Nunca había percibido riesgo. Por eso el miedo apenas afloró. Lo suyo era algo provisional, una vocación temporal por la política. No sería para toda la vida. Aquello quizá le daría el último empujón para encontrar un empleo tras licenciarse en Económicas en la Universidad Pública del País Vasco. En el año 1993 el PP buscaba afiliados en Euskadi, expandirse en una tierra que no se lo ponía nada fácil. El apoyo desde las filas de las juventudes del PP para hacerlo en aquella localidad de larga tradición socialista terminó por llevarle a dar el paso y afiliarse a Nuevas Generaciones.
Habían pasado dos años desde su graduación universitaria y el apoyo a su padre en las labores de albañilería debían dar paso a una etapa más consistente en lo laboral. Coger experiencia en la política, por un tiempo, podría ayudarle. En Ermua las oportunidades no abundaban. Miguel Angel lo vivió con normalidad, trabajar por y para su pueblo y hacerlo en un tiempo en el que las cosas no eran sencillas, ni social ni políticamente.
En Ermua el PSE había gobernado –y sigue haciéndolo- siempre. Aunque figurar en las listas del PP suponía significarse en un tiempo en el que eso conllevaba cierto riesgo, no le pareció elevado en un municipio de apenas 17.000 habitantes, fronterizo entre Bizkaia y Gipuzkoa. ¿Quién se fijaría en un sencillo y joven concejal de pueblo como él?
Aquella paz relativa pronto cambió. En realidad, nunca existió en la Euskadi de mediados de los 90. El 23 de enero de 1995, a 45 kilómetros de su casa, el cielo de los populares se cubrió de nubes negras que no se marcharían durante décadas. ETA asesinó en San Sebastián a la principal promesa y cargo del PP en Euskadi: Gregorio Ordóñez. En las encuestas el edil de San Sebastián rozaba la alcaldía de la capital guipuzcoana que en sólo cuatro meses volvería a votarse en elecciones. Ordóñez tenía diez años más que Miguel Angel cuando un comando de ETA le descerrajó varios tiros mientras almorzaba en el bar ‘La Cepa’ de la capital guipuzcoana. El comando estaba compuesto por Valentín Lasarte, Juan Ramón Carazatorre y Francisco Javier García Gaztelu, ‘Txapote’. Entonces Miguel Angel Blanco ni lo imaginaba, pero aquel terrorista que mató a Ordóñez se cruzaría de modo mortal en su vida sólo dos y medio más tarde.
"Por favor, ándate con cuidado, Miguel"
El asesinato de Ordóñez fue el inicio de la estrategia que ETA planificó y Herri Batasuna avaló para extender el terror más allá de militares, guardias civiles y policías. Ahora pondría el punto de mira también en los políticos. Lo hizo con el respaldo del 70% de su militancia en la llamada ‘Ponencia Oldartzen’ en la que se afirmaba que Euskadi estaba "policial-militarmente ocupada" por lo que creía legítimo que “Euskal Herria defienda su soberanía utilizando todas las formas de lucha, tanto la institucional, la de la calle, como la lucha armada".
En el grupo de música empezaron a inquietarse. Quedaban sólo cuatro meses para las elecciones municipales en las que se presentaba Miguel Angel. Sabían que la música le movía más que ninguna otra cosa, que en su grupo, ‘Poker’, con el que ensayaba en la lonja de su padre entre los aperos de albañilería, vivía su verdadera pasión. “Por favor, ándate con cuidado, Miguel”, le advirtieron sus amigos tras conocer la nueva estrategia de la banda terrorista.
Pero Ermua seguía siendo un municipio pequeño, un pueblo de trabajadores y él un joven de 27 años absolutamente desconocido. No creía que tuviera nada por lo que preocuparse. Cuando Miguel Angel decidió meterse en política, en Ermua su partido y la izquierda abertzale apenas estaban separadas por un puñado de votos. En las últimas elecciones, las de 1991, los populares obtuvieron 695 votos, -un concejal- y Herri Batasuna, 796 votos, dos concejales. Nada que hacer frente a los 10 ediles del PSE y sus 4.163 votos.
La indignación por el asesinato de Ordóñez estuvo presente en las que serían las primeras elecciones municipales como candidato de Miguel Angel Blanco. Nunca pensó que saldría elegido. El PP jamás logró más de un representante en Ermua y él concurría como número 3. Los comicios se celebrarían el 28 de mayo, sólo cuatro meses más tarde de aquel crimen provocado de ETA en la Parte Vieja de Donostia, a menos de una hora en coche de Ermua. Las urnas lo reflejaron: el PP logró 4 escaños y 1.839 votos. En la izquierda abertzale no hubo apenas desgaste: 777 votos, -un concejal-. Tan sólo veinte vecinos menos que cuatro años atrás.
'Txapote', de Ordóñez a Miguel Angel Blanco
Aquella fue una experiencia nueva e ilusionante. Trabajar por Ermua le gustaba y poder cambiar las cosas con los cuatro ediles de su grupo permitía tener más posibilidades. Pero fuera del Ayuntamiento, en la sociedad vasca, la tensión no hacía más que elevarse. ETA y su entorno habían comenzado a aplicar la máxima de extender el terror. La ‘Kale Borroka’ no dejaba de aumentar. Cuando apenas llevaba seis meses como concejal, ETA activó un órdago que terminaría por afectarle. El 17 de enero de 1996 secuestró en su casa de Burgos al funcionario de prisiones de la cárcel de Logroño, José Antonio Ortega Lara. Los 532 siguientes días los pasaría secuestrado en un húmedo y minúsculo ‘zulo’ de Mondragón. Hasta el 1 de julio de 1997 no volvería a ver la luz del sol. Una operación de la Guardia Civil logró liberarle.
Aquella intervención fue la más celebrada de la historia de lucha contra ETA. Ortega Lara, el funcionario por el que semanalmente se organizaban concentraciones, había sido encontrado en la cercana Mondragón, en una nave, oculto y entregado ya a morir. En casa de Miguel también se celebró. En los dos años que acumulaba como concejal de Ermua la tensión en el pueblo no se había rebajado. El apoyo a la izquierda abertzale se mantuvo firma. En Euskadi el año 1996 se había cerrado con 1.260 actos de ‘kale borroka’ (violencia callejera), algunos de ellos también en Ermua.
La venganza de ETA por la humillación de la Guardia Civil al frustrar el secuestro más largo de su historia no tardó. Los terroristas se fijaron en aquel joven sin escolta, el concejal por sorpresa de Ermua. Miguel Angel no podía haberlo imaginado nunca. Primero sería secuestrado. El primer intento, el 9 de julio de aquel 1997, no lo localizaron. Al día siguiente sí, al descender del tren que le llevó a la cercana Eibar a trabajar en la empresa Eman Consulting. A las pocas horas llegó el ultimátum: Miguel Angel Blanco sería asesinado 48 horas después si el Gobierno no acercaba a todos los presos de ETA a cárceles del País Vasco. Desde 1989 los gobiernos de España aplicaban una política de dispersión en prisiones alejadas de Euskadi para evitar que se conformara el llamado ‘frente carcelario’ de la organización terrorista.
Las movilizaciones, las vigilias y las peticiones de clemencia no sirvieron para nada. Las manifestaciones, plazas abarrotadas o la angustia indescriptible de la familia de Miguel Angel Blanco en la plaza de Ermua no hicieron mella en la pretensión de ETA. El Gobierno de José María Aznar tampoco cedió al chantaje. El día 12 de julio, a las 16:50, horas su cuerpo fue encontrado en una pista forestal de Lasarte con dos tiros en la cabeza. Agonizaba. Al día siguiente, de madrugada, un 13 de julio de hace hoy 27 años, falleció en el Hospital Nuestra Señora de Aranzazu de San Sebastián. El mismo criminal que dos años y medio antes asesinó a Gregorio Ordóñez, volvió a cometer un crimen contra un edil del PP. ‘Txapote’, que hoy cumple condena en la prisión de Zaballa, fue condenado por el asesinato de Miguel Angel Blanco, que marcó el inicio del fin de ETA.
Bildu, el doble apoyo electoral que el PP
Pero no así el de la izquierda abertzale. En entorno de la banda no ha dejado de crecer desde entonces. Casi dos años después en Ermua volvió a haber elecciones. Con el recuerdo del crimen cometido contra un vecino del municipio aún presente, las urnas, los convecinos, decidieron aupar más a la izquierda abertzale, pese a que se había negado a condenar aquel atentado. De los 777 votos de 1995 pasó a 906 en los comicios locales de 1999 con su marca Euskal Herritarrok, 129 votos más. En el PP, en cambio, al arrope vecinal se mantuvo casi invariable, de 1.839 a 1.907, 68 votos más.
Lo ocurrido en los 25 años siguientes da muestra del paso del tiempo, del olvido y del efecto de una memoria manipulada. A la izquierda abertzale no se le conoce condena expresa de lo sucedido en aquella semana de julio en Ermua. Pero eso no les ha pasado factura ni siquiera en el municipio que más lloró el asesinato de Miguel Angel. En las sucesivas elecciones municipales la izquierda abertzale fue mejorando sus resultados en Ermua. En su regreso a la legalidad en 2011, tras una década fuera de las instituciones, lo hizo con mucha fuerza: 1.429 votos y 3 concejales, su mejor resultado hasta entonces. El final de ETA le sentó electoralmente bien, también en el pueblo que bautizó el espíritu de rechazo a la violencia, el totalitarismo y el terror, el ‘Espíritu de Ermua’. En los últimos comicios EH Bildu logró el mejor resultado de su historia en esta localidad vizcaína: 1.792 votos y 4 escaños.
En cambio, al PP el apoyo se le fue diluyendo poco a poco. Las elecciones posteriores le situaron en su techo electoral en las municipales de 1999 y de 2003, cuando revalidó sus cuatro concejalías. Desde entonces, la pérdida de votos ha sido imparable en Ermua. En las últimas elecciones de mayo del año pasado estuvo a sólo cien votos de su suelo; 807 votos y dos escaños. La fotografía 27 años después es que los populares han perdido más de la mitad de sus votantes mientras que la izquierda abertzale los ha más que duplicado.
Hoy en Ermua el socialismo sigue gobernando. El alcalde Carlos Totorika que jugó un papel determinante en aquellos dolorosos días de julio de 1997, que no dudó en apagar con un extintor el fuego de rabia provocado en la sede de HB y que apeló siempre a la necesidad de la convivencia y deslegitimación del terror, es aún recordado. Quizá más que Miguel Angel. Ni siquiera su tumba fue respetada. Tras ser profanada hoy sus restos reposan en la localidad orensana de La Merca, junto a los restos de sus padres. En estos cinco lustros, las nuevas generaciones han ido olvidando a Miguel Angel Blanco y la reacción social que generó su asesinato. Del llamado ‘Espíritu de Ermua’ poco queda. En los actos institucionales que anualmente se celebran son pocos, muy pocos, los vecinos que acuden a secundarlos, muchos menos que los que abarrotan los mítines de EH Bildu.
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