La Brigada Operativa de Apoyo (BOA) de la Policía Nacional lleva meses recabando pruebas para conocer el alcance de la supuesta filtración de información que hicieron dos agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) detenidos el pasado mes de septiembre en Madrid. La investigación revela que el alto mando que permanece en prisión provisional tuvo tres encuentros "casuales" con espías extranjeros, según la información a la que ha tenido acceso El Independiente.
El Juzgado de Instrucción número 7 de Madrid se ha hecho cargo de las pesquisas después de que fuera el propio CNI el que interpusiera una denuncia en la Fiscalía al admitir fallos internos en un control rutinario de información. El alcance de la fuga --que se presupone que ha terminado en manos de Estados Unidos-- ha podido ser tan alto como el rango del mando que se encuentra en el módulo de seguridad del centro penitenciario de Estremera (Madrid).
Según fuentes cercanas a la causa, este hombre llevaba 20 años en los servicios secretos españoles, ha desarrollado distintas operaciones por todo el mundo y formaba parte de la cúpula del Centro como responsable de la Contrainteligencia de Rusia. Las entradas y registros en la investigación han revelado que almacenaba numerosa información clasificada como secreta en su casa entre lo que se han encontrado nombres de fuentes humanas, nombres en clave de operaciones y de personal así como datos de la estructura y del despliegue español en el exterior.
En su domicilio se encontraron también aplicaciones, programas, dispositivos y sistemas electrónicos securizados "muy sofisticados" que los investigadores creen que pudieron serle facilitados por sus contactos en los servicios de inteligencia del extranjero.
Pero no sólo eso. También se ha comprobado que él consultó la base principal de datos de documentación del CNI, "accediendo a documentos que contenían información clasificada que no era de su competencia". Esta información no estaba relacionada con las misiones que le correspondían por su puesto de trabajo, ni tenía necesidad de conocer para el desarrollo de las mismas por lo que la sospecha de los investigadores es que la utilizaba para entregarla a agentes externos.
Esta línea se ve apuntalada con el supuesto reconocimiento que el propio militar español hizo cuando declaró en el juzgado que tuvo tres encuentros "casuales" en Madrid con miembros de servicios de inteligencia de otros países. Fuentes cercanas a la causa añaden que su relato pasa por negar cualquier tipo de traición y mal hacer en su trabajo y enmarca todo lo ocurrido dentro de las labores que le estaban asignadas.
Turquía y Arabia Saudí
Las diligencias tratan de esclarecer si la documentación que extrajeron supuestamente el alto mando, con la ayuda de un subordinado, terminó poniendo en riesgo la actividad de los espías. Los documentos a los que accedieron eran "contenido muy sensible para la Seguridad Nacional" y afectan al cumplimiento de las funciones legales encomendadas al Centro de Inteligencia.
Las pesquisas han constatado que guardaban notas informativas sobre Turquía, Arabia Saudí y herramientas propias del CNI. Además, en uno de los dispositivos del militar se localizaron fotografías de vacantes del órgano con nombres, claves y siglas, así como una fotografía de la pantalla de un ordenador del Centro que dirige Esperanza Casteleiro con localizaciones, nombres pseudónimos de agentes y otros datos personales de los integrantes.
Los dos detenidos se enfrentan a un delito de traición y otro de revelación de secretos. Uno de ellos fue excarcelado tras dos meses en prisión provisional y las pesquisas le otorgan un papel menor como colaborador, mientras que el alto mando permanece en prisión provisional y, tal y como ha avanzado este periódico, ha recurrido esta situación. Éste alega que no hay tal traición porque no se ha demostrado que nada de esa información haya terminado en manos de potencias fuera de las fronteras españolas.
El caso desató un problema diplomático entre Madrid y Washington por el que la ministra de Defensa, Margarita Robles, se reunió con la embajadora de Estados Unidos en España, Julissa Reynoso, para transmitirle su malestar. La sospecha es que esta información acabó en manos de agentes estadounidenses con los que este jefe del servicio secreto había trabajado estrechamente. Exteriores terminó expulsando a tres agentes de la CIA por este motivo.
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