Nada más iniciarse la guerra de Ucrania, tras la invasión de Rusia, en el seno de Vox se activó un debate sobre qué posición debería adoptarse. Fuentes conocedoras del hecho, explican que el ala más ultraliberal del partido, aquel ya inexistente con salidas como las de Iván Espinosa de los Monteros o Rubén Manso, próximo a Javier Milei y defensor a ultranza de su proyecto, defendieron una clara postura pro-OTAN y con Ucrania. La corriente más proteccionista, y ahora imperante en el partido, se mostraba más ambigua. Dada la necesidad de aclarar el eje discusivo, el líder de Vox, Santiago Abascal, salió por la tangente y él mismo esbozó la línea: solidaridad con Ucrania y buenos ojos para la acogida de refugiados en España. Aunque manteniendo un perfil bajo, por ser un tema punzante que podía restar votos: un respaldo amplio a Bruselas en este asunto, daría a su electorado la imagen de acercamiento a la institución.
Todos los socios europeos de Vox, desde Viktor Orbán a Mateusz Morawiecki, que contrastan por su concepción de Rusia y Vladimir Putin, llegaron a un punto común, que costó, eso sí. También Marine Le Pen. Se hizo antes de la invasión, ante el sonido de los tambores de guerra y en la Cumbre de Madrid que los de Abascal celebraron a principios de 2022. Tras la exposición "libre" de cada formación a puerta cerrada, se expresó: "Las acciones militares de Rusia en la frontera oriental de Europa nos han conducido al borde de una guerra". Clave para ese posicionamiento fueron los polacos de Ley y Justicia, el entonces partido gobernante, de corte claramente anticomunista y antiimperialista. Y cuyo país es fronterizo de Ucrania. Se centro otra gran parte del comunicado a atacar a la UE, tachada de "mega Estado ideologizado" para remarcar contrastes con Bruselas.
Lo firmó la Lega de Salvini, cuyo líder mostró simpatías por Putin en el pasado, pero también respaldó los movimientos independentistas por su cruzada de secesión de la Padania, cuando el partido se apellidaba Nord. Igualmente, Le Pen, quien entre sus "inspiraciones" políticas aludió en el pasado a Putin, en 2017, cuando ya empezó a defender la salida de la OTAN por estar destinada a luchar contra la URSS. "Ya no existe", defendía la francesa, quien quiere reimpulsar las relaciones con el país. Pero también lo rubricó Orbán, amigo y uno de los principales defensores del presidente ruso en Europa junto a otros cuadros del eje de Visegrado. A todas estas formaciones les rodean rumores de financiación vía rublos provenientes del Kremlin o sus oligarcas afines. Al menos el Frente Nacional, en 2014, recibió 11 millones en préstamos para sus campañas. El mismo año de la invasión y posterior anexión de Crimea.
En esa línea, de ambigüedad, Vox se ha mantenido hasta nuestros días. Con críticas al estado, por ejemplo, de los tanques Leopard enviados por el Gobierno a Ucrania. O condenas a la propia invasión [aunque achacándola en parte al debilitamiento que la UE habría dejado al continente]. Pero también con polémicas, como por el voto contrario en el Ayuntamiento de Madrid a retirar la llave de la ciudad concedida en 2006 a Putin tras un viaje de Estado, quedando sólo, para luego querer redimirse y proponer declarar al presidente ruso persona non grata en el Congreso. Evidenciando Vox, en definitiva, ser 'rehén' de sus propias alianzas. Con unos polacos de PiS disponibles a darlo todo a Volodímir Zelenski para defenderse, y un Orbán solo preocupado en el fin de la guerra, pero no en el resultado.
Ya Abascal, en una entrevista en Infobae a finales de julio de 2022, aseguró: "Es verdad que hay cierta confusión entre el electorado que nosotros podemos tener (...) porque Putin es un personaje que se posiciona frente a las estupideces de la izquierda. Que alguien acierte en algo no le convierte en bueno para todo lo demás. Desde luego no le convierte en bueno para nuestros intereses", dijo. La diferencia sustancial de Vox hasta el momento con partidos a los que siempre ha estado asociado bilateralmente, es su elección por el grupo los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y no en Identidad y Democracia (ID). Herencia de los tories, con los polacos del PiS presentes como garante de contención frente a Rusia y de, en contraste, compromiso con Europa [pese a querer su reforma], la OTAN y Washington.
