La más que probable marcha de Teresa Ribera a Bruselas para ocupar el cargo de comisaria e incluso vicepresidenta de la Comisión Europea dejará vacía la vicepresidencia tercera del Gobierno. Un cotizado puesto al que aspira José Manuel Albares, crecido por el reconocimiento de Palestina y pese a las críticas furibundas que despierta su gestión entre los diplomáticos, cansados de sus formas y de su incapacidad para delegar la más nimia de las decisiones.

“Sus miras están ahora mismo puestas en la vicepresidencia del Gobierno”, desliza una fuente de Exteriores que conoce bien a Albares en declaraciones a El Independiente. La remodelación gubernamental no será inmediata. Sánchez tendrá primero que lidiar con la incertidumbre que provoca ahora la situación en Cataluña, los escollos que separan a Salvador Illa de la presidencia de la Generalitat y el apoyo de los independentistas en Madrid.

Remodelación ministerial en otoño

Nadie espera el cambio de ministros hasta bien entrado el otoño. Ribera, que con probabilidad ni siquiera recogerá el acta de eurodiputada, despejará durante el verano su aspiración de llegar a la Comisión y la apuesta del PSOE de hacerlo con el puesto de vicepresidenta. Su intención es permanecer en el Gabinete hasta octubre o noviembre, cuando -tras las negociaciones entre populares, socialdemócratas y liberales- quede expedito su camino hacia el cargo de comisaria, con competencias en energía y clima.

Si finalmente se produce su salida, Albares podría aspirar a heredar su vicepresidencia tercera. “Me juego el cuello a que en esa remodelación Albares se llevará la vicepresidencia”, desliza un diplomático. “Quiere hacer historia, porque por primera vez un ministro de Exteriores ocuparía la vicepresidencia”, agrega. En esa búsqueda del puesto, las fuentes consultadas atribuyen la sobreactuación de Albares a la crisis con Argentina.

“Todos los presidentes del Gobierno han tenido un talón de Aquiles y el de Sánchez podría ser Begoña Gómez. Albares es el primer miembro del Gobierno que no solo hace declaraciones en apoyo de la inocencia de Begoña sino que actúa en consecuencia. En vez de haber ignorado a Milei y haber dicho que era una cuestión personal y que las relaciones entre Argentina y España son mucho más importantes, como ocurrió en las crisis de Marruecos, Argelia o en la primera crisis de Israel, decide montar todo lo que ha montado, precisamente a cuenta de Begoña. Y ese es un gesto que Sánchez no olvidará jamás y que tiene que verse en clave de la próxima remodelación”, alegan desde Exteriores.

Albares quiere hacer historia, porque por primera vez un ministro de Exteriores ocuparía la vicepresidencia

El reconocimiento de Palestina en plena cuenta atrás para las europeas y el anuncio de la adhesión de España a la demanda de Sudáfrica en al Corte Internacional de Justicia por genocidio tenían un marcado objetivo electoralista. “Albares le ofreció en clave absolutamente interna antes de las elecciones el reconocimiento de Palestina con el objetivo de aglutinar el voto de la izquierda en torno al PSOE. Es otro favor que le hace a Sánchez. De haber estado la cuerda floja se ha convertido en la mano derecha de Pedro Sánchez, porque le ha mostrado fidelidad absoluta”, ilustra sin titubeos un diplomático.

Los "cadáveres" de Albares

La recompensa a esa lealtad sería suceder a Ribera y confirmar a ojos de todos la férrea complicidad que le une a Sánchez. Una relación de larga data que ha salido indemne hasta ahora de todos los bretes pese a la magnitud de los obstáculos y a que la propia personalidad de Albares -“y sus complejos”, esbozan algunos diplomáticos- haya tensado las relaciones con otros miembros del Consejo de Ministros, el PSOE e incluso Zarzuela. “Josep Borrell no disimula en los pasillos de Bruselas sus malas relaciones con Albares, aunque su respeto por el presidente Sánchez le ha impedido tratar este asunto abiertamente con él. La falta de química entre Borrell y Albares se remonta a la etapa de Borrell como ministro de Exteriores, en la que Albares obstaculizó el flujo de información desde Moncloa al ministerio todo lo que pudo -lo contrario que exige ahora a los equipos de Sánchez-, creando situaciones insostenibles”, rememora un diplomático al tanto de aquellas conspiraciones en las que muchos sitúan los años de Albares en la sombra.

