Hace algo menos de un año, cuando todavía estaban sumergidos en la negociación de la investidura de Pedro Sánchez, en el Gobierno y en el PSOE estaban convencidos de que, poco a poco, y gracias a la "normalización" que traería consigo la amnistía, lograrían reconducir a Junts por el carril de la institucionalidad, devolver a la formación de Carles Puigdemont a la política, apearla de la montaña. Un propósito que el paso del tiempo está tornando imposible. Los posconvergentes no se dejan domar, no quieren ser un partido más, ni por supuesto que se les encuadre en el bloque de la investidura, junto al Ejecutivo. Prefieren jugar a la ruleta. A la total imprevisibilidad. Como hicieron el martes, cuando tres minutos antes de la votación en el Congreso de la toma en consideración de la propuesta de Sumar de regulación del alquiler de temporada y de habitaciones decidieron dar un volantazo y pasar de la abstención, anunciada durante todo el día, al no. El giro radical y por sorpresa molestó al Ejecutivo, especialmente al socio minoritario de la coalición, pero sobre todo dejó un poso de absoluto desconcierto. En la Moncloa, en Ferraz, admiten que no saben cómo interpretar los gestos de Junts, que no saben qué busca, qué hará en el futuro, si seguirá alineándose con PP y Vox. La esperanza a la que se aferran es el congreso del partido, en apenas un mes, que a partir de él se puedan encarrilar otra vez las relaciones. Pero certezas, ninguna.
"No sabemos qué les pasa". "No sé, que digan ellos qué quieren hacer". "No pueden estar así tres años, al final se impondrá el diálogo". Dirigentes de primer nivel del Gobierno y del PSOE reconocían este miércoles por lo ocurrido apenas horas antes en la Cámara baja. En julio, Junts tumbó la senda de estabilidad por sorpresa, pero en las horas antes ya se apreciaba un mal ambiente y el nerviosismo en las filas de la coalición. Pero no llegó al extremo de lo ocurrido esta semana. El propio secretario general de los posconvergentes, Jordi Turull, había adelantado que sus siete diputados en Madrid votarían abstención en la admisión a trámite de la proposición de ley de Sumar, promovida por organizaciones sociales y de inquilinos. Con el sí de PNV y Coalición Canaria, la iniciativa tenía seguro prosperar. Por un solo voto de diferencia, eso sí. Por eso el propio presidente tuvo que acercarse a la Cámara baja, algo muy infrecuente en él.
Junts pasó de la abstención al 'no' de forma imprevista: tres minutos antes de la votación, Nogueras llamó a Errejón para comunicarle el volantazo
Por la noche, cuando en el Congreso ya sonaba el timbre para que los diputados acudiesen a la votación, el portavoz de Sumar, Íñigo Errejón, recibió una llamada de la jefa de Junts en la Cámara, Míriam Nogueras. Ella le trasladó que su grupo apretaría el botón del no. Y así fue. 172 votos a favor de la toma en consideración de la iniciativa —los de PSOE y Sumar y sus aliados (ERC, Bildu, BNG, Podemos, PNV y CC)— y 178 en contra (PP, Vox, Unión del Pueblo Navarro y Junts). Para Errejón, fue una "indecencia" en las formas y en el fondo, porque los de Puigdemont habían roto su "palabra". Para el PSOE, según su portavoz parlamentario, Patxi López, una "incongruencia".
Ni López ni el ala socialista del Ejecutivo quisieron alimentar el choque con declaraciones públicas. De nuevo, entendieron que era mejor morderse la lengua para no soliviantar a Junts, al que siguen y seguirán necesitando.
