Durante décadas fueron búnkeres, territorios casi blindados e hipervigilados. La amenaza se cernía sobre ellos, no en vano, se convirtieron en objetivo prioritario del terrorismo de ETA. Vic o Zaragoza fueron sólo dos de los episodios más crueles. Ese peligro que sobrevolaba sus alrededores los aisló aún más de la sociedad civil, que en gran medida procuró no aproximarse a ellos. La pugna política en la que las formaciones nacionalistas los convirtieron en una suerte de ‘fuerzas de ocupación’ que no eran bienvenidas en Euskadi también alimentó ese recelo. Los cuarteles de la Guardia Civil se convirtieron en lugares en sombra en la sociedad vasca. Las prácticas abusivas y fuera de la ley que algunos de sus cuarteles ejercieron en la llamada ‘guerra sucia’ contra el terrorismo también favoreció ese rechazo y alejamiento social. En su interior, familias enteras terminaron por resignarse a vivir bajo aquella amenaza y sufrimiento, normalizando un aislamiento, un muro social, difícil de soportar y que aún hoy no ha caído del todo.
Han pasado doce años desde que ETA anunció el cese definitivo de sus acciones criminales y seis desde que formalizó su disolución. En este tiempo el contexto ha cambiado radicalmente. Pese a que la normalización aún no es plena, la convivencia comienza a abrirse. Hoy un sencillo acto, frecuente en el resto del país, irrumpirá como símbolo de este nuevo tiempo: una jornada de puertas abiertas a la sociedad en un cuartel de la Guardia Civil: “Es una apertura de puertas física y mental”, asegura a El Independiente la delegada del Gobierno en Euskadi, Marisol Garmendia.
Es un paso más en el proceso de desescalada que de modo progresivo se viene produciendo en el País Vasco. Cuando en enero del año pasado el general de brigada José Antonio Mingorance se puso al frente de la Guardia Civil en Euskadi tenía a su mando una plantilla de 2.200 agentes. Supone un 20% menos que hace una década y un 40% por debajo de los efectivos destinados en el País Vasco durante el último año en el que ETA cometió atentados, en 2010.
Ahora, la recién nombrada delegada del Gobierno y el general Mingorance han acordado dar un paso más para derribar la barrera que aún hoy aleja a la Guardia Civil y a la sociedad vasca. La primera jornada de puertas abiertas en casi medio siglo es algo más que simbólica. Desde primera hora el cuartel de la Guardia Civil de Sansomendi en Vitoria recibirá a los ciudadanos que deseen conocer su labor, sus unidades de intervención. Serán una decena de unidades las que esta mañana mostrarán a la ciudadanía la labor que llevan a cabo, en un intento por derribar prejuicios e ideas aún muy instaladas en la sociedad vasca.
Una convivencia necesaria
Todo surgió apenas días después de la llegada de Garmendia a la delegación territorial del Ejecutivo a finales de marzo. En su primer encuentro con las jefaturas de la Guardia Civil y la Policía Nacional en Euskadi les traslado su deseo de abrir puertas, de acercar ambas instituciones a la sociedad vasca. “Hay que romper los prejuicios que tenemos los vascos y vascas hacia estos cuerpos. Yo quería darles visibilidad, normalizar el trabajo que realizan en el seno de la sociedad vasca”. La primera pregunta que les trasladó en aquel encuentro fue si existían problemas de seguridad que pudieran limitar en la Euskadi actual una actividad tan extendida en el resto del país como la apertura al pública: “Para mi sorpresa, el general me dijo que no, que no había ningún problema. Fue entonces cuando planteé la idea y se puso en marcha”.
El pasado 14 de mayo ya se dio un primer paso. Fue otra “primera vez” de la guardia Civil en Euskadi. En esta ocasión se trató de un desfile con motivo del 180 aniversario de su presencia en la capital alavesa. La novedad radicó en que se celebró en plena calle, más allá de los muros del cuartel que hasta entonces siempre habían dado cobijo –y aislamiento forzoso- a cualquier acto de la Benemérita en Vitoria.
“Este es un camino que hay que recorrer. No es algo que se pueda hacer rápidamente, debe asentarse sobre una base de convivencia normalizada, en la que la gente, piense lo que piense, tenga la ideología que y tenga, sea capaz de convivir y en la que todos podamos compartir espacios en una misma ciudad”, asegura a este diario Primitivo Hernández Martín, uno de los máximos responsables de la Guardia Civil en el País Vasco.
Esta mañana en el cuartel de Sansomendi se exhibirán unidades como la de desactivación de explosivos, tristemente la más conocida durante demasiados años en Euskadi. También la de rescate en montaña, el grupo de acción rápida, el de actividades subacuáticas u otras de más reciente creación como la ‘Pegaso’, con sus drones encargados de la vigilancia de los cielos.
Hacer "una vida normal"
Pese a los casi dos siglos de presencia en Vitoria, la Guardia Civil actual es para muchos vascos una gran desconocida. El contexto social ha comenzado a cambiar en los últimos años y la realidad de los agentes también lo ha hecho. Hoy hay más agentes viviendo fuera del cuartel que dentro de él. Actualmente alrededor de un centenar de familias vive tras la protección de los muros del cuartel pero casi otros 150 agentes lo hacen en pisos de Vitoria y sus alrededores: “Desde que ya no hay atentados las familias y la institución en su conjunto vive mucho más tranquila y relajada, centrada en sus cometidos de seguridad y de defensa de la libertad de los ciudadanos. Y los que viven fuera también hacen una vida normal”, asegura Hernández Martín.
Hacer “una vida normal” siendo guardia civil aún hoy es un privilegio. En las grandes ciudades es posible, en los pequeños municipios no tanto: “En ciudades como Vitoria ya pueden salir a tomar un ‘pintxo-pote’, a hacer la compra, a llevar a los hijos al colegio como en cualquier otra ciudad de España. Pero no es lo mismo prestar servicio en Vitoria que en localidades como Oñati, por ejemplo, donde aún deben tener prevenciones en su relación con el entorno”.
El acto que hoy se celebrará supone un paso más para dejar atrás un tiempo de penumbra, para mostrar su labor sin prejuicios de uno y otro lado. Entre los casi 800 agentes destinados en Alava muchos conocieron los años más dramáticos de la amenaza de ETA. Los más jóvenes y los recién llegados sólo la han conocido en boca y relato de los veteranos: “La inmensa mayoría está muy ilusionada con esta jornada de puertas abiertas. Quieren que se les conozca, que la ciudadanía sepa lo que realmente hacemos y que tengan confianza para acudir a nosotros en busca de ayuda cuando la necesiten. Se deben aproximar lazos entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, en este caso la Guardia Civil, y la población”, concluye Hernández Martín.
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