El retorno del Partido de los Finlandeses a ECR [el temor a una incursión rusa ha motivado la entrada en la OTAN con su apoyo] a mediados de 2023 acredita esta distinción anti-Putin respecto ID, que ahora da pie al grueso de socios del grupo de Orbán. También están los Demócratas de Suecia en ECR, quienes han seguido los pasos de Finlandia hacia la alianza.
De Vlaams Belang a Fidesz
Que a diferencia de 2019 ahora Vox se abra a estas nuevas alianzas no ha dejado indiferente a nadie. En el partido respaldan dos directrices. Se persigue la unidad de todas las fuerzas soberanistas, que se oponen a la burocracia o a la agenda verde o 2030, pese a distinguirse en otras cuestiones. Caso de la relación con Rusia. Por lo que esto, según respalda Vox, no cambia sus compromisos. De hecho, en una entrevista de este lunes a Jorge Buxadé en El Mundo, éste insiste: "Somos pro-Ucrania, pro-OTAN y pro Estado de Derecho". Se quiere cortar de raíz cualquier polémica.
Quejas por el 'giro' las han hecho públicamente figuras relevantes ya fuera del partido, caso de Víctor Sánchez del Real, quien fuese diputado y llegase a ser vicepresidente en los primeros años de vida. No tanto por apreciar un cambio de discurso en Vox, que no lo hay, por el momento, pero sí por las compañías que tendrán los seis eurodiputados durante los próximos cinco años. Que son claras: hay independentistas y partidos antisistema, entre la maraña de organizaciones prorrusas ya comentadas.
La más llamativa, por la lucha contra el independentismo catalán que ha hecho Vox, y que le dio el combustible necesario para crecer y entrar en la dinámica política española, es la presencia de Vlaams Belang, una formación nacionalista flamenca, con implantación en la Región de Flandes y en la de Bruselas-Capital. Reivindican la independencia de la primera. Ya El Independiente publicó de cara a las europeas un perfil de su líder, Tom van Grieken, y la entidad, quien en la pasada legislatura se convirtió en el principal apoyo de Carles Puigdemont en Bruselas. En 2017, tras el momento más álgido del procés, pidió la independencia de ambas regiones.
Les une dos cosas con el resto de formaciones de Patriotas: el discurso antinmigración de fondo y el lavado de cara de una propuesta de origen más radical. Como pasa con Le Pen y Jordan Bardella, por ejemplo y la renovada Reagrupación Nacional que dejó de lado al Frente. De hecho, van Grieken fue el primer dirigente ultra, por su peso electoral, que fue recibido por el monarca para las consultas para el gobierno vigente. En las últimas elecciones federales, de 2019, pasó de 3 a 18 escaños (11,95%). Sobre el partido pesan acusaciones de injerencia rusa y china. Varias investigaciones han indagado en las del segundo país, aliado de Putin, destapando que desde 2017 algunos miembros de la organización, como el histórico dirigente Filip Dewinter, habrían recibido pagos para promocionar a China entre socios de Bruselas. Se le vincula con supuestas relaciones con funcionarios de la administración rusa. La investigación europea señala a Puigdemont por esas injerencias, de hecho.
La postura con Putin de van Grieken va desde la condena enérgica a la invasión, pero la tibieza con las sanciones a Rusia. Han defendido que éstas podrían volverse en contra a los países europeos. Cabe destacar la predilección de Salvini con Putin en antes de la nacionalización de la Liga Norte. Y también el apoyo a la independencia vasca o catalana. Ambas posiciones han desaparecido en el ideario del italiano. Que, pese a todo, no es aliado preferente en el país. Lo es Giorgia Meloni, sigue reivindicando el partido. Lo hizo el propio Abascal el lunes.
