En 2005, unos encapuchados asistieron a un entrenamiento del Atlético de Madrid. El equipo no desplegaba su mejor juego, y estos aficionados fueron a reclamárselo. Hace una semana, en el estadio Metropolitano, casa de los colchoneros, aparecieron dos sujetos con pasamontañas. Han pasado 19 años entre las dos imágenes, pero en el club hay algo que no cambia: el Frente Atlético.

Los encapuchados de principios de los 2000 y los del pasado fin de semana, en el derbi contra el Real Madrid, pertenecían a la facción ultra y neonazi de los rojiblancos. Alrededor del minuto 60, varias personas lanzaron objetos al portero blanco Thibaut Courtois, la mayoría mecheros. El partido se suspendió 10 minutos, como marca el protocolo.

La imagen de los rostro tapado ha convulsionado el fútbol español. Los peores momentos del fútbol nacional se removieron de su ostracismo para presentarse en prime time en miles de televisores. El Comité de Disciplina ha multado al club con 45.000 euros y ha decretado el cierre del sector del Frente Atlético tres partidos.

El Atlético ha expulsado, por el momento, a tres personas: los dos encapuchados y a uno de los que lanzaron objetos. A este último, la Policía le incautó una navaja con la bandera de España y una calavera. Algunos medios han publicado que la colaboración entre club y agentes no fue la deseada y que se pusieron trabas.

300 "delincuentes"

Aunque no todos los abonados que se sitúan detrás de la portería del Wanda Metropolitano son del Frente Atlético, sí es cierto que los respaldan al no expulsarlos. La mayoría se ve como "gente normal" aunque compartan grada con neonazis.

Según las fuentes policiales consultadas, especializadas en violencia en el deporte, los hooligans peligrosos son unos 300. "Son un grupo jerárquico, con varios subgrupos. Antes el más conocido era Suburbios. El club dice que ya no tienen relación, pero es verdad que dicen lo mismo del resto del Frente Atlético", señala un agente.

La realidad es que tanto los rojiblancos como el resto de equipos profesionales viven en simbiosis con sus grupos más radicales. Se necesitan los unos a los otros. Los fans se dedican a animar durante los encuentros, organizan viajes o ensayan cánticos. Los clubes le dan la parte logística: financiación para tifos, pancartas y banderas y espacio en los estadios para guardarlos, financiación para desplazamientos, financiación por acudir a partidos. En definitiva, dinero.

Para los expertos es complicado denominar a estos grupos delincuenciales como organizaciones criminales. Existen una lista de parámetros para considerarlos como tal. Según los organismos internacionales, tienen que cumplir un mínimo, y los ultras alcanzan algunos, pero no el umbral necesario.

"El fútbol es un medio", explica otro policía. "Se dedican al tráfico de drogas. También algo de extorsión, pero relacionado con el narcotráfico". La mayoría de los líderes "se dedican exclusivamente a esto", a ser ultras: tienen una organización que los respalda, les da cobertura y un montón de personas que movidas por el fútbol les apoyan.

Según las fuentes policiales consultadas, especializadas en violencia en el deporte, los hooligans peligrosos son unos 300.

Asesinatos

Hay dos episodios sangrientos en las filas del Frente Atlético. El primero fue el 8 de diciembre de 1998. Un joven llamado Aitor Zabaleta viajó desde el País Vasco hasta la capital para ver a su equipo, la Real Sociedad, jugar un partido de la Copa del Rey. Miembros de Bastión, uno de los grupos más violentos de por aquel entonces, apuñalaron hasta la muerte al chaval. Se condenó a Ricardo Guerra a 17 años de cárcel como autor material de los hechos.

El segundo crimen fue a finales de noviembre de 2014. El Frente y Los Suaves, ultras del Deportivo de la Coruña, quedaron para pegarse cerca del río Manzanares. Francisco Javier Romero Taboada, alias Jimmy, fue arrojado al agua por un grupo de personas. No hubo condenados por la imposibilidad de identificarlos, pero la Audiencia de Madrid reabrió la causa en octubre del año pasado.

Ese suceso pareció un punto de inflexión entre hooligans neonazis y el Atlético de Madrid. Pero nada más lejos de la realidad. El Frente ha mantenido un contacto estrecho con el club. Promovió en 2017 recuperar el antiguo escudo. Miembros destacados participaron en las reuniones y su propuesta salió adelante. En 2022 tuvieron un encuentro privado con el entrenador, Diego Simeone, y algunos jugadores. El motivo: una mala racha deportiva. Todavía ondean bufandas de los ultras en el Metropolitano.