Si hay alguien que ha sufrido en carne propia la cólera de Albares es Camilo Villarino, nombrado el pasado enero jefe de la Casa del Rey en sustitución de Jaime Alfonsín. “El propio jefe de gabinete de Borrell cuando era ministro fue bloqueado como candidato a embajador en Moscú cuando Albares llegó al ministerio, lo que obligó a Borrell a rescatarlo para un puesto en su gabinete en Bruselas, desde el que la comunicación con Madrid nunca ha resultado fácil. Ahora, esa persona que Albares vetó personalmente y con desprecio como embajador es el nuevo jefe de la Casa de Su Majestad el Rey. Los cadáveres que Albares ha ido dejando en el tiempo que ha sido ministro se le aparecen en todas las instituciones. El gabinete del Alto Representante en Bruselas y la Casa del Rey no parecen instituciones insignificantes como para no preocuparse por esta situación”, alertan fuentes diplomáticas.

Jalloul era el enemigo público número uno de Albares, porque él veía que era la única persona que le podía mover la silla

El ministro también ha alimentado conflictos en Ferraz. La damnificada de sus tejemanejes ha sido Hana Jalloul, secretaria de Política Internacional y Cooperación al Desarrollo del PSOE. “Era una persona del círculo inmediato de Sánchez, a la que le tenía mucho aprecio y que era buenísima. Hubiera sido una gran ministra de Exteriores”, comenta un diplomático. “Jalloul era el enemigo público número uno de Albares, porque él veía que era la única persona que le podía mover la silla. No porque ella quisiera, sino porque era muy buena y todo el mundo habla bien de ella, no solo en el partido sino también con otros grupos políticos Sabe construir y todo el mundo que ha tratado con ella la aprecia. Albares ha hecho todo lo posible por amargarla, porque comprende que es una persona mucho mejor que él; que habla tres idiomas extranjeros, incluido el árabe, a la perfección. Habría sido una candidata perfecta”.

Las voces que piden un cambio en Exteriores

A ese reguero de víctimas de Albares se une el ruido interno en Exteriores, donde se habla de la necesidad de un recambio. “Hablar de un nuevo ministro de exteriores en medio de la cuasi ruptura de relaciones diplomáticas con Argentina, y de dos crisis bélicas que amenazan la paz y la estabilidad mundial, podría parecer extemporáneo, pero es precisamente la gravedad de las crisis, la que nos debe llevar a preguntarnos por su idoneidad, su poder de interlocución, su influencia real. Israel, Palestina, los países del Golfo, Egipto, Libia, Argelia, Túnez e incluso Marruecos, Europa o América Latina, ¿qué papel juega en todos estos países el ministro español de Exteriores?”, se interroga un diplomático consultado por este diario.

Ni siquiera Marruecos, tan cercano a España tras la carta del presidente sobre la posición respecto al Sáhara, reconoce como interlocutor de suficiente peso a Albares

“Ni siquiera Marruecos, tan cercano a España tras la carta del presidente sobre la posición respecto al Sáhara, reconoce como interlocutor de suficiente peso a Albares. Mucho menos Argelia, con el que estamos muy lejos de recuperar la normalidad en nuestras relaciones diplomáticas, y Albares es identificado como el causante de la crisis. ¿Cómo es posible que el ministro de exteriores de España no sea reconocido como interlocutor por Argelia, el país más grande de África, vecino de España, con el que tenemos tantas relaciones de todo tipo, teniendo en cuenta además su carácter estratégico desde el punto de vista energético? ¿es esta situación sostenible, siquiera en el corto plazo?”, abunda.

Quienes abogan por un relevo esgrimen como una de las razones la misma que operó para la abrupta salida de escena de su predecesora, Arancha González Laya. “Sánchez tuvo razones para cesar a González Laya. No era posible mantener a una ministra que no tenía relaciones con Marruecos. Pero esa misma lógica es aplicable a Albares, con más motivos, con muchos más motivos. No es respetado por Marruecos; no es reconocido por Argelia; no ha creado un tejido de relaciones de confianza entre sus homólogos árabes, que siguen sujetos a la confianza del exministro Moratinos; es descalificado por Israel; no es Albares quien influye en Europa, sino el Alto Representante Borrell y Sánchez, como lo demuestra la implicación personal del presidente para recabar los apoyos de los distintos países para el reconocimiento de Palestina. ¿Realmente no podría haber trabajado Albares con más eficacia nuevos apoyos para ese reconocimiento, teniendo en cuenta la contundencia de los argumentos que existen?”, arguyen.