El PSOE está a la espera de poder concertar este mes una nueva cita fuera de España con Puigdemont. Quiere saber "qué le pasa" a Junts
Es Santos Cerdán, el secretario de Organización del PSOE, a quien Sánchez encargó desde el principio la interlocución con los posconvergentes, y quien la sigue pilotando. Es él quien se ha venido reuniendo fuera de España con Puigdemont en estos meses. La última vez, señalan en su entorno, antes de las vacaciones de verano. Ahora el dirigente está a la espera de poder concertar una nueva cita en este mes. Para hablar. Para intentar saber "qué le pasa" a Junts, reconducir una relación que, en realidad, nunca se ha roto, porque los puentes han seguido funcionando, también a nivel de Gobierno. El propio ministro Félix Bolaños, mano derecha del presidente, mantuvo una conversación con Nogueras la semana pasada en el Congreso. En balde. Los intentos de aproximación han sido todos fallidos hasta ahora.
"Con Junts no funcionan los chantajes"
Y por si no quedaba claro, lo dijo el expresident este miércoles a través de un mensaje en X: el PSOE ha de "digerir" que gobierna en minoría y ha de darse cuenta de que "con Junts no funcionan los chantajes". Según advirtió Puigdemont, "el Gobierno español no se debe dedicar a decir lo que ha de hacer o cómo se ha de sentir un grupo parlamentario que no es el suyo, sino que debe cumplir sus compromisos y gobernar". Es decir, "esto va al revés: son los grupos parlamentarios los que controlan al Gobierno, los que le piden explicaciones y los que tienen el derecho a hacer servir sus votos para ejercer esta función de la manera más eficaz". Es decir, que el Ejecutivo no puede dar por descontados sus siete votos. En absoluto.
Si no cumplen con Junts, no tienen nuestros siete votos. Así es la política: o cumplen los acuerdos o derrotas parlamentarias", advierte el diputado Cruset
Lo había dicho el diputado Josep Maria Cruset en la sesión de control al Gobierno en el Congreso este miércoles horas antes: "Si ustedes no cumplen con Junts, ustedes no tienen lo que necesitan, nuestros siete votos —le lanzó al titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, a quien exigió el traspaso integral de las competencias en inmigración—. Así es la política: o cumplen los acuerdos, o derrotas parlamentarias. O nuestros acuerdos o sus derrotas".
Un discurso "incendiario", valoraban en respuesta desde la Moncloa. En el equipo de Sánchez no escondían la preocupación, pero también intentaban minimizar la magnitud de lo ocurrido: "Al final, se impondrá el diálogo. No pueden estar así tres años. Se abrirá camino si ellos quieren, y si no van a ir a la deriva".
La lectura de los socialistas es que Junts ha girado porque no ha asumido que quien preside la Generalitat es Salvador Illa, y no Carles Puigdemont. "Es que alimentaron las expectativas de que él iba a ser el president a pesar de sus resultados electorales" en las autonómicas del pasado 12 de mayo, "y cuando uno hace ese recorrido, no tiene más salida que intentar tejer el relato de que ellos siguen vivos, de que todavía están ahí". Dicho de otro modo, que a los posconvergentes no se les ha pasado el berrinche. Que están "muy condicionados desde la investidura de Illa hasta su congreso", que se celebrará a finales de octubre en Calella (Barcelona), y al que podría acudir el expresident. También influye que la amnistía no le ha sido aún aplicada al exjefe del Govern porque el Supremo entiende que no le puede perdonar el delito de malversación. El Tribunal Constitucional es el que tendrá que decidir, y tardará muchos meses.
En la Moncloa entienden que ese cónclave de Calella puede marcar un punto de inflexión, a pesar de que lo previsible es que se confirme el hiperliderazgo de Puigdemont. "Confío en que tengan en ese congreso su momento de reflexión, de refundación, de pensar en cómo se resitúan en el nuevo panorama —destacan en el círculo de Sánchez—. Junts tiene que redefinir su papel en los próximos tres años. ¿A qué van a jugar? ¿A votar con la derecha? Ellos saben que les penaliza porque es incoherente, y si uno es incoherente en política, al final acaba perjudicando sus intereses. Ya harán la digestión de que Illa es el president y confiamos en que la hagan". Quizá ese acoplamiento, admiten en la Moncloa, tarde un tiempo y no sea inmediato, de forma que haya que esperar unos meses aún para observar el reposicionamiento de los de Puigdemont.