Salvini ha compartido instantáneas ya eliminadas en las que, camiseta de Putin puesta, se sentaba en el Parlamento Europeo o frente a la Plaza Roja de Moscú. En 2017, la Liga y Rusia Unida, el partido de Putin, firmaron un acuerdo de colaboración que, en el grupo, no obstante, dan ya por roto. También se niegan las sospechas sobre la financiación vía acuerdos empresariales a cuenta de crudo ruso. En el partido conviven dos almas. La menos afín al Kremlin se ha acabado imponiendo y condicionando el papel de Salvini estos años.
Fuera de ese independentismo se puede destacar al partido Chega, que busca romper la herencia del régimen del 76 tras la Revolución de los Claveles con un discurso con corte de antisistema. Algunas de sus propuestas bordean los derechos, las libertades sociales y las garantías que ofrecen la Constitución nacida con esa transición. Se ha instalado en la crítica constante al sistema bipartidista vigente en el país, y eso, le ha brindado el apoyo de votantes de prolongada estancia en el abstencionismo. Hay un leve nexo con el modelo que intenta importar Alvise, contrario a la Monarquía, al régimen del 78 y a la partidocracia. Y que, de momento, le separa de Vox. El tema migratorio, una vez más, sí une a André Ventura y a Abascal. La crítica a PP y PSOE, es una derivada. Si hay separación de Chega y la mayoría de socios en lo que a Rusia atañe. Ventura ha respaldado el apoyo a Ucrania en "todo lo posible" y ha condenado a Putin.
En el proceso de lavado de cara militan Le Pen y el Partido de la Libertad (PVV) de Países Bajos, quien por primera vez, y recientemente, ocupa bancadas en el Gobierno de su nación. El nexo antiinmigratorio, por el duro discurso de Geert Wilders, le conecta con Chega y el resto. Pero también con Rusia. Tras ganar las elecciones neerlandesas, Wilders anunció su intención de visitar a Putin para luchar contra la "rusofobia histérica". "No todos en Países Bajos son antirrusos". Fuera de la anécdota, apuntó que Putin no es un enemigo y le encumbró como un aliado para combatir el terrorismo, la inmigración ilegal procedente de África y del que aprender sobre patriotismo. Reprochó la imagen de falso enemigo, dijo, que en la UE se le ha impuesto. Habló de cerco de la OTAN a Putin, entendiendo su descontento. Días antes, la ex ministra de Interior, la liberal Kajsa Ollongren, avisó de sucesivos intentos de injerencias en la opinión pública.
Hay partidos menos conocidos como Letonia Primero, cuyo líder y exministro de Transportes, Ainārs Šlesers, ha sido investigado por la Oficina Anticorrupción (KNAB) del país por supuestos pagos de dos millones de euros anuales del régimen ruso. Algo que él sostiene que es una campaña de difamación de sus adversarios políticos. Igualmente, la KNAB aborda viajes de comitivas del partido, en el que Šlesers estuvo, que fueron financiados, como él mismo ha asegurado, por el Gobierno chino al tratarse de una supuesta "misión" parlamentaria de la que no hubo, destacan los medios locales, solicitudes. La Voz de la Razón de Grecia es otra nueva marca que comparte ejes xenófobos y muy tradicionales con Orbán, que atañen a lo religioso. Es Niki, ajeno a Patriotas, quien en el país está posicionado a favor de Putin. Tampoco hay vínculos aparentes con el Partido Popular Danés, que se incorpora desde ID.
Los máximos exponentes de esa cercanía a Rusia la componen los integrantes del eje de Visegrado [a excepción de Polonia y Eslovaquia]. En la cosmología europea, lo era Alternativa para Alemania (AfD), que con vínculos notorios, ha caído en un propio cordón sanitario de la ultraderecha por declaraciones a sobre el régimen nazi y las SS. La triada de Visegrado la representan la Fidesz húngara, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) y ANO 2011, el caso más peculiar de los tres. Las simpatías por Putin son conocidas.