"¿Su legado? No existe"

El legado de Albares, murmuran los diplomáticos, es exiguo, tanto como sus méritos para llegar a ministro. “¿Cuál ha sido su papel en América Latina, su legado? No existe. Salvo el que ha emergido con Argentina, retirando a la embajadora de España y condicionando su regreso a que Milei pida disculpas públicas, algo que todos sabemos que no va a ocurrir”. Algunas fuentes en Exteriores vinculan incluso la retirada de la embajadora española, María Jesús Alonso Jiménez, a un arrebato de Albares, que ya había tenido roces con Alonso durante una visita a Buenos Aires. “Mató dos pájaros de un tiro: aprovechar la crisis con Milei para destituirla, pero ahora estamos en manos de Argentina. Si hubiera estado en consultas, España podría haber recompuesto las relaciones cuando quisiera pero ahora dependemos de Argentina. Se ha cobrado el castigo lesionando los intereses españoles”, apunta un diplomático.

Albares ha protagonizado encontronazos similares con otros embajadores durante sus visitas a las legaciones en el exterior. Un carácter áspero y “pendenciero” que le ha creado cuantiosos enemigos en la carrera diplomática. “La diplomacia es sutil pero implacable. En el uniforme oficial del diplomático, la espada es un elemento tan consustancial como el bordado de la pechera. Y esas espadas ya están en alto para cobrarse el precio del ninguneo con el que el ministro Albares ha tratado a la diplomacia española y a nuestra política exterior en los años que lleva al frente de la cartera. Es hora de un cambio, claman tanto en Santa Cruz como en Marqués de Salamanca, las dos sedes del ministerio de Exteriores”, advierte una voz desde dentro.

Dentro de la carrera diplomática se le conoce como el emperador, por su mal carácter y sus maneras autoritarias

“Dentro de la carrera diplomática se le conoce como el emperador, por su mal carácter y sus maneras autoritarias. La obsesión de Albares por controlarlo todo implica imponer su decisión sobre cualquier cosa que ocurre, ya sean nombramientos -por nimios que sean-, estructura o política, sin espacio para que el ministerio, es decir, el cúmulo de conocimiento que tienen los diplomáticos y que se actualiza diariamente por los conductos de las embajadas gracias a los telegramas que se reciben, tenga ninguna influencia en las decisiones, ni siquiera como base para la reflexión”, añaden. No existe análisis; Albares ningunea cualquier punto de vista que no sea el suyo y ha marginado al ministerio, argumentan los diplomáticos, jóvenes y mayores, que aseguran “no haber visto nada parecido hasta el momento”.

“A quienes en algún momento han defendido algún punto de vista distinto, Albares simplemente los ha destituido o los ha escondido en lugares periféricos para que sus voces no sean escuchadas. Ocurrió con el Secretario de Estado para la Unión Europea, Juan González Barba, que Albares cesó con nocturnidad, bajo el argumento de haber buscado un alto puesto en Naciones Unidas -Enviado para el conflicto de Chipre-, sin el consentimiento de Albares”, rememoran. “El ejemplo de González Barba, que era cercano a  Sánchez, ilustra bien cómo Albares filtra la información que le llega al presidente del Gobierno para mantener a raya al ministerio de Exteriores, sin que el presidente conozca los entresijos”.

“¿Conoce Sánchez realmente a su ministro?”, se preguntan algunos diplomáticos. Consideran que presidente y ministro tienen “personalidades diferentes”. “Sánchez evita la presión autoritaria con su equipo y en las relaciones con los departamentos ministeriales, al contrario que Albares, que transmite su autoritarismo desde el ministerio al propio equipo del presidente en Moncloa y a la secretaría de internacional del PSOE, equipos con los que Albares no tiene química alguna”. “Si Sánchez y Albares son tan distintos en las formas y el fondo; si el autoritarismo de Albares dificulta las relaciones con el equipo de Moncloa y de Ferraz; si Albares carece del reconocimiento de interlocutores esenciales para la política exterior de España; si la gestión del ministerio es tan problemática y su deriva permite vislumbrar una crisis interna; y si no hay atisbos de un rumbo corrector de nada de esto, por imposibilidad o incapacidad del propio ministro, ¿se planteará Sánchez la necesidad de que España cuente con un nuevo ministro de Exteriores?”, se interroga una de las fuentes consultadas.