Otro frente más. A las dificultades de una legislatura cogida con pinzas, con una precariedad parlamentaria evidente, y a las tensiones inherentes a un proceso congresual, se suma un nuevo obstáculo para Pedro Sánchez: las derivadas del ya caso Ábalos, de la posible imputación de quien fuera su mano derecha, su hombre de total confianza, su secretario de Organización en el partido y su ministro de Transportes en el Gobierno. El presidente se desvincula de sus presuntos chanchullos e intenta poner tierra de por medio, alejarse del fuego, ayudado por sus pretorianos para lanzar ese mismo mensaje y marcar de nuevo la divisoria. El estallido del escándalo que cerca a José Luis Ábalos ha venido a solaparse con el debate que ya empezaba a aflorar dentro del partido sobre la continuidad de su sucesor, Santos Cerdán, como jefe del aparato. Algunas federaciones socialistas se quejan de sus formas, de su falta de "sutileza", de carecer de mano izquierda, y creen que Sánchