El día se había despertado hacía poco. Informativamente hablando. En la mañana del martes 16 de julio, coleaba el registro en el Congreso de la proposición de reforma de la Ley de Extranjería, la declaración del empresario Juan Carlos Barrabés ante el juez Juan Carlos Peinado, la celebración de la cuarta Eurocopa para España, la apertura de la convención republicana en Milwaukee y la elección de J. D. Vance como el segundo de Donald Trump en la carrera presidencial del 5 de noviembre. Pero pronto un titular rompió la actualidad de ese día.

—Ya les anuncio que acabamos en estas horas de cerrar un acuerdo con el Partido Socialista, entre Sumar y el Partido Socialista, en el que la petición de Sumar para la derogación de la ley mordaza se consuma. La ley mordaza va a ser derogada.

Eran cerca de las 10 de la mañana y la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, acababa de dar un vuelco a la actualidad política. Lo hacía desde Bruselas, a su llegada a la reunión de ministros de Empleo de la Unión Europea. Unas palabras en paralelo al arranque, en Madrid, del Consejo de Ministros, presidido por Pedro Sánchez.

Díaz anunció el martes desde Bruselas que había consensuado la "derogación de la 'ley mordaza'", pero tanto su partido como después la Moncloa rebajaron el alcance de lo pactado

Ese titular, sin embargo, se fue desinflando conforme pasaban las horas. El portavoz adjunto de Sumar, Enrique Santiago, reconoció que lo pactado con el PSOE era la modificación de un artículo, el 36, de la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015, la ley mordaza. Era el que cataloga como infracción grave la toma de imágenes de policías en las manifestaciones, que de hecho ya había anulado parcialmente el Tribunal Constitucional en su sentencia de 2020. Sumar añadía que se había consensuado además con el PSOE varios cambios en el Código Penal "para proteger la libertad de expresión": la "supresión" de los delitos contra los sentimientos religiosos o de escarnio público, la "derogación" de los delitos de injurias y calumnias contra la Corona, la "derogación" de las injurias a instituciones del Estado y la modificación de las leyes de derecho al honor y a la rectificación para incluir una "reparación pública" para los imputados que no acaben en juicio oral y que arrastren "innumerables titulares" que atenten contra su honor.

Poco después, la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, y la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, rebajaron aún más el alcance de lo acordado la víspera con Sumar: afectaba "única y exclusivamente" a lo relacionado con los delitos de injurias y calumnias. En el Ejecutivo señalaban que no había ninguna redacción cerrada, que no se había aterrizado en el detalle, que el compromiso adquirido era el de "revisión" de los delitos de injurias y calumnias, y ahí sí entraba el citado artículo 36 de la Ley de Seguridad Ciudadana. Pero la reforma del resto de la ley mordaza de 2015, incidió Montero, el PSOE hablaría con los socios de investidura, porque en 2023 fueron ERC y Bildu los que hicieron decaer la modificación de la norma por el desacuerdo con el Gobierno y el PNV en cuatro puntos —uso de las pelotas de goma, ofensas a los agentes, desobediencia a la Policía y devoluciones en caliente de inmigrantes—.

El presidente, ante el Congreso, enunció solo "una nueva reforma de la 'ley mordaza', en lo relativo a la libertad de expresión, en coherencia con la Constitución española"

Miércoles 17 de julio. Congreso. Sánchez presenta su plan de regeneración democrática, y cita de pasada "una nueva reforma de la ley mordaza", "en lo relativo a la libertad de expresión, en coherencia con la Constitución", y la pretensión de "reforzar los derechos al honor y a la rectificación de la ciudadanía".

El anuncio de Díaz, en sus estrictos términos, no quedaba plasmado en el discurso del presidente, muy genérico, sin detalles. Pero era lo que ya habían advertido en su equipo: se trataba de llevar a la Cámara baja "un esqueleto" de propuestas, de "abrir el debate".

Para Podemos, ya "solo manda el PSOE"

La vicepresidenta segunda se había "pasado de frenada", admitían en la Moncloa. Pero el choque se quedaba ahí. No iba a más. Los socialistas no querían escalar la discrepancia ni ahondar en la pequeña herida. Igual que había ocurrido en otros momentos de este primer año de legislatura. Entienden, lo aseguran en Ferraz y en la Moncloa, que Díaz necesita "buscar su espacio", "sacar la cabeza", hallar "foco" para visualizar la acción de Sumar dentro del Ejecutivo y también por su feroz competencia con Podemos, que este mismo sábado daba por desaparecido al socio minoritario del Gobierno: ya "solo manda el PSOE", apuntaba la exministra y secretaria general de la formación morada, Ione Belarra, en la apertura del consejo ciudadano estatal del partido.

