El nacionalismo vasco afronta un curso de cambios, renovaciones y quizá de relevos en sus liderazgos. En este final de año e inicio de 2025 PNV y EH Bildu coincidirán en el tiempo en sendos procesos internos para la renovación de sus órganos de dirección para un nuevo mandato. Lo hacen en circunstancias muy distintas y con un horizonte y retos que poco se asemejan entre los jeltzales y la izquierda abertzale. A los primeros la incógnita que les sobrevuela es cómo recuperarse de los últimos varapalos electorales, de la ‘desconexión’ que reconocen con parte de sus votantes. Para los segundos el reto de su renovación de estructuras pasa por cómo no ser víctimas del éxito electoral que acumulan y saber gestionar ese caudal de apoyo social obtenido para hacer realidad el ‘sorpasso’ al PNV en Euskadi.

Las dos formaciones coinciden en que en Euskadi se ha abierto un nuevo ciclo político. Los últimos comicios dejaron claro que la otrora hegemonía incuestionable del PNV ya no es tal. Menos aún entre el nacionalismo. La cuestión que en los próximos meses deberán resolver las bases del PNV y de EH Bildu en sus respectivos procesos es si Andoni Ortuzar y Arnaldo Otegi siguen siendo líderes adecuados para el nuevo periodo, para el futuro que se abre.    

El próximo día 29 el PNV reunirá a su militancia en el acto más multitudinario que organiza anualmente. El ‘Alderdi Eguna’ (Día del partido) volverá a congregar a decenas de miles de personas en las campas de Foronda (Alava). Andoni Ortuzar, presidente de la formación desde 2012, ha pedido a sus bases una “reflexión profunda” sobre cuál debe ser la actualización, el camino a seguir y la transformación de la organización para volver a conectar con esa parte de la sociedad vasca que ha dejado de confiar en el PNV. El líder nacionalista ve en esta renovación un proceso casi “refundacional”.

En los últimos comicios casi uno de cada cuatro votantes ha dejado de confiar en el PNV. La cuestión es saber por qué y cómo revertir esta tendencia. El presidente del PNV ha insistido en que quizá urge una modernización del partido, una actualización en sus objetivos sociales, políticos y económicos. También apela a una mejora en su organización interna. Ha afirmado que en cuestiones como la comunicación con sus bases se debe mejorar. Entre las prioridades considera que la primera es la definición de un proyecto político propio al nuevo tiempo, después actualizar la organización interna y finalmente una adecuada elección de las personas que deberán liderarlo. Ortuzar no ha desvelado aún qué hará, si se dejará querer o si optará por ceder el testigo. Hace meses aseguraba que los procesos de renovación generacional son necesarios y que en su caso no lo descartaba.

Relevo generacional

El propio partido que lidera ha aplicado esa ‘receta’ para la conformación de sus listas municipales y autonómicas. Lo hizo con el lehendakari Iñigo Urkullu y con algunos nombres de peso en el PNV, como Joseba Egibar, que quedó fuera de las listas. Tras tres mandatos al frente de la dirección del partido y con 63 años cumplidos, Ortuzar insiste ahora en que el proceso interno del partido deja en sus bases la potestad de proponer candidaturas: “Ahí, si voy a seguir o no, no es responsabilidad mía sino de las bases”, aseguraba esta semana dejando la puerta abierta a un nuevo mandato.

En la militancia del PNV las discrepancias apenas han aflorado. El presidente del partido asegura que están unidos y que la “autocrítica” por la pérdida de votos se ha hecho. Hasta el momento, apenas se han escuchado voces discrepantes.

En la otra orilla del nacionalismo vasco, en las bases de EH Bildu nadie duda de que el liderazgo de Arnaldo Otegi debe continuar. La paradoja es que tanto Andoni Ortuzar como Otegi pueden enarbolar la bandera de que durante sus mandatos las formaciones han logrado los mejores resultados de su historia. En el caso de Ortuzar, la cima electoral del PNV se desplomó en gran medida en este último año electoral, registrando la mayor pérdida de votantes de las últimas décadas, casi 100.000 votos menos.

Es innegable que en el nuevo ciclo postelectoral la continuidad de Ortuzar se ha complicado. La inquietud sobre el devenir del PNV de cara al futuro en su pulso con EH Bildu por el liderazgo político en Euskadi han comenzado a aflorar. Sus defensores recuerdan que la dirección de Ortuzar también acumula éxitos innegables, como la mayor cuota de poder institucional jamás obtenido por el PNV. Gobierna en las tres diputaciones vascas, las tres capitales vascas, en el Ejecutivo vasco y en numerosos municipios. También puede presentar la condición de socio preferente del Gobierno Sánchez que ha logrado.

Ortuzar, un balance de éxito y desgaste

Pero a nadie se le escapa que también ha habido un profundo desgaste que ha dado alas a su principal rival en el soberanismo vasco; EH Bildu. El ‘sorpasso’ no se ha producido por ahora en Euskadi. Sólo un estrechísimo margen de votos lo ha impedido. Las inercias electorales apuntan a que si no hay cambios de calado pronto podría producirse. Hoy PNV y EH Bildu tienen el mismo número de escaños en la Cámara Vasca, 27, y EH Bildu le disputa la mayoría municipal en Euskadi y ya se presenta como la formación hegemónica en ‘Euskal Herria’, al incorporar en su afirmación los resultados de Navarra y el País Vasco Frances, donde supera de modo holgado al PNV.

