No hay ni habrá una versión o explicación socialista del preacuerdo alcanzado con ERC para investir a Salvador Illa. Gobierno, PSOE y PSC quieren esperar, como poco, a que las bases republicanas voten en la consulta convocada para el viernes, así que el tiempo hasta entonces se consumirá en alabar el texto, definirlo como "magnífico", defenderlo "con pasión" y poco más. Nada de entrar en concreciones, nada de explicarlo. Eso no toca.

No lo hizo ayer martes la portavoz del Ejecutivo, Pilar Alegría, ni después Pedro Sánchez tras su despacho con el rey Felipe en Palma. Y este miércoles, en la comparecencia de balance del curso político en la Moncloa, el presidente desplegó la misma estrategia. Se declaró "feliz", como la "mayoría amplia" de socialistas por poder ver a Illa como president y validó el contenido de lo pactado, sin definir el nuevo modelo de "financiación singular" para Cataluña de "concierto económico solidario". No dijo tampoco que la comunidad saldrá del régimen común, pero sí aseguró, y este argumento sí que era nuevo, que es un paso hacia la "federalización" del país.

Fue al final de una comparecencia en la Moncloa en la que Sánchez tejió una primera intervención más triunfalista —en la que intentó poner el acento en la buena marcha de la economía— y a la que siguieron seis turnos de preguntas, todos ellos centrados en los dos asuntos de actualidad que inundan esta última semana de julio: su declaración, ayer, ante el juez Juan Carlos Peinado en la Moncloa y el preacuerdo con ERC. Pero el presidente, en ambos asuntos, no se movió de su guion.

Sánchez, en todo momento, insistió en las bondades del pacto con los republicanos, pero sin ir a la letra pequeña, por más que los periodistas le preguntaron y por más que le inquirieron si reconocía que su Gobierno había dado un giro de 180 grados, ya que venía negando —la última vez, con vehemencia, fue la vicepresidenta primera y titular de Hacienda, María Jesús Montero, el pasado 15 de julio— la posibilidad de un concierto económico para Cataluña, exigencia nuclear de ERC. Solo al final de la comparecencia, de hora y cuarto, apuntó qué supone: "Estamos dando un paso en la federalización de nuestro Estado autonómico", y eso es "una muy buena noticia para el sistema político español". El argumento sorprendía por cuanto la aspiración de una España federal se había ido diluyendo en los documentos del PSOE. Sí quedó solemnizada en la Declaración de Granada de 2013, cuando lideraba el partido Alfredo Pérez Rubalcaba, y en la Declaración de Barcelona de 2017, ya con Sánchez en el trono de Ferraz, pero en los últimos años había perdido color. En todo caso, nunca el PSOE había defendido un modelo de concierto económico, análogo al que opera en Euskadi y Navarra, para Cataluña.

El presidente precisó que mientras que el preacuerdo con ERC va unido a una "negociación bilateral" con la Generalitat de Catalunya, "lógicamente corresponde a un espacio multilateral la negociación y el acuerdo del nuevo sistema de financiación autonómica" para el resto de comunidades de régimen común. No dejó claro si el modelo consensuado con los republicanos se ofrecerá al resto de CCAA.

No hubo contestación, pese a las preguntas y repreguntas de los periodistas, a por qué había cambiado de opinión sobre el concierto catalán. Ni respondió a si mantiene el referéndum de autodeterminación como última línea roja, después de que haya cruzado todas las demás.

Y es que no habló el jefe del Ejecutivo de "concierto", término que, es cierto, no aparece en las 25 páginas del documento suscrito con ERC. Sí reconoció la "financiación singular". "Como la hay en Baleares o en Canarias", puso como ejemplo, aunque la diferencia no se sostiene, porque los dos archipiélagos, aunque tienen características propias, atendiendo a su insularidad, sí están dentro del régimen común. En el caso de Cataluña, si se cumple con lo pactado y se aprueba en las Cortes, algo nada fácil, la Generalitat pasaría a recaudar, liquidar, gestionar e inspeccionar el 100% de los impuestos, y luego haría una aportación (o sea, un cupo) para pagar al Estado por los servicios que presta en la comunidad y abonaría una cuota de solidaridad al resto de CCAA para asegurar una prestación homogénea de los servicios públicos, siempre que se respete el principio de ordinalidad.

"Lecciones" del PP, no

Sánchez puso en valor que un partido independentista se comprometa con la "solidaridad" interterritorial, que hable de "igualdad", de "calidad de los servicios públicos en todos y cada uno de los territorios de España". En definitiva, se trata de un "magnífico" preacuerdo que defiende y defenderá "con pasión" porque además sienta las bases de la "normalización" política en Cataluña y la "resolución" del procés. Como hiciera ayer en Palma, el jefe del Ejecutivo avisó de que no aceptará "lecciones" del PP, que allá donde gobierna acomete "recortes al Estado del bienestar". "Lecciones de quien quita impuestos a los ricos... mire, no", respondió, rechazando el argumento —que también se escucha en su partido— de que es un "atentado a la igualdad de los españoles".

