Son tres hombres que luchan por su vida en el mar. Sus rostros reflejan la angustia y la fatiga de quien sabe que puede morir. Los chalecos naranjas que portan son el hilo de vida, de esperanza en que ellos no engrosarán el mayor cementerio del mundo; el fondo del mar. En los cuatro días en los que la escena fue pintada el contador submarino más trágico no dejó de aumentar. Lo hace cada día. También la travesía del gran mural de Amorebieta (Bizkaia) fue corta. Murió a los cuatro días. Hoy, la imagen ha sido sustituida por un gran mural gris. Pudo más la burocracia que la denuncia de una injusticia.

Su autor, Martzel do Nascimento aún no lo entiende. Hace dos semanas estuvo de lunes a jueves días pintándolo. Le vieron vecinos, policías y en el propio ayuntamiento del municipio sabían que estaba en ello. En el consistorio se aferran a que no pidió autorización, que simplemente informó y que ello no era suficiente. Por eso, el martes día 9 al mural se lo ‘tragó’ la administración y una orden consistorial decretó que aquellos tres hombres subsaharianos que golpeaban nuestras conciencias debían desaparecer de la ‘decoración’ urbana.

En la calle Harrison número 8 del municipio hace muchos años que sobrevuela una conciencia solidaria con la inmigración. El inmueble de tres alturas sigue abandonado. Es propiedad de una entidad financiera pero varios ‘ocupas’ han decidido convertirlo en su ‘hogar’. Años atrás un proyecto de ayuda a inmigrantes se instaló en el edificio. Para la misma pared encargaron a Martzel que pintara uno de sus murales sociales. Corría el año 2017. Una mujer, un niño y dos manos que se tomaban con una vivienda de fondo fue la escena que ilustraría la calle. Nadie cuestionó nada. Y así ha estado los últimos siete años: “En estos años nadie se ha quejado ni el ayuntamiento lo ha borrado”, asegura el autor a El Independiente.

Pero el tiempo pasa factura y el mural se había estropeado. Martzel decidió que aquella pintura requería ser renovada, actualizada. Al nuevo mural lo bautizó como el ‘proyecto Heldu’, una palabra en euskera que significa “llegar” y “agarrar”. Llegar en busca de un futuro mejor y aferrarse a la vida para conseguirlo. Con ese espíritu nació la escena de los tres hombres en alta mar que hoy han sido enterrados por una gran mancha gris.

Cumplir la ordenanza

El autor reconoce que no pidió permiso como tal, pero sí que informó al ayuntamiento por el mail oficial de la concejalía de Cultura. En él les detallaba que los próximos días procedería a actualizar el mural descascarillado de la calle Harrison 8. “Y nadie me dijo nada. Tampoco quienes me vieron”. Asegura que podían haberse dirigido a él, “venir a hablar conmigo, me conocen, pero no lo hicieron”. Su pintura la concluyó el pasado día 4, jueves. El lunes 9 ya no estaba. “El pescadero me dijo que vio a una patrulla del ayuntamiento tapándolo”, recuerda.

La denuncia a través de sus redes sociales de lo ocurrido precipitó ayer una ola de solidaridad. “La gente se ha volcado, quieren que recupere el mural, que lo pinte de nuevo y es algo que me gustaría”.

Desde el Ayuntamiento, gobernado por el PNV, su alcaldesa, Ainhoa Salterain, asegura que la decisión se adoptó por haber incumplido las ordenanzas del municipio. En declaraciones a Radio Bilbao, la primera edil señaló que no basta con informar, sino que se requiere la autorización expresa del propietario del inmueble y del propio consistorio, “y si no, la ordenanza establece que en 24 horas se recuperará el estado original de la pared”.

Un "filtro" de murales

No es la primera ocasión en la que a Martzel le ocurre algo similar. Hace siete años el ayuntamiento le impuso una multa por una decena de murales que pintó en el municipio. La sanción en aquella ocasión ascendió a 3.000 euros y a la retirada de los murales; “Supongo que ahora también me multarán, pero no voy a dejar de pintar por eso, no se puede permitir que en 2024 estemos con miedo a pintar”.

Mural inicial de Martz, pintado en 2017, y al que sustituyó el dedicado a la muerte de inmigrantes en el mar borrado por el Consistorio. | E.I.

En su opinión, la decisión del Consistorio responde a un intento por “filtrar” el contenido de los murales, “querían saber primero qué iba a pintar, es un modo de filtro” y quizá una temática como la llegada de inmigrantes les pudo incomodar, sospecha. Lamenta que se haya actuado de este modo, “cuando soy alguien que conocen perfectamente, tengo una trayectoria que incluso ellos mismos han reconocido en más de una ocasión: “Hay incluso fotos del lehendakari y la alcaldesa con murales míos”. Martzel avanza que esta semana va a pedir una reunión con la alcaldesa “para que me dé explicaciones de por qué han actuado así. Quiero explicarles que la cultura es necesaria”.

Martzel nació en Amorebieta en 1997. Habla euskera perfectamente, pese a que su apellido, Do Nascimento remite a un origen brasileño, “mi padre vino de Brasil y conoció a mi madre, que es de Bilbao”, señala. Actualmente, este artista callejero vive de su trabajo, fundamentalmente realizando murales. Cuenta con murales en muchas ciudades de España. Se describe como un artista callejero de temática social, con un estilo que sitúa como realista e impresionista. Los grandes murales, algunos de ellos de fachadas completas de edificios, le han llevado a trabajar con grúas. Trazo suelto, pintura al óleo y un origen como grafitero completan su trayectoria que arrancó con el seudónimo de ‘Martz’ con el que rubrica todas sus obras.