Con él llegó el escándalo. Javier Milei excita al Gobierno de manera un tanto infantil. Pero como Pedro Sánchez todo lo hace pensando en si le da votos, cree que maltratando al presidente argentino la izquierda española le estará eternamente agradecida. Además, Milei cometió el atropello de decir, en su anterior visita a Madrid donde acudió a un mitin de Vox, que la esposa del presidente estaba siendo investigada por corrupción, lo que, objetivamente, es verdad, pero que provocó una crisis diplomática todavía no resuelta.
Milei es un político posmoderno. Políticamente incorrecto. En Europa no estamos acostumbrados a ver a un candidato acudiendo a sus mítines motosierra en ristre, que se atreve a cantar en actos públicos o que presume de haber clonado a su querido perro Conan.
Pero no es ese comportamiento atípico lo que cabrea a Sánchez. De ser así, ya habríamos roto relaciones con varios países latinoamericanos. No. Lo que le saca de quicio es su ultraliberalismo, su alergia al Estado, la forma en la que ha echado abajo algunas verdades absolutas de la izquierda.
Recordemos que Sánchez hizo campaña a favor del candidato peronista Sergio Massa, que perdió ante Milei en las elecciones celebradas el pasado 22 de octubre por más de 11 puntos.
Milei ganó porque la mayoría de los argentinos está cansada de peronismo, de intervencionismo del Estado, de subsidios y de pobreza. Pero sus recetas anarcocapitalistas son sencillamente irrealizables. La desaparición total del Estado es tan utópica como el comunismo.
Su programa máximo ha sido podado por el Senado argentino en una apretadísima votación. Las privatizaciones de grandes compañías como Aerolíneas Argentinas o la petrolera YPF no se llevarán a cabo. Los poderes especiales que reclamaba para sí han sido limitados y deben ser aprobados por las cámaras. La flexibilización del mercado laboral se ha modulado así como el recorte a las jubilaciones.
La realidad es la que es y todavía quedan muchos argentinos (un 44%) que siguen pensando que es bueno tener a un Estado poderoso y metomentodo. Milei no tiene mayoría suficiente para usar a fondo la motosierra y tal vez, aunque parezca paradójico, esa sea la garantía de continuidad de su gobierno.
En las relaciones exteriores debe primar el interés de la nación por encima de las afinidades ideológicas o personales
El liberalismo extremo, el anarcoliberalismo que abandera el presidente argentino, no sería posible ni aunque le hubiese votado el 99% de los argentinos. Prescindir del Estado completamente, excepto para tareas de defensa y orden público, supondría un retroceso inasumible para la población argentina. ¿Quién se haría cargo de la sanidad, de la educación, de las infraestructuras? A esas preguntas no dan respuesta las ideas de Milei.
Es legítimo criticar ese modelo de jibarización del Estado, incluso desde un punto de vista liberal. Un cambio era necesario en Argentina y han sido precisamente los contrapesos del Estado los que han hecho posible que su ley de Bases saliera adelante con bastantes ajustes y así recibiera el aplauso de los mercados y del FMI.
Además de un liberal de tomo y lomo, Milei es un ultra conservador. Defiende el matrimonio, está contra el aborto y profesa el judaísmo. Está a favor de Donald Trump y de Israel. Todo ello conforma un cóctel vomitivo para nuestro sectario presidente del Gobierno.
Guste o no, a Milei le votaron 14,5 millones de argentinos. Es el presidente legítimo de una nación con la que España mantiene profundos lazos culturales y económicos. En política exterior son los intereses de la nación los que deben primar, por encima de las afinidades políticas o personales.
Cuando el ministro agitador Oscar Puente, con el que Sánchez y su esposa mantienen una relación de amistad, insinuó que Milei se drogaba, el presidente debió exigirle que pidiera disculpas. En lugar de eso, le rio la gracia. No midió bien que enfrente tiene a un outsider que carece absolutamente de dotes diplomáticas.
El enfrentamiento ha seguido subiendo de temperatura. Este viernes llega a Madrid y por la noche recibirá el premio del Instituto Juan de Mariana. Antes de ese acto Isabel Díaz Ayuso le impondrá la Medalla Internacional de Madrid. ¡Para qué queríamos más! ¡Ayuso agasajando a Milei! El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, no ha dudado en acusar a la presidenta madrileña de "deslealtad institucional".
Probablemente, esta noche Milei dé cumplida respuesta al nuevo rifirrafe que se ha montado con su visita privada.
Al presidente argentino hay que pedirle mesura y respeto a nuestras instituciones, cosa que dudo que haga. Pero ese es su problema. Lo que no pueden hacer ni Sánchez ni su Gobierno es entrar al barro de la disputa, agrandando el conflicto diplomático que ya existe y que terminará perjudicando a miles de argentinos y españoles y a muchas empresas.
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