Iluminaron las musas el domingo a Óscar Puente cuando respondió a un ataque del agitador Vito Quiles con la siguiente expresión: “Eres un saco de mierda”. Debió pensar que esa lindeza no era suficiente, así que remató el mensaje con un “me voy a encargar personalmente de que pagues por esto”, lo que equivale a pronunciar la famosa frase de todo aquel que ha capitulado ante su propia arrogancia y se ha convertido en Calígula: “Usted no sabe quién soy yo”.
Resulta bastante sencillo analizar este asunto porque todos son culpables y todos son parte del problema. Todos se dedican a diario a manejar desperdicios y a arrojárselos a la contraparte sin un especial rubor. Lo hacen, además, a sabiendas de que todo se pega y todo salpica, especialmente los aromas. No parece importarles y, dado que ninguna de las partes tiene defensa posible, tan sólo cabe repartir responsabilidades.
La primera es la más evidente, la del ministro de Transportes, a quien algún irresponsable debió reír las gracias hace mucho tiempo. Quizás germinó ahí el personaje que interpreta, que es el de un político malencarado que lo mismo despotrica contra los competidores de Renfe que se expresa de forma faltona con la oposición o con tuiteros que no tienen mayor trascendencia. Puente ha hecho de la descalificación su estilo y de la chulería su principal rasgo, lo que en realidad le perjudica. Porque seguramente el domingo tuviera razón ('los Quiles' no tienen límite y a veces ni conciencia), pero todo eso queda en un segundo plano ante sus exabruptos.
El conflicto con Argetina
Pero nada de todo esto es casual. Es evidente que cualquier ministro que hubiera generado un conflicto como el que inició con Argentina tras asegurar que Javier Milei “consumía sustancias” hubiese sido destituido en caso de cometer ese error. Pero ahí no ocurrió tal cosa. Sobra decir que estaba todo premeditado. Se trataba de utilizar al ruidoso populista argentino para avivar el voto socialista de cara a las elecciones europeas. Y funcionó. Sálvame también tenía una extraordinaria audiencia en su tiempo. Engordó la fortuna de los Berlusconi e hizo rico a Jorge Javier Vázquez.
Entre todos se necesitan y entre todos envenenan a los españoles con un producto que manejan en cantidades industriales: la "mierda"
Sospecho que tampoco es casualidad que Puente increpe ahora a Quiles. A pocas semanas de que el Ejecutivo presente su “paquete de regeneración mediática” en el Congreso de los Diputados, parece que alguien de Moncloa ha considerado como una buena idea el hecho de inflar a los monstruos de Telegram -todavía más- para justificar sus medidas contra la prensa crítica.
La estrategia es perfecta: cuanto más se hable de 'los Alvises' en los medios afines, más dividido estará el voto de la derecha desnortada (valga la redundancia) y, a la vez, más se caricaturizará a la prensa crítica, que es a la que quiere amedrentar el Ejecutivo. Esto último lo hará, además, con modificaciones normativas que se presentarán en paralelo a las que incluye el Reglamento Europeo de Libertad de Medios de Comunicación. Esto es tan incomprensible como inquietante; y generará un triple efecto: los agitadores no dejarán de agitar porque viven de ello. Los lamerones no dejarán de lamer… por lo mismo. Y los periodistas vocacionales a lo mejor se lo piensan dos veces antes de ser valientes porque, quizás, en un futuro lejano se pague más caro un delito contra el honor juzgado por un mal juez que un acto de sedición o de malversación de fondos públicos.
Ellos ganan, todos perdemos
A ‘los Alvises’ y a ‘los Quiles’ tampoco les viene mal que les echen encima “sacos de mierda”. Todo lo contrario. Estos underdog nacen y se desarrollan en la zona de sombra del sistema mediático tradicional y se alimentan de un discurso antisistema que, en realidad, es falso, dado que es puro fantoche y artificio, aunque resulte muy efectivo entre sus seguidores.
Estos últimos -los followers- no son locos ni ultras, como quieren hacer creer los medios más soberbios estos días. Son en realidad ciudadanos desencantados y enfadados que votan a Alvise Pérez por puro malestar. Una buena parte de ellos considera a los medios de comunicación poco fiables y “cómplices del poder” -y lo hace con toda la razón- y ni siquiera se molesta en escucharlos.
El Instituto Reuters publicaba este lunes un informe en el que advertía de que el 40% de los ciudadanos ya ni siquiera presta atención a las noticias de los legacy media. Una parte de esa gente es seguidora de los Alvises y de los Quiles. De un partido político que en días anteriores avivaba teorías sobre el fraude electoral sin ninguna prueba (para variar) y que, lejos de corregir el sesgo y la actitud manipuladora de los medios tradicionales, los acentúa, lo que todavía despista más a su audiencia.
El "saco de mierda" de la propaganda
Óscar Puente ha llamado a uno de ellos “saco de mierda” y ha impactado al personal. Es lógico. El Ejecutivo no puede dar grandes lecciones de casi nada. Moncloa maneja el aparato de propaganda y no hay nada más manipulador y mendaz. Desde ahí surgió el “hemos vencido al virus” cuatro meses antes de que Pfizer patentara la primera vacuna; y el “la amnistía no tiene encaje constitucional”. O, más recientemente, el “no tiene lógica que Cataluña sea la tercera que más aporta y la decimocuarta que más recibe”.
Habrá quien lo considere inverosímil, pero lo cierto es que entre todos se necesitan y entre todos envenenan a los españoles con un producto que manejan en cantidades industriales (y que manejamos los medios, claro está). Es el que llena los sacos de los que hablaba Puente este domingo, que desprenden un aroma hediondo y que cada vez son más abundantes en este país, presa hoy de los ruidosos, de los polarizadores y de portavoces que son tan mal educados como los Puentes y los Alvises.
Son desgracias de nuestro tiempo y objeto de curiosidad de quienes nos sucederán, dentro de un siglo o dos, que se preguntarán: ¿pero por qué se pusieron en manos de estos ‘elementos’?
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