El 2 de diciembre de 2020, Jacobo Barchín salió de su casa en El Campello, Alicante, con su bicicleta. Aficionado al deporte, las dos ruedas eran una de sus pasiones. La otra, además de su mujer, es ser guardia civil. Cuando se montó en el sillín no sabía que sería la última vez que lo haría. En su camino se encontró con una arqueta totalmente abierta, sin señalizar y sin alcantarillar. Allí fue a parar él. El accidente le provocó una lesión medular incompleta en la vértebra dorsal 12. Desde entonces está en silla de ruedas.
Hace tres años y medio se truncó su relación con la bici. Tras la rehabilitación asentó la que todavía tiene con su mujer, contrayendo matrimonio en julio del año pasado. Ahora lucha para no perder la que tiene con la Benemérita. Lo de Jacobo con la Guardia Civil es "totalmente vocacional", señala Raquel. Jacobo, como ella, tiene 33 años. Llevan 12 juntos. Él es de San Clemente, en Cuenca, y ella de Albacete.
Cuando intentó entrar en la Guardia Civil le tocaron los años de los recortes. Las tasas de reposición se ajustaban al 10%. Como las plazas eran limitadas, decidió hacerse militar, esperar a los cinco años e intentarlo con las plazas reservadas para acceder al Instituto Armado. No le hizo falta: "Se sacó su plaza sin usar la reserva". Con el uniforme caqui del Ejército de Tierra estuvo cuatro años, de 2011 a 2015, cuando aprobó la oposición. Estuvo destinado en infantería, en El Goloso en Madrid.
Ya como guardia civil, su especialidad ha sido la seguridad ciudadana, patrullando las calles. Hizo las prácticas en su pueblo antes de pasar tres años en Albocácer. De ahí, justo antes de la pandemia, pasó destinado a El Campello, donde tiene su plaza. No había pasado un año desde que llegó, empezó a vivir con la que ahora es su mujer y tuvo el accidente. "Te cambia la vida por completo en un segundo, la vida con la que siempre soñó…".
Al altar, de pie
El accidente fue tal, que tuvo que actuar un helicóptero de emergencias para rescatarle. 2 de diciembre de 2020. Desde ese día tiene una discapacidad física del 70%, pero sólo de cintura para abajo aunque puede ponerse de pie y caminar distancias cortas. Al altar, hace un año, fue erguido con la ayuda de un andador mientras sus compañeros blandían sus sables al cielo. "Le dijeron que era un chaval joven y que la recuperación estaba yendo muy bien". Jacobo tenía ganas de volver a la Guardia Civil. El deseo sigue intacto.
Después de ‘pelearse’ con la rehabilitación y demostrar a aquellos que le dijeron que no volvería a andar que estaban equivocados, su lucha ahora está con la institución que le encendió la ilusión hace 15 años cuando se propuso entrar en la Guardia Civil. La dirección general dice que tiene una "incapacidad permanente" y que no es apto para trabajar en el Instituto Armado. Quieren mandarle al retiro.
"Tiene intactas sus capacidades cognitivas y miembros superiores, es completamente independiente. Puede hacer cualquier trabajo administrativo", señala Raquel, que le acompaña en su periplo desde aquella mañana de finales de 2020. Cuando se cumplió un y medio del accidente, Jacobo fue a un tribunal médico en Valencia por primera vez. A los examinadores les sorprendió lo bien que iba la recuperación, y le prometieron que iban a hacer todo lo posible para que le reconociesen apto con limitaciones. Que pudiese volver a trabajar en el Cuerpo.
Apoyo jurídico
A los seis meses, en marzo de 2023, le llamaron desde el mismo tribunal. Su ilusión se desvaneció rápidamente. "Le dijeron que con un 70% de discapacidad no podían adaptarle un puesto de trabajo", señala Raquel. La médica que le atendió vino a decirle que se buscase una asociación por las tardes para que estuviese entretenido. Jacobo no le hizo caso, y de la mano de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) y su servicio jurídico presentaron alegaciones. Le quedaba una nueva revisión, ahora en el Hospital Gómez Ulla, en Madrid, a principios de este año.
La Junta médico pericial superior del hospital militar le derivó a los especialistas, al traumatólogo y al neurólogo. De palabra le dijeron que iban a hacer todo lo posible por ayudarle, que estaba capacitado para poder trabajar en una oficina sin ningún tipo de problemas. Hace dos semanas Jacobo accedió a su expediente. "No lo podía creer. Volvieron a hacer lo contrario de lo que dijeron". Raquel explica que en su informe aparece como incapacitado para trabajar, por lo que este jueves ha vuelto a presentar alegaciones de la mano de la asociación.
"No le importaría cambiar de destino si con eso puede trabajar, aunque donde está ahora tiene todo lo que necesita", explica su mujer al otro lado del teléfono. El cuartel de El Campello tiene una rampa de acceso para personas con movilidad reducida, puestos de oficina y un baño adaptado grande, espacioso, por lo que la Dirección General no tendría ni que emprender remodelaciones.
Sin precedentes
Desde que salió del hospital a principios de 2022, Jacobo y Raquel viven de alquiler en Barraca de Aguas Vivas, en el municipio de Alcira. Al estar de baja médica, él ingresa unos 300 euros menos que su nómina oficial. Ella está sin trabajo y sin paro. Tenía que entrar a trabajar a un supermercado el mismo día que su entonces novio tuvo el accidente. No pudo coger el trabajo.
Ni Jacobo ni AUGC conocen un caso en la Guardia Civil de un agente en activo en silla de ruedas que esté declarado apto con limitaciones, que es lo que piden para él. Donde sí lo hay, paradójicamente, es en el Ejército de Tierra. La soldado Isabel Fernández tuvo un accidente en 2015 que la obligó a moverse en este vehículo individual en la academia de infantería de Toledo. "Creemos que le están discriminando por su discapacidad. No sabemos si es por un tema de prejuicios o de imagen", se lamenta Raquel.
"Tiene derecho a que le traten como cualquier otra persona. A decidir su futuro y a poder trabajar. Tiene mucho que aportar todavía a la sociedad y a la Guardia Civil, a sus compañeros", clama como alegato final, esperando que estas líneas lleguen hasta al director del Instituto Armado, Leonardo Marcos.
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