 2023. Con un resultado así, Ferraz y Moncloa se fijarían en la suma del bloque de investidura, que podría quedar por encima de la suma del bloque de la derecha.

Este cambio de prisma a conveniencia corre camino de convertirse en un clásico para Sánchez: si gano con suficiencia no me fijo en la suma del bloque, pero si pierdo por poco entonces sumo a ver si me apunto el triunfo.

En este tercer escenario, muy probable a la luz de los últimos sondeos, la situación política quedaría estancada. Estaríamos en un más de lo mismo, pero con un electorado ya agotado, tras seis elecciones en menos de un año. Aunque ya ese exceso de consultas es nocivo, lo peor es que se produce en un contexto en el que los ataques cruzados entre los principales partidos han llegado a límites desconocidos hasta ahora. ¿Cómo serán los plenos del Congreso o las sesiones de control si nada cambia sustancialmente a partir del 9-N?. No quiero ni imaginarlo.

Pero sí tengo clara una cosa, la falta de expectativa de cambio lleva indefectiblemente a la desafección. Y eso sí que es un peligro para la democracia.