“El pasado junio fui secuestrado por fuerzas vestidas de civil. Me golpearon brutalmente, me torturaron y me amenazaron directamente con ser asesinado o encarcelado si continuaba con mis actividades a favor de la independencia [del Sáhara Occidental, la ex provincia española ocupada desde 1976 por Marruecos]. Decidí huir por miedo a mi vida y en busca de protección para mí y mi familia. Ruego que se acepte mi solicitud de asilo, considerando que su país es un refugio seguro para mí”. Es el demoledor testimonio de Abderrahman Aliat, uno de los cerca de 40 activistas saharauis que permanecen en el aeropuerto madrileño de Barajas bajo amenaza de ser deportados a Marruecos por las reiteradas negativas del Ministerio del Interior español a concederles protección internacional.

Su relato, acompañado de fotografías y testimonios de otros activistas que prueban su activismo político y las represalias sufridas en los territorios ocupados del Sáhara Occidental, desmiente la versión aportada el lunes por Fernando Grande-Marlaska, que anunció su expulsión y entrega a Marruecos por carecer de "perfil político". “No son acreedores de protección internacional de conformidad con la ley”; deslizó en declaraciones a los periodistas. Desde entonces los activistas, con una docena de ellos en huelga de hambre, han cosechado el apoyo de partidos políticos -Podemos y Sumar, entre otros-, sindicatos y organizaciones como Juezas y Jueces para la Democracia o la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que ha reclamado la paralización inmediata de las deportaciones y su acogida mientras se tramitan sus solicitudes de asilo. El ala socialista del Gobierno, no obstante, mantiene su negativa. A última hora de este jueves Aliat volvió a recibir una denegación en tiempo récord desde la solicitud de revisión.

El DNI español de su abuelo y el activismo en el ADN

El departamento de Grande-Marlaska les niega incluso la condición de saharauis al considerarlos públicamente como “marroquíes”. Como el resto de activistas, Aliat aporta a su expediente los documentos de identidad español de su abuelo, expedido por las autoridades españolas cuando el Sáhara era la provincia número 53 del Estado español. Procede, además, de una familia de activistas que exigen la independencia del territorio, el último pendiente de descolonización de África. “Pertenezco a una familia saharaui que vivió en las afueras de Smara. Mi familia ha sufrido torturas, represión, detenciones y prácticas inhumanas por parte del ejército marroquí ocupante, sus autoridades y colaboradores, tras la entrada en Sahara Occidental y al intentar desplazarse hacia el este. Mi abuelo fue arrestado, torturado junto con sus hermanos e hijos; sus tiendas fueron incendiadas; sus pertenencias y documentos personales y civiles fueron confiscados. Les interrogaron sobre el paradero de mi tío, que formaba parte del Ejército Popular Saharaui y era uno de los fundadores del Frente Polisario”, rememora este joven de 32 años.

Mi abuelo fue arrestado y torturado junto a sus hermanos e hijos; sus tiendas, incendiadas; sus pertenencias y documentos personales, confiscadas

“Las mujeres y los niños fueron devueltos a Smara con algunos camellos, mientras que muchos otros fueron robados, todo con el fin de mantenerlos bajo vigilancia. Mi abuelo fue liberado tras cinco años, junto a uno de sus hermanos, pero mi querido tío sigue desaparecido. Mi abuelo decidió huir de las prácticas racistas del ejército y los colonos a Labyar, donde permaneció hasta 1998, año en que falleció debido a la tristeza y enfermedades derivadas de las torturas sufridas”, comenta Aliat en un testimonio que Interior ni siquiera ha valorado porque, en contra de lo que establece la ley, no está estudiando caso por caso y está despachando denegaciones masivas. Ni siquiera los informes favorables a la protección del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU están siendo tomados en consideración.

El propio Aliat detalla una larga y pormenorizada retahíla de detenciones arbitrarias y agresiones tanto de agentes como de colonos marroquíes. “En enero de 2023 salimos a las calles con banderas nacionales y fotos de Brahim Ghali para celebrar su reelección como presidente de la República Árabe Saharaui Democrática. Sin embargo, fui capturado después de la dispersión y golpeado hasta perder el conocimiento. Me desperté abandonado en las afueras de la ciudad, sin ropa”, evoca.

Ataques y desapariciones forzosas

Dos años antes padeció dos ataques en el lapso de unos meses. “En 2021 a algunos compañeros y a mí se nos impidió entrar a Bojador para romper el bloqueo impuesto a Sultan Khaya. Unos meses antes organicé una manifestación en solidaridad con Brahim Ghali, que estaba pasando por una crisis de salud y enfrentaba una campaña mediática hostil orquestada por el régimen marroquí para presionar a España. Como siempre, fui golpeado y detenido durante horas, algo que sucede en todas nuestras manifestaciones”.

Aliat -avalado por el testimonio de otros compañeros saharauis que forman parte de su mismo grupo de activistas y que han logrado asilo en Francia- señala que inició su participación política en 2005, tras la muerte de su abuelo y el traslado de la familia a El Aaiún, la capital del Sáhara. “En mayo de 2005 comencé mi vida de activismo participando en la gloriosa Intifada de mayo. Vivía en el barrio de Al-Inaash, vecino al barrio de Maatallah, donde las protestas pacíficas se sucedían a pesar de los golpes, detenciones y brutalidad policial que sufrimos mis compañeros y yo. No solo nos torturaron, sino que también asaltaron nuestras casas, robaron nuestras pertenencias y destrozaron propiedades. Hubo días en los que no podía salir de mi casa, al igual que algunos vecinos, salvo cuando había prensa extranjera presente”, narra.