—Yolanda necesita tener espacio, foco. Ella y los suyos de Sumar. Pero no pasa nada. La relación con ellos está bien y no hay problemas. Nada que ver con la convivencia que teníamos con Podemos. El martes, simplemente ella se pasó de frenada, pero enseguida recondujeron —apuntan en el ala socialista del Ejecutivo, sin dar mayor recorrido a las diferencias.

Los apuros que sufre el Gobierno no están tanto ya dentro, sino fuera. A la inversa de lo que ocurría en la pasada legislatura, cuando la tensión y el ruido con Podemos eran constantes

Los apuros que está sufriendo el Gobierno no están tanto ya dentro, sino fuera. Justo a la inversa de lo que ocurría en la pasada legislatura. Entre 2020 y 2023, Sánchez podía hacer uso de la geometría variable para sacar adelante sus iniciativas —216 leyes en total—, apoyándose la mayor parte en sus socios de investidura, otras veces tirando de la ayuda de Ciudadanos, otras pactando con algunos de sus aliados, pero no con otros. El ruido se hallaba dentro del Gabinete, por los roces constantes entre el PSOE y Unidas Podemos. El mayor cisma lo produjo la ley del sí es sí, una norma que ya generó fricciones al comienzo del mandato y que en el último año de coalición provocó el mayor enfrentamiento interno. Al final, el presidente decidió impulsar la reforma de la ley de la mano del PP y con el rechazo de sus socios en el Ejecutivo. Para entonces, en la Moncloa admitían abiertamente que en realidad no había un solo Gobierno, porque las dos ministras de Podemos —Ione Belarra (Derechos Sociales y Agenda 2030 e Irene Montero (Igualdad)— actuaban como una célula solitaria, aisladas del resto de sus compañeros de Gabinete. Sánchez nunca llegó a romper la coalición y blandió la estabilidad de su Ejecutivo como uno de sus activos en las elecciones generales de hace justo un año, las del 23 de julio.

Con Díaz, sin embargo, la relación siempre fue más cordial. Y en aquella campaña ambos precisamente explotaron esa imagen de equipo, proyectaron el mensaje de entendimiento de la izquierda frente a un Alberto Núñez Feijóo que prefería rehuir estratégicamente de Vox, su aliado natural y con el que firmó coaliciones en cinco autonomías —ya rotas— y en torno a 130 ayuntamientos. La vicepresidenta segunda, que cimentó su imagen en el éxito del diálogo social en los difíciles años de la pandemia, defendió siempre que había que conducir la discrepancias entre los socios discretamente, sin trasladar el ruido hacia el exterior, por el riesgo de desilusionar a la izquierda. Díaz reivindica que es dura en las negociaciones, exigente, pero a su vez leal. Una cultura que mamó en su casa —su padre, Suso Díaz, es un histórico líder sindical gallego— y de la que tiró tanto en su carrera profesional, como abogada laboralista, como en su trayectoria política, que comenzó en Esquerda Unida, la marca gallega de IU, de la que fue coordinadora entre 2005 y 2017.

Petición del cese de la directora del Instituto de las Mujeres

Frente a la tensión constante de la convivencia volcánica con Podemos, ahora la cohabitación en el Ejecutivo es más sencilla para Sánchez. Hay choques puntuales con Sumar —sobre todo, por la orientación de la política exterior, en especial tras la guerra de Israel y Hamás—, pero no es un socio incómodo para los socialistas. Las chispas han saltado en contadas ocasiones y han sido de baja intensidad. Como ocurrió esta semana con la ley mordaza o con la petición de cese inmediato de la directora del Instituto de las Mujeres, Isabel García, cada día más acorralada por los al menos 64 contratos que ella y su esposa consiguieron de ayuntamientos controlados por el PSOE para gestionar los puntos violeta. Las dificultades están fuera, y eso se refleja en la absoluta ralentización de la actividad legislativa: en este primer año, se han aprobado cinco reales decretos leyes y tres leyes —una de ellas, la amnistía—, ocho en total.

"Sumar busca su espacio, y es normal, pero por supuesto la convivencia es buena", ratifican en el círculo de Sánchez. "Yolanda desde Bruselas generó polvareda sobre todo por la manera de expresarse", disculpa otra ministra

"Ellos, Sumar, buscan su espacio, y es normal, pero por supuesto la convivencia es buena", ratifican en el círculo de máxima confianza del presidente. "Yolanda desde Bruselas generó polvareda sobre todo por la manera de expresarse", disculpa también otra integrante, y de mucho peso, del equipo de Sánchez.