La línea narrativa empleada por el presidente en estos dos últimos días es la siguiente: no importa tanto el modelo de financiación, sino quién (qué partido) esté al frente del Gobierno central y de los autonómicos. Tanto ayer en Palma como este miércoles en la Moncloa recalcó que con el mismo sistema de financiación autonómica —el que aprobó José Luis Rodríguez Zapatero en 2009, y que caducó en 2014— se han acometido los mayores "recortes" en la época del PP y el "mayor fortalecimiento del Estado del bienestar", desde que él está en la Moncloa. La diferencia la marca, insistió, si hay al frente un Gobierno progresista o conservador. Es decir, que la prioridad es que quien dirija la Generalitat es Illa. Prácticamente redujo el modelo a una technicality que no interesa a los españoles y que es irrelevante: "Los ciudadanos lo que quieren ver es reducida su lista de espera sanitaria", ilustró, para responder al "malestar" por el cambio de modelo. Lo cierto es que el PSOE no defendió nunca un concierto económico para Cataluña. Nunca. Tampoco el PSC.

Así, "lo que hace más fuerte o débil la igualdad entre los españoles y la solidaridad interterritorial es tener gobiernos que no abren las puertas de par en par a las universidades privadas, que fortalecen la sanidad pública, que implementan la ley de vivienda, en lugar de recurrirla". Era su respuesta también hacia sus propias filas, al malestar interno que late en el PSOE por un pacto que muchos no creen "defendible" ni "aceptable". Sánchez, en cambio, se mostró "muy satisfecho, contento y feliz" del consenso alcanzado con ERC.

El presidente se defendió asimismo atacando lo que cree que es un doble rasero: adujo que el Gobierno de José María Aznar cedió primero el 30% del IRPF y luego el 33% y se compró el relato de que se hacía "por la unidad de España". "Y si lo hacemos nosotros es que se rompe España. Así también juego yo a la política". Y recordó que en 2016 el hoy líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, entonces presidente de la Xunta, señalaba que se podía plantear un concierto económico para Cataluña y en cambio, se quejó, todo lo que hacen él y su Ejecutivo progresista son catalogados de "golpe de Estado", y todo se reduce a que la oposición no reconoce la "legitimidad del Gobierno de España".

Todo el acento estaba puesto este miércoles en el triunfo del diálogo como vía para resolver la "mayor crisis territorial de la historia de la democracia", que le dejó en herencia el PP. Una crisis, la del procés, que tuvo repercusión en la economía y que dañó la "reputación internacional" del país y la convivencia entre catalanes y de los catalanes con el conjunto de los españoles. El presidente enfatizó una y otra vez que España "está mucho mejor que en 2017 y estará aún mejor en 2028 respecto a 2024", con Illa al frente de la Generalitat.

España "está hoy más unida"

En todo momento, cubrió de parabienes a ERC, le volvió a expresar su "respeto", el "reconocimiento" a su labor. Y mimó a sus militantes, los que tendrán que decidir si invisten o no a Illa y en quienes confió para abrir "un tiempo de legislatura y no de repetición electoral en Cataluña".

Pese a las críticas, en suma, España "está hoy más unida" que en 2017. "Son buenos tiempos para los optimistas y malos tiempos para los agonías", incidió en varias ocasiones a lo largo de su comparecencia, en la que alabó que su Gabinete haya dado "pasos valientes para reconstruir puentes y para que nunca volvamos a retroceder".

Sánchez no ve problemas de aceptación interna del acuerdo con ERC. Ayer recibió, recordó, el respaldo unánime de la dirección federal (con una sola abstención). Pero el enfado va más allá de las críticas públicas de Emiliano García-Page y de Javier Lambán. Este miércoles, el presidente de Castilla-La Mancha pronunció una declaración institucional para clamar contra el pacto con los republicanos, y subrayó que no le vincula ni lo puede apoyar, y confía en que su partido "no lo tolere". "La noticia sería que hiciera una rueda de prensa apoyando al Gobierno de España", contestó Sánchez desde la Moncloa. Era la primera vez en mucho tiempo que el jefe del Ejecutivo entraba al choque con el barón socialista. No dijo más, pero ya era suficientemente elocuente. El hartazgo de Ferraz con Page no es ningún secreto y las relaciones, no lo oculta nadie, son inexistentes.