Junts tiene que redefinir su papel en los próximos tres años. ¿A qué van a jugar? ¿A votar con la derecha? Ellos saben que les penaliza porque es incoherente", subrayan desde la Moncloa
En Sumar, las últimas horas se han sentido muy sombrías. Porque fue Junts quien hizo embarrancar a última hora una iniciativa suya y que juzgaban imprescindible para dar una salida al fraude del alquiler de temporada. "El procés les echó a la izquierda, pero vuelta la gente a casa se han ido donde estaban, en la derecha", analizan. El socio minoritario asume, no obstante, que esta derrota no puede paralizar al Gabinete, que hay que "volver a hablar", porque "la aritmética del Congreso es la que es", y no queda otra que entenderse con Junts para salvar la legislatura, aunque sea muy difícil.
El aviso de Rufián
En la coalición gubernamental y entre sus socios parlamentarios fue celebrada la intervención, durante la sesión de control, del portavoz de ERC, Gabriel Rufián. Porque ponía el acento en sus rivales, en la conformación de "un bloque nuevo de derecha y ultraderecha". De PP, Vox y Junts. "Ya han perdido 35 votaciones, muchas de ellas por este bloque. Ayer mismo [por el martes] en ese voto miserable contra la regulación del alquiler que afecta a tantísima gente". No es la primera vez que Rufián alertaba de ese "fantasma" de "derecha y ultraderecha" que recorre a su juicio el hemiciclo, pero esta vez se lo mandaba como recado al propio Sánchez, advirtiéndole de que no se confíe. "Llevan meses diciendo no, Junts no se va a atrever. No, hombre, Junts no puede ir con quienes pegaron a los catalanes el 1 de octubre. No, hombre, Junts no puede ir con quienes niegan la nación catalana. No, no pueden. Desconocen absolutamente la capacidad, la enorme capacidad mediática de blanqueamiento de esta gente", agregó el dirigente republicano.
En el Ejecutivo no creen que los posconvergentes se atrevan a apoyar una moción de censura con PP y Vox, porque sería un "suicidio político"
Rufián está convencido de que en algún momento incluso puede llegar a cuajar una moción de censura contra el presidente que prospere por el voto conjunto de PP, Vox y Junts. En la Moncloa siguen pensando que los de Puigdemont no llegarán a ese punto. "Sería un suicidio político". Lo que no quita, señalan, para que su discurso actual sea "contradictorio", al apoyarse en quienes dicen que les "persigue", la derecha política y judicial, con tal de erosionar al Gobierno. Este mismo miércoles, respaldaron la iniciativa del PP en el Senado para proclamar a Edmundo González Urrutia presidente electo de Venezuela. En Junts reconocen, informa EFE, que sí hay "un antes y un después" en sus relaciones con el Ejecutivo desde el intento de detención del expresident el pasado 8 de agosto —cuando Illa salió investido gracias a los votos de ERC—, pero niegan contactos con el PP para respaldarles en sus iniciativas.
La pregunta clave es si la legislatura puede ser sostenible con una cadena de derrotas parlamentarias, semana tras semana. Por la imagen de debilidad que proyectaría el Gobierno. En el entorno del presidente la respuesta es diáfana: sí. "Es que el diálogo para conseguir los apoyos ya viene ocurriendo. El trabajo no es más complicado ahora. Ni siquiera en la legislatura anterior había garantías de nada. Sí teníamos número, pero necesitábamos el mismo diálogo, la misma paciencia, la misma interlocución". Claro que en el pasado mandato Sánchez no necesitaba a Junts. Y esa es la diferencia fundamental.
