Uno de los mitos fundacionales del pujolismo relata como un joven Jordi Pujol le advertía a su futura esposa, Marta Ferrusola que siempre, por encima de todo, estaría Cataluña. Corrían los años 60 y pocos podían atisbar el futuro de Cataluña más allá del franquismo, pero Ferrusola aceptó el órdago. Probablemente no imaginaba su alcance, pero también debió pensar que ya se lo cobraría.

Años después, con Pujol firmemente instalado en el imaginario colectivo como el único president posible de la Generalitat, Ferrusola pasó el cobro de la entrega de su marido a Cataluña. Lo hizo, en términos económicos, pero también con la exigencia de una pleitesía que ninguna otra esposa de president se ha atrevido a reclamar después.

Pujol siempre dijo que la Generalitat la había "construido él" junto a Lluís Prenafeta, y Ferrusola siempre la entendió como la empresa familiar, en la que ella era plenipotenciaria. Dos décadas después, cuando Pasqual Maragall se hizo con la presidencia de la Generalitat, nadie como Ferrusola supo explicar la sensación de ultraje que cundió en la familia: "Es como si entran en tu casa y te encuentras los armarios revueltos, porque te han robado".

Exposición pública

No ha sido la única frase para el recuerdo que dejan las décadas de exposición pública de Ferrusola, una mujer que encarnó como pocos la esencia de Convergencia. Era el estandarte de la perfecta esposa de clase media conservadora catalana que CiU exhibió para sacar a las mujeres de la abstención. Con su moño y sus perlas compareció tras la primera mayoría absoluta de Pujol para agradecer el voto "de tantos jóvenes, de los abuelos que nos han acogido tan bien, y de las mujeres".

Tampoco dudó en saltar a la primera línea cuando empezaron a correr rumores de las infidelidades de Pujol. Fue en el programa estrella de la radio catalana de los 80's, con la inefable Odette Pinto. Las tardes de Odette era una representación genuina de la radio femenina, y ahí estaba Ferrusola para convencer a sus oyentes de que el pujolismo era todo lo que podían desear, en términos políticos, de la nueva democracia española.

Ferrusola nunca tuvo un cargo político, pero fue uno de los pilares sobre los que se construyó el pujolismo sociológico. Lo hizo respondiendo a las preguntas más incomodas sobre su vida marital, o protagonizando portadas con la imagen de su salto en paracaídas.

También cuando protagonizó un mítico cambio de imagen que fue una revolución para la Cataluña conservadora. Se corto el moño y olvidó el tinte para modernizar la imagen de la Cataluña convergente frente a ese socialismo metropolitano y moderno de los Maragall que empujaba con fuerza. La misma sociedad convergente a la que aleccionaba sobre la importancia de la patria catalana cuando lamentaba, con tono de indignada ama de casa de clase media, que sus hijos no pudieran jugar en el parque porque los otros niños no hablaban catalán.

El césped del Camp Nou

Aunque Ferrusola fue mucho más que una ama de casa y madre abnegada de siete hijos. Con su prole criada, decidió que había llegado el momento de hacer fortuna. Nacía entonces Hidroplant, una empresa de jardinería fundada con dos amigas que se convertiría en suministradora habitual de varios departamentos de la Generalitat. Desde Economía a Medio Ambiente, para acabar imponiéndose como adjudicataria del césped del Camp Nou. Ni el mismísimo José Luis Núñez se atrevió a decirle que 'no' en aquella Cataluña del pujolismo. Aunque el proyecto acabó siendo un auténtico fiasco.

De familia más humilde que los Pujol, y católica a ultranza, Ferrusola era tacaña hasta el extremo y tenía auténtica obsesión por el progreso social y económico de sus hijos. Siempre defendió que era el justo pago a la ausencia del padre, desde los años de cárcel a la dedicación a la Generalitat.

El matrimonio Pujol-Ferrusola siempre exhibió en público una frugalidad casi monacal que contrastaba con los negocios familiares, pero casa muy bien con la imagen de la matriarca proclamando que "no tenemos ni un duro" en la misma comisión parlamentaria en la que su primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, enumeraba sin rubor los coches de lujo que habitaban en su garaje. Fue su última intervención pública, cuando defendía sin rubor esos millones en Andorra que ella gestionaba junto a sus hijos con el nombre en clave de "madre superiora". Después llegaría el ostracismo, el Alzheimer y un lento declive que ha finalizado, como para tantas otras víctimas de una enfermedad cruel, con su traspaso a los 89 años.