”Continué con el activismo hasta octubre de 2010, cuando me uní al campamento de Gdeim Izik, formando parte del comité de coordinación que exigía la independencia o la autodeterminación. El campamento, que acogió a más de 30.000 ciudadanos saharauis, solo duró 28 días. Las fuerzas de ocupación marroquíes intervinieron con excavadoras y tropas, utilizando una fuerza desproporcionada para desmantelar el campamento y arrestar a numerosos activistas saharauis. Fui herido en la pierna antes de que desplegaran un ejército de colonos que sembraron el caos y el miedo entre la población”, rememora.

Fui capturado después de la dispersión de la protesta y golpeado hasta perder el conocimiento. Me desperté abandonado en las afueras de la ciudad, sin ropa

“Mi hermano, que en paz descanse, y yo fuimos llevados en secreto al desierto por un tiempo, pero mi familia se sorprendió cuando un agente de las autoridades me buscó sin encontrarme. Volví dos meses después para retomar mis estudios, pero me sorprendió un incidente cuando, tras dibujar la bandera nacional saharaui en la pared de una escuela secundaria, fui secuestrado por individuos que dijeron ser policías. Me golpearon brutalmente y me abandonaron en las afueras de Oued Saqia, donde un transeúnte me encontró y contactó a mi familia, que me llevó a casa y me curó con medios rudimentarios, ya que el hospital era un lugar de detenciones”, agrega.

Dos años después del brutal desalojo del campamento, Aliat estableció la célula pacífica “Leoncillos de Gdeim Izik” para mantener viva la llama de la protesta contra el ocupante. “El objetivo era exigir la independencia o la autodeterminación de nuestro pueblo, revitalizar el espíritu de lucha entre los jóvenes y conmemorando Gdeim Izik y otras festividades patrias. Asigné las tareas a cada activista según su especialidad y experiencia. Mi misión más peligrosa fue recibir de parte de Mouloud Ezahidi [otro activista asilado actualmente en Francia] al activista de derechos humanos ‎Dominic Brown y ayudarlo a acceder a El Aaiún. Produjo un documental sobre el sufrimiento del pueblo saharaui y la injusticia que soportan por pedir la autodeterminación”, comenta en su testimonio.

Participó en un documental grabado clandestinamente

De hecho, entre los documentos que aportó a las autoridades españoles, consta una carta expedida por los productores de La Badil (No Other Choice, No hay alternativa), un documental grabado en los territorios ocupados del Sáhara Occidental. “ Escribo esta carta para confirmar que Abderrahman Aliat nos ayudó durante el rodaje de nuestro documental encubierto 'La Badil' sobre el actual conflicto en el Sáhara Occidental y la represión del pueblo saharaui. Abderrahman y sus amigos nos ayudaron en la planificación y grabación del documental, arriesgándose mucho ante las autoridades marroquíes. Apoyamos firmemente la solicitud de asilo de Abderrahman y esperamos que puedan proceder con ella, ya que su vida corre mucho peligro en el Sáhara Occidental. Hemos visto de primera mano la extrema represión bajo la que viven Abderrahman y otros saharauis”, detalla en la misiva el cineasta británico Dominic Brown, el mismo al que Aliat ayudó a sortear las restricciones de las autoridades marroquíes y el “agujero negro informativo” que Reporteros Sin Fronteras califica al territorio saharaui.

Apoyamos firmemente la solicitud de asilo de Abderrahman y esperamos que puedan proceder con ella, ya que su vida corre mucho peligro en el Sáhara Occidental

Durante la última década Aliat mantuvo su compromiso a pesar de los golpes y las detenciones. “Continué mis actividades con mi compañero Yassine Khnaibila, pintando la bandera saharaui en las paredes de escuelas, lugares públicos y cerca de las viviendas de enviados de la ONU semanalmente. También distribuimos folletos para concienciar y recordar a nuestra gente la causa saharaui. A pesar del constante hostigamiento, organizamos manifestaciones pacíficas, pero siempre fuimos reprimidos, golpeados y detenidos”.

“Mi activismo se mantuvo en secreto hasta el anuncio del fallecimiento del secretario general del Frente Polisario Mohamed Abdelaziz. La noticia fue un golpe para mí y para todos los saharauis. Nuestra célula, junto a otros activistas, organizó una marcha pacífica vestidos de negro en señal de luto por la pérdida de nuestro mártir y líder, pero la policía ocupante y sus agentes estaban preparados, conscientes de la movilización. Distribuimos banderas y folletos para la marcha en la avenida Smara, frente a la panadería Manolo, pero las fuerzas de ocupación me rodearon, me golpearon y me llevaron en un coche policial para continuar torturándome”, indica. En otra de las protestas callejeras fueron asaltados por colonos “apoyados por las fuerzas auxiliares”.

“Fui herido en la mano con un objeto punzante, y muchos compañeros resultaron heridos. Me curaron con medios rudimentarios en casa de un amigo, y aún conservo cicatrices de aquel ataque. Mi lucha continuó hasta el 16 de julio de 2019, cuando un miembro de las fuerzas marroquíes, vestido de civil, me atacó, abofeteándome y escupiéndome en el rostro para disuadirme de celebrar la victoria de la selección de fútbol de Argelia”, añade. Su lucha, documentada en arrestos y fotografías de las golpizas que ha padecido durante cerca de 20 años, recibió a última hora del jueves un nuevo rechazo de Interior. Al cierre de esta edición, Aliat permanecía en la sala de inadmitidos de una terminal de Barajas con el temor cada vez más cierto a ser obligado a subir a un avión y deportado a Marruecos.