En el círculo de Sánchez insisten en que lo que tumba Junts no son proyectos del Gobierno, sino mociones o iniciativas de un grupo político. Es decir, que aprieta, pero no ahoga
Los socialistas, en definitiva, desdramatizan la situación y alejan el riesgo de colapso: "Lo que es importante sí lo sacamos. Lo que nos tumban, lo que perdemos, son proposiciones no de ley o iniciativas de un grupo político, pero no proyectos del Gobierno". El texto del martes, en efecto, era de Sumar, no salido del Consejo de Ministros. Así que Junts, sienten, da sustos, aprieta, pero no acaba de ahogarles.
La senda de estabilidad, otro posible segundo 'no'
Sin embargo, en julio tumbó la senda de estabilidad. El Gobierno la aprobó de nuevo la pasada semana y el próximo 26 de septiembre deberá pasar otra vez por el Congreso. Por el momento, en Hacienda no han recibido la señal de que los posconvergentes hayan cambiado de opinión. Es decir, que mantienen su no. Y, si es así, aguarda otro varapalo para el Ejecutivo, importante, en apenas siete días.
Hacienda presentará los Presupuestos cuando tenga los votos para sacarlos adelante o cuando constate lo contrario, que no tiene "posibilidad" de negociarlos
Aunque los objetivos de déficit y deuda vuelvan a ser rechazados, el Gobierno insiste en que presentará su proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2025. ¿Pero cuándo? Este miércoles, PSOE y Sumar, la vicepresidenta María Jesús Montero y el ministro Ernest Urtasun, solemnizaron el arranque de las conversaciones entre los dos socios de la coalición. Cuando haya acuerdo, será el momento de buscar a los aliados parlamentarios. La intención de Hacienda es llevar las cuentas del Estado al Congreso "lo antes posible". "Cuando consideremos que tenemos capacidad para sacarlos adelante", porque haya consenso con los grupos, "o bien cuando constatemos que no hay posibilidad de negociarlos", para retratar a sus señorías. El Ejecutivo desearía aprobar los PGE "en tiempo y forma", antes del 31 de diciembre —si no están para esa fecha, se prorrogan de manera automática—, pero prioriza tenerlos. No le importa tanto que estén listos para un poco más tarde, para comienzos de año.
Lo cierto es que los socialistas se van haciendo a la idea de que pueden no sacar adelante los Presupuestos de 2025. También tuvieron que paralizar los de 2024 por el anticipo electoral en Cataluña. Pero pretenden continuar. Sánchez no para de repetir, y lo volvió a hacer este miércoles en el Congreso, que "hay Gobierno para largo", que agotará los tres años que le quedan de legislatura.
Pero no piensan lo mismo los socios, quizá algo más realistas. La exministra Ione Belarra, líder de Podemos, responsabilizaba a Sánchez por no saber tejer una mayoría "democrática y plurinacional" y por el camino "agónico" que ha decidido emprender. En el PNV advierten al presidente de que debe centrarse en pasar pocas leyes por el Congreso por la dificultad que entrañan de negociación y de aprobación. Y Rufián preguntó a Sánchez si es un "insensato" o un "mentiroso" al afirmar que puede gobernar sin el concurso del Legislativo. Los de Puigdemont, dijo en los pasillos del Congreso, "seguramente llevarán a Feijóo a la Moncloa".
Los socios son más pesimistas que en el PSOE. Belarra responsabiliza a Sánchez del camino "agónico" que ha decidido y el PNV pide menos leyes
Tardará semanas, quizá algunos meses, pero la situación se reconducirá. Es lo que esgrime el Ejecutivo pese a todas las señales negativas que lleva acumulando. Su confianza en que Puigdemont recapacitará. Pero, en el fondo, lo que resulte del congreso de Calella es un arcano todavía para los socialistas. Ellos están perdidos, preguntándose qué ocurre, "qué le pasa" a Junts, intentando cerrar una nueva reunión con ellas que abra claros en su inestable relación. Por ahora, no tienen respuestas.
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