No obstante, antes y ahora, es el PSOE, es el jefe del Ejecutivo, el que conduce el timón del Gobierno, y el que lo deja saber siempre. Este mes, Sánchez echó el freno a las negociaciones para la reducción de la jornada laboral, una de las medidas centrales de la legislatura y que más costó a Sumar arrancar a los socialistas cuando tejieron su pacto de gobierno, en octubre pasado. Díaz tomó las riendas de las conversaciones después de meses de diálogo infructuoso entre patronal y sindicatos. Trabajo llegó a lanzar un ultimátum a los empresarios, desde el principio reacios a la rebaja laboral. Pero los socialistas trasladaron que era mejor esperar algo más para sumar a la CEOE, también porque con un acuerdo tripartito —Gobierno, empresarios y centrales sindicales— sería más fácil conseguir el respaldo del Congreso y convencer a los socios de derechas, PNV y Junts.

Antes de las europeas, las relaciones entre los socios se tensaron más de la cuenta, también por la competición feroz entre Sumar y Podemos. Ahora, "no hay problemas con ellos", segura un miembro de peso del Consejo de Ministros

Antes de las europeas, las relaciones de PSOE y Sumar se tensaron más de la cuenta por la iniciativa socialista de abolición de la prostitución —tumbada en el primer trámite con los votos del grupo de Díaz y el PP— y por el proyecto de reforma de ley del suelo, que la Moncloa tuvo que retirar por la falta de apoyos, entre ellos de Sumar. En el Ejecutivo atribuían la colisión a la competencia con Podemos —pugna que quedó muy igualada: la candidata de la vicepresidenta, Estrella Galán, consiguió tres escaños, uno por encima de la formación morada, con Montero como cabeza de lista—, pero pasadas las urnas, "las cosas están bien", "no han cambiado las dinámicas", señalan en el sector socialista del Ejecutivo. "La convivencia es positiva, no hay problemas con ellos", sentencia uno de los ministros de mayor relieve del Gabinete. "Somos partidos distintos, con posiciones distintas, como por ejemplo en política exterior, y en ese punto está claro que es el presidente el que marca la línea. Pero ellos pueden mostrar su discrepancia", abundan fuentes gubernamentales. Es decir, que el PSOE está dispuesto a dejar espacio a Díaz y a Sumar.

Díaz "brilla" en su departamento

Y es que Sánchez necesita que el espacio a su izquierda esté fuerte. Justo lo que no reflejan las encuestas de generales y lo que probaron las urnas europeas. El PSOE es plenamente consciente de que solo podrá reeditar el Gobierno de coalición progresista si su izquierda está unida. Un mensaje que la dirección del partido lanzó antes de los comicios del 9-J y, con más ahínco aún, después: Sumar y Podemos, aseguró, deben abandonar sus "cuitas internas" y tender puentes. Díaz dejó la coordinación de su partido al día siguiente de las europeas —pero se mantuvo como vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, y como líder de su grupo parlamentario en el Congreso—, y con su marcha esperaban en Ferraz y en el Ejecutivo que fuera más sencilla la recomposición del espacio. Pero asumen que costará, por la acumulación de agravios y recelos del pasado. A favor, creen, está el tiempo, porque pese a las especulaciones de la derecha y de la patronal, el presidente no piensa adelantar las generales, según ha repetido él mismo. En cualquier caso, lo que inquieta al PSOE es justo eso, la ruptura de Sumar y Podemos, más que los choques ocasionales con su socio de coalición.

Los socialistas han venido insistiendo en que necesitan a su izquierda fuerte y unida, porque de lo contrario será imposible reeditar el Gobierno cuando se convoquen las generales

"Yolanda se está esforzando mucho para que pueda haber acuerdo con los empresarios en la reducción de la jornada laboral, consciente de que es en ese ámbito donde ella tiene más capacidades —asegura una integrante de la ejecutiva federal del PSOE—. Y las tensiones dentro de la coalición y con el resto de socios se moderarán cuando haya un nuevo Govern en Cataluña". Los socialistas valoran la gestión de Díaz al frente de Trabajo, pero creen que ha fallado como líder de Sumar, una carcasa ahora mismo vacía y de futuro incierto. "Organizar el puzle de Sumar con tantos pedacitos con sus respectivos egos no era nada fácil. Desde luego, más difícil que el diálogo social. Yo creo que puede recuperar brillo si consigue objetivos de su negociado, que pueden beneficiar a mucha gente. Creo que puede tener éxitos todavía en su ministerio", valoran en la dirección socialista.

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, interviene en el Fórum Europa, este pasado 18 de julio de 2024 en Madrid. | EFE / ZIPI ARAGÓN

Sin embargo, hay dirigentes del partido que tienen una opinión más crítica respecto a Díaz. "Está absolutamente sonada y desorientada. No sale del eslogan. Y eso solo aguanta un tiempo", sentencia un veterano responsable con hilo directo con la Moncloa. "Yolanda ya está muy floja y Sumar es que no existe. A Podemos se les veía venir más, aunque hablaban más de oído. Lo que sí es cierto es que el clima en el Consejo de Ministros es más agradable con ella. Irene y Ione no hablaban con nadie, y Pablo [Iglesias] era más agresivo", relata un miembro del Ejecutivo.

Hay dirigentes más críticos con la vicepresidenta, que la ven "sonada y desorientada", aferrada al "eslogan", más "floja" porque Sumar "no existe"

Íñigo Errejón, portavoz de Sumar en el Congreso, presumía en el pleno del pasado miércoles que su formación había puesto "la chicha" del paquete de regeneración democrática. La sustancia. Lo cierto es que al plan de Sánchez le faltaba toda la concreción. Ahora se tendrá que bajar al detalle en las conversaciones con los grupos. Y aquí sí habrá una novedad.

Porque el tanto más relevante y visible que consiguió Díaz en su negociación de esta semana con la contraparte socialista fue que para el diálogo sobre las medidas de mejora de la calidad democrática habrá dos ministros, uno del PSOE y otro de Sumar, en la ronda con los partidos. El lunes y martes, de hecho, Félix Bolaños (Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes) y Ernest Urtasun (Cultura), ambos personas de la máxima confianza de Sánchez y Díaz, escucharán las "aportaciones" de los grupos sobre regeneración, a fin de que en septiembre cuaje un proyecto más concreto. Un modelo de interlocución que también se implantará, según el socio minoritario, para los Presupuestos de 2025.

"Lo contó porque se podía contar"

En Sumar inciden que el cambio más potente acordado es esa negociación dual. Pero insisten en que si Díaz anunció el acuerdo con el PSOE el martes fue porque se había alcanzado horas antes, que se conocía que los cambios en la ley mordaza eran objeto de conversación con sus socios y que el pacto "era real". Sí admiten en el equipo de la vicepresidenta que pudo errar en la forma de expresarlo, al hablar de "derogación". "Pero ella misma se matizó a continuación", recuerdan, y es cierto que la ministra señaló que había acordado con el PSOE que el acuerdo afectaba a "todos los delitos vinculados a las injurias, a las libertades públicas, las injurias al Rey y demás". "Y no es que ella se adelantara: lo contó porque lo podía contar ya en ese momento, porque estaba acordado ese punto. Esa era la idea, y que luego el presidente lo desarrollara todo al día siguiente en el Congreso", explican, añadiendo que este punto, la revisión de la Ley de Seguridad Ciudadana y de los delitos ligados a la libertad, se introdujo en el programa de la coalición a petición de Sumar.

En Sumar perciben diferentes sensibilidades en el PSOE respecto a la coalición, pero admiten también que la convivencia es buena, menos en el periodo electoral, y que ambos se necesitan

Los colaboradores de Díaz coinciden con que la convivencia con los socialistas es buenas, aunque la relación fue "complicada en el ciclo electoral", pero remachan que son conscientes de que los ciudadanos "votaron el tándem Pedro-Yolanda frente a la derecha", "y a ellos nos debemos". En la Vicepresidencia señalan que perciben diferentes sensibilidades en sus socios, miembros socialistas del Gobierno que "han naturalizado la coalición y otros que no se portan bien a veces", y recelan de la "corrección" pública de la otra parte del Ejecutivo. En Sumar no gustó, por ejemplo, que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, frenara el viaje de Díaz a Palestina, que desde el principio fuentes diplomáticas daban por imposible por el contexto de guerra. "En todo caso", concluyen fuentes muy próximas a la titular de Trabajo, "ellos son conscientes de que nos necesitamos. Que el país necesita una coalición fuerte y sana".

Los titulares de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes y de Cultura, Félix Bolaños (i) y Ernest Urtasun (d), junto a la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría (c), en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado 26 de marzo de 2024. | EUROPA PRESS / ALBERTO ORTEGA

Y es que ese es el pegamento del Ejecutivo. La convicción de que PSOE y Sumar —o la marca heredera que pueda aglutinar a la izquierda de Sánchez— tienen que saber convivir. Porque solo juntos tendrán a su alcance reeditar el Gobierno. Y si una de las patas se debilita en exceso, no habrá opciones. Eso es lo que arrojaron las europeas. El PSOE resistía, sí, pero no se comía a su izquierda. Ferraz sabe que necesita a sus socios en forma. Y, ahora mismo, no lo están.