Muy poco, prácticamente nada se habla de lo que fue un movimiento musical que llegó a vender más discos que Julio Iglesias, y que sacudió primero Barcelona, luego España, y llegó incluso a varios países del mundo durante la segunda mitad de los años 80. Fue la fiebre del Megamix. Y no nos dejemos engañar por los títulos: aunque una reciente serie española del género true crime se llame Megamix brutal, la música no es más que el punto de partida de su argumento. Después entraré en detalles. Antes, dejemos las cosas claras.
Un millón de mezclas
En su definición etimológica, la palabra "mega" se refiere a la cifra de un millón. Aunque no sea exacta, esta referencia sugiere una abundancia de mezclas que parecen incontables, especialmente en las introducciones de algunos discos. En estas grabaciones, que pueden durar entre 15 minutos y media hora, se emplean innumerables efectos y fragmentos de canciones. Solo en breves pasajes, generalmente en los estribillos de las canciones incluidas en el track listing (la lista de canciones licenciadas por la discográfica para su publicación como recopilatorio), se mantiene cierta fidelidad a las versiones originales. Un ejemplo destacado de esta técnica es el álbum Mas Mix que nunca, considerado por muchos expertos como una de las obras maestras del género.
¿Por qué ese título? Surgió como respuesta ingeniosa y no exenta de ironía a la famosa saga de los Max Mix, que fue la precursora. Es el momento de abordar la historia del megamix.
¿Cómo empezó todo? En países como Italia o Estados Unidos ya habían aparecido algunos discos muy cotizados entre los disc jockeys españoles. En ellos, más allá de las canciones separadas, la novedad estaba en que los temas se unían mágicamente sin perder el ritmo. Esto se denominó “mezcla acompasada” y el objetivo era conseguir no interrumpir (cortar el rollo) al público que bailaba en las pistas de las discotecas.
Un papel verde
Una discográfica fundada por dos maleteros, vendedores de discos de importación a discotecas, pensó que era el momento de crear uno de esos recopilatorios tan singulares. Y para ello nada mejor que lo que ahora en entornos digitales se denomina user generated content y en aquel momento, simplemente, concurso de disc jockeys.
La convocatoria, que ahora se haría mediante mailing, se hizo entonces de forma muy inteligente incluyendo unos folletos de color aceitunado en los maxi singles de 45 revoluciones por minuto que esta discográfica llamada Max Music conseguía publicar en España. Esa hoja la tuvimos todos los que compramos sus discos.
A ver quién se resistía a participar en un concurso en el que podías ganar 100.000 pesetas y grabar un disco. Teniendo ya otro triunfador apalabrado, el concurso finalmente lo ganó en buena lid un dúo: el formado por un auténtico genio apodado Mike Platinas y su compañero, el también disc jockey y buen negociador llamado Javier Ussía. Juntos aparecieron como artistas en las dos primeras entregas de la saga más conocida de la historia del megamix, el Max Mix y el Max Mix 2.
La historia contada en Megamix brutal, la serie de Producciones del Barrio que puede verse en rtve.es, se aparta de la realidad en este punto crucial, a pesar de que en el resto de la trama se mantiene bastante fiel a los hechos. Javier Ussía ni siquiera es mencionado, aunque aparece junto al gran Mike hasta en algunos planos de recurso. Miquel Fabrellas, el nombre real de Mike Platinas, es considerado por los amantes del megamix como el mejor creador de este tipo de discos, y hay motivos para ello. Sin embargo, esta misteriosa desaparición de Ussía desconcierta a los seguidores del género, que aún se cuentan por miles.
José Antonio Silva, Howard, que así se hace llamar uno de los más activos, dedica prácticamente todo el tiempo libre que le permite su trabajo en una fábrica a entrevistar a los protagonistas de aquellas gestas, recopilar datos, discos y grabaciones para realizar su pódcast Entremixtando, uno de los más escuchados sobre este tema. Así narra lo sucedido en aquellos audaces años.
Obras artesanales analógicas
La creación de estas obras de arte era absolutamente analógica. Los centenares de mezclas que aparecen en cada disco se obtenían empalmando fragmentos de cinta de forma milimétrica para que encajasen rítmicamente. Veamos a modo de ejemplo cómo quedó el master original de la segunda entrega de la serie:
Este segundo lanzamiento de un megamix español fue un éxito de ventas tan importante que provocó una reacción en cadena en el mundo de la música. Blanco y Negro music ya tenía su Bolero Mix, ejecutado por otro de los primeros espadas del gremio, Raúl Orellana. Compartía su tiempo pinchando en el local de moda de la época en Barcelona, Studio 54, con la creación de megamixes.
En poco tiempo se contaron por decenas las creaciones de este tipo. Hasta yo mismo tuve la oportunidad de producir varios de ellos, como uno de los más vendidos en Círculo de Lectores durante 1987, el Scratching 10.
Rambo, Jesulín y Aznar
Todos los que vivieron los primeros años 90 recordarán que en aquella época se hacían –y se vendían por decenas de miles– mixes de todo. Desde el Currupipi mix, al calor del éxito del torero Jesulín de Ubrique, al Rambo Total o el Rambo Mix, a raíz del éxito del personaje encarnado en televisión por Santiago Urrialde, pasando por la saga de los Máquina Total, inspirada en Terminator, o el Bombazo mix, tras el atentado sufrido por José María Aznar. Todo valía.
El gran Fernando Martínez, Fernandisco, que todos recordarán por su paso por Los 40 Principales, también realizó algunos de ellos, y en Megamix brutal interpreta el papel de narrador.
Mi ex compañero de armas durante aquellos años de éxito en antena a nivel nacional habría sido un elemento explosivo si, en lugar de seguir un guion cuestionable, hubiera podido expresar con toda su energía y empaque lo sucedido. Esto es algo que otro de los protagonistas destacados, el también locutor Tony Peret, logró magistralmente. Peret continuó la serie de los Max Mix junto al DJ José María Castells, quien estuvo a punto de ser asesinado literalmente por sicarios en el punto álgido de esta trama.
Auge y la caída del megamix
Tras el auge del megamix llegaron las vicisitudes que por poco terminan con un cadáver en un pantano. El disparador: Max Music se dividió. Uno de sus socios y auténtico protagonista de la serie, Ricardo Campoy, explica con lujo de detalles actividades delictivas de todo tipo. El malo de la película, Miguel Degá, encaja bastante bien con la descripción que se hace de él en la serie.
Desde agresiones a extorsiones, pasando por pelotazos como publicar los primeros discos de Operación Triunfo, hay que reconocer que la narración es fiel a la mayoría de los hechos. Se habla de propiedades adquiridas con payolas que todos sabíamos que existían, de sobornos a policías y hasta de palizas en almacenes. Todo muy real.
Sí, es muy recomendable ver Megamix brutal porque, aunque sea de refilón, alguien se encarga por fin de narrar una movida que no fue madrileña sino barcelonesa pero que realmente merece ser contada.
Lástima que tenga que ir envuelta en delitos para ser consumida. La serie ha querido colarse a rebufo de la legendaria Crims (Crímenes) dando un aire radiofónico y misterioso a esta producción documental ficcionada, y se diría que funciona, aunque ni estirando la historia con teasers da para tanto capítulo. Pero no nos engañemos: de megamix tiene poco.
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