El FPÖ, creado por exnazis, mantiene amistad con el Kremlin y, como Salvini, firmó una colaboración con Rusia Unida. No ha habido condena a la invasión de Ucrania por parte del FPÖ. Ni en votaciones ni en las intervenciones parlamentarias. De hecho, se han posicionado en contra de las sanciones y han pedido una consulta en Austria sobre el tema. En la campaña de las europeas arremetieron contra Ursula von der Leyen y Zelenski, distribuyendo propaganda en la que simulaban que se besaban bajo el lema "Detened la locura de la UE" criticándola por "belicismo". Hay que reseñar que la exministra de Asuntos Exteriores del FPÖ, Karin Kneissl, invitó a Putin a su boda por la buena amistad que les une. Eso, junto al caso Ibiza, precipitó la ruptura con los conservadores en 2019.
ANO ha protagonizado un viraje solo comparable al de la Fidesz de Orbán, dejando Renew Europe, donde estuvo alojado la legislatura pasada. Se trata de un partido con planteamientos liberales en lo económico, pero que destaca por su populismo en cuanto a ser un partido atrapalotodo y por su planteamiento anticorrupción que le hizo ascender. Aunque es su liderazgo, el del exprimer ministro checo de origen eslovaco, Andrej Babís, lo que más le hace destacar. Es íntimo amigo de Orbán y el quinto hombre más rico de la República Checa. Tiene en propiedad las principales cabeceras del país, y algunas emisoras. Esa cercanía con el líder húngaro lo pone en proximidad con Rusia. Sobre la guerra de Ucrania y el compromiso de Chequia con la OTAN se mostró en contra el año pasado, en uno de los debates electorales contra el aspirante y actual mandatario Petr Pavel, declarado pro-ucraniano y exmilitar.
El argumentario de Babís fue que no estaría dispuesto a enviar tropas locales a Ucrania o a combatir contra Rusia porque no está a favor de la guerra, sino de la paz, lo que, de producirse, sería un incumplimiento del punto cinco del Tratado. Posteriormente rectificó, alineándose con ese acuerdo y no queriéndose situar en ese escenario bélico. Su nombre, además, ha aparecido en los Papeles de Pandora, como Putin, apuntando a activos en paraísos fiscales. Aunque no ha tenido ninguna condena por ello. Pese a algún choque puntual con Putin, el giro de posturas liberales a soberanistas y la implicación con partidos como el FPÖ dejan claras las líneas del checo. Al que se suma una coalición de dos partidos del mismo origen: Juramento y Automovilistas por sí mismos. Al líder del primero se le vincula con movimientos neonazis. Los segundos nacieron como una plataforma de conductores descontentos con las medidas verdes y quieren revertir el Pacto Verde o el desmantelamiento de los vehículos de combustión.
El idilio de Orbán por Putin va más allá, se extiende a lo político. Él ha apostado por el un régimen híbrido, semidemocrático. Lo que llama iliberalismo. Mecanismos propios de las democracias que, pese a todo, carecen de autonomía completa: la separación de poderes pasa a estar supervisada por el ejecutivo, los medios de comunicación son o bien propiedad del Estado o de oligarcas amigos de Fidesz, y las sucesivas reformas electorales convierten en difícilmente quebrantable las mayorías de Orbán. Ello, sumado a la limitación de derechos de las minorías. Hungría ha sido un constante freno a la aplicación de sanciones a Rusia, cabe destacar. Al rechazo migratorio para la preservación de la población magiar, a Fidesz le une a Vox las tradiciones, el ferviente cristianismo o la apuesta por la natalidad. Está por ver si la unión queda en una simple alianza de intereses para lograr mayor influencia o se abona en un prolongado cambio de posiciones.
El paso de Vox, y el salto de la mayoría de grupos de ID al seno de Orbán puede ser, de hecho, una oportunidad para Meloni. Para presentarse como más moderada aún dentro de la atmósfera de partidos de este corte. Y avanzar en un acercamiento al EPP, que ya la encumbraron como opción pactable durante la campaña de europeas. El paso a Patriotas por Europa de Vox, dejando de lado a su principal aliada, puede haber estado motivado, en parte, por ello. También para no dar fuelle a Alvise, cortando de raíz la posibilidad de integrarse ahí sabiendo que no prosperará la opción de ECR.
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