El relevo generacional que propugnó para justificar la salida de Urkullu como candidato a la reelección en favor de Imanol Pradales, le interpelará durante este proceso de renovación de los órganos internos que el PNV. Ortuzar afronta ya la edad de jubilación. Militante desde muy joven, con apenas 14 años se afilió a EGI -las juventudes del PNV- y dos años después, en 1978, al partido. Su trayectoria política incluye responsabilidades en el Gobierno vasco en el área de Acción Exterior o en el área de comunicación. Fue director de la Radio Televisión Pública Vasca (EiTB), dirigió el diario ‘Deia’ y antes de asumir la presidencia del PNV ocupó la presidencia de la dirección vizcaína del partido.

En los doce años que acumula al frente del PNV ha ido virando la prevalencia de su discurso político. Lo ha hecho relegando el mensaje soberanista en favor de un mayor peso por las cuestiones sociales. La batalla que ha librado con EH Bildu se ha centrado en gran medida en lograr atraer a un electorado más joven, pulso en el que los de Otegi se han impuesto con claridad. Las pocas voces críticas que han salido a la luz en los últimos tiempos han apuntado a que en esa pugna con EH Bildu el PNV se ha dejado parte de su identidad. De partido moderado, centrado, incluso situado en posiciones más conservadoras en lo social y económico, hay quien cree que ya queda poco. El PNV ha decepcionado a parte de su votante más tradicional y de más edad y no ha sabido atraer la atención y la confianza del voto joven. A todo ello se suma el desgaste que la gestión de gobierno, en particular en el ámbito sanitario, le ha pasado factura en las últimas citas con las urnas.

En EH Bildu el proceso poco o nada tiene que ver. En la coalición liderada por Sortu, nadie cuestiona a Arnaldo Otegi. Le avalan los resultados. Ha sido él quien ha liderado el proceso de metamorfosis de la izquierda abertzale desde el final de ETA hasta nuestros días. Un pasado que no parece haberle dejado facturas con las nuevas generaciones y con una sociedad vasca que parece querer pasar página sin mirar atrás.

Otegi, un líder que opta a otro mandato

A sus 66 años, Otegi ya ha anunciado su deseo de querer repetir en la coordinación general de la coalición. En estos años ha sido él quien ha controlado la renovación interna. El relevo generacional en la izquierda abertzale parece haber alcanzado a todos los niveles orgánicos de EH Bildu menos a la cúpula de Otegi.

El líder abertzale no tiene rival. Su discurso y su estrategia de viraje y moderación de las posiciones de otro tiempo le ha dado buen resultado. Incluso haberse convertido en el socio más fiel del presidente de Gobierno Pedro Sánchez ha sido aplaudido. De su boca apenas se han escuchado críticas al líder del PSOE y su gobierno. Otegi sabe que ser un leal socio le ha reportado un tesoro de gran valor: hacer sombra y arrinconar al PNV, hasta hace poco el único partido capaz de traer réditos de Madrid a Euskadi.

El dirigente aseguró hace unos días que lo que se debe preservar es la “fórmula del éxito” que les ha traído hasta la actual posición. EH Bildu se quedó a un puñado de votos de superar al PNV en Euskadi. Ya lo ha hecho en Navarra. La coalición le ha ganado terreno municipal en territorios en otro tiempo dominados por el PNV como Bizkaia. También ha sabido absorber la mayor parte del voto que formaciones como Podemos y Sumar a punto de la desaparición.

La gran asignatura pendiente de EH Bildu es tener poder. La resistencia del resto de formaciones a aliarse con la coalición, fundamentalmente por el peso de su pasado oscuro, le ha cerrado las puertas a alianzas de gobierno en las principales instituciones vascas.

El reto que la nueva dirección de EH Bildu deberá acumular es proteger la gran penetración que históricamente han tenido entre los jóvenes. Los sectores críticos con Sortu, agrupados ahora bajo una nueva marca Euskal Herriko Kontseilu Sozialista, de ideología comunista, han sabido ganar terreno a Bildu. Organizaciones como el sindicato estudiantil, Ikasle Abertzaleak u organizaciones del ámbito del feminismo, sindical o de plataformas afines a los equipos de fútbol o de ámbitos festivos les han arrebatado espacio.

En este tercer Congreso de EH Bildu se volverá a poner sobre la mesa la necesidad de aprobar una nueva ponencia política en el que la cuestión nacional volverá a tener importancia. En los últimos años la lucha soberanista ha perdido peso en favor de otros discursos con mayor penetración social como el empleo, la vivienda, la mujer o los derechos sociales. Ahora, sin embargo, en la política vasca ha resucitado el proceso de negociación para consensuar un nuevo estatuto vasco. Un nuevo encaje que actualice el de 1979. Es ahí donde EH Bildu quiere influir para el reconocimiento del derecho a decidir del pueblo vasco.