Lo que pase hoy en Cataluña supondrá el punto de inflexión de la legislatura de Pedro Sánchez. Por un lado, si Salvador Illa es investido presidente de la Generalitat, el jefe del Ejecutivo considerará justificados todos y cada uno de los pasos que ha venido dando -muchos de ellos sobre el alambre- una vez comenzó a desmontar su propio argumentario respecto al proceso independentista. Y aunque la 'performance' de Carles Puigdemont, con su anunciado regreso a España, sirva para retrasar algunos días esa investidura, los socialistas confían en que, por mucho ruido que haga, éste será el último acto del prófugo antes de abrirse en Junts el debate postPuigdemont.
Otra cosa es que la realidad se amolde al análisis de Moncloa. Primero, porque para llegar hasta aquí el jefe del Ejecutivo ha abierto una profunda brecha en un partido, el suyo, sometido a demasiadas pruebas solo para garantizarse la continuidad en el poder bajo el argumento sobrevenido de la normalización en Cataluña: los indultos, la desaparición del delito de sedición, la rebaja de la pena en la malversación de fondos públicos, la ley de Amnistía y, como colofón final, la aceptación de la soberanía fiscal catalana. De todos los asuntos por los que ha transitado Sánchez desde 2018, este último es el que más ha tensionado la organización, con barones y dirigentes territoriales que abogan por un debate a fondo a la vuelta del verano.
Advertencia de Junts
Acaso también sea más voluntarista que otra cosa esperar que Junts rebaje el tono teniendo a su líder, muy probablemente, a disposición del Tribunal Supremo y con un gobierno no independentista en el palacio de la Generalitat. Su secretario general, Jordi Turull, lo dejó muy claro el pasado martes: si el prófugo era detenido a su regreso a España, se "replantearán" el acuerdo que hizo presidente del Gobierno a Pedro Sánchez tras las elecciones del 23-J.
"Si las condiciones han cambiado y este acuerdo no es posible, el acuerdo no puede continuar de ninguna de las maneras", dijo. Ya antes de vacaciones le tiraron abajo la ley de Extranjería y la senda de déficit previa a la elaboración de los Prepuestos Generales para 2025. Dos aldabonazos para recordarle a Sánchez que es mortal y sigue necesitando el apoyo de los siete diputados neoconvergentes.
Pero no son sólo Moncloa y PSOE los que inauguran una nueva etapa no exenta de riesgos. Las dos principales fuerzas del independentismo entran en un proceso de reflexión y de renovación interna, en constante competencia entre ellos, y habrá que ver hasta qué punto convierten el Congreso de los Diputados en el ring de esa lucha por la hegemonía del soberanismo. ERC necesita recuperar el terreno perdido el 12-J y Junts no perderlo. En pura lógica les interesa un gobierno central dispuesto a saltarse todas las líneas rojas, pero, también deberán elevar el listón de las exigencias, todo ello con el telón de fondo de la negociación presupuestaria y la reforma de la Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas (Lofca) para hacer realidad la soberanía fiscal catalana.
ERC se desdobla: vota la investidura de Illa y acude al acto de recibimiento de Puigdemont
No dejan de ser curiosas las sinergias aún existentes entre ERC y Junts. El primer ejemplo lo tendremos hoy mismo en la concentración convocada por el "consell de la república" para recibir a Puigdemont. Mientras la intención declarada del ex president es dinamitar la sesión de investidura de Illa- que cuenta con el voto de los 20 diputados de Oriol Junqueras- y ha culpabilizado a ERC de su posible detención, los republicanos anunciaron ayer que se sumarán al acto de recibimiento en el Paseo Lluís Companys como han hecho con otros políticos catalanes "exiliados" y aun a riesgo de ser increpados y expulsados de un acto respaldado también por Asamblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium Cultural, los CDR, y la CUP.
Hay muchos que vaticinan el fin de la unidad independentista como si fuera la primera vez que ambos partidos rompen. Además, esta crónica hubiera sido distinta si del resultado del 12-M Junts y ERC hubieran podido sumar una mayoría suficiente para intentar otro gobierno soberanista. Incluso los más críticos de ERC con Junts -"no podemos seguir de la mano de un partido que nos maltrata", dicen- asumían como un designio inevitable que, si se daba esa aritmética, ambos partidos estaban condenados a intentar un nuevo frente independentista.
Firma clandestina del acuerdo
De hecho, PSC y ERC firmaron ayer su acuerdo de investidura casi en la clandestinidad, sin convocar a los medios de comunicación ni, por supuesto, someterse a las preguntas de los periodistas para despejar las grandes dudas existentes en torno a cómo y de qué manera se implementará la hacienda tributaria catalana, que si bien exige del Congreso de los Diputados un respaldo a la reforma de la Lofca, existe un "plan b" por si esa votación no saliera adelante. De la firma del acuerdo por parte de Marta Rovira (ERC) y de Lluïsa Moret (PSC) se supo por la red social X, acompañada de unas fotos distribuidas a la prensa.
Otra formación política damnificada internamente por el pacto fiscal catalán es Sumar, donde la lista de disidentes va creciendo por muchos intentos que haya para reconducir un debate que ha alterado a las fuerzas regionalistas del Grupo Plurinacional, a Izquierda Unida y a destacados dirigentes magentas como el portavoz de Economía, Carlos Martín Urriza.
Ni Yolanda Díaz ni Íñigo Errejón pueden descartar a día de hoy la ruptura de la disciplina de voto por el pacto fiscal
Del voto de todos y cada uno de los 27 diputados de esta coalición depende que salgan adelante los planes de Sánchez y de Illa, antes de acudir a otros atajos. A día de hoy, ni Yolanda Díaz ni Íñigo Errejón podrían descartar la ruptura de la disciplina interna, al tiempo que ambos den prioridad al pacto alcanzado entre el PSC y los comunes. Sumar también se enfrenta, como ERC y Junts, a un proceso congresual este otoño después de que Díaz decidiera dejar el liderazgo tras acumular varias debacles electorales, y la cesión de la soberanía fiscal a Cataluña no deja de ser una patata caliente que divide a la izquierda.
De este modo, con el debate o, no debate, de investidura de Illa, -que puede suspenderse por la detención o presencia en el Parlament de Puigdemont y atrasarlo hasta la semana que viene- se abre un escenario lleno de incógnitas en la política nacional, del que depende la estabilidad y duración de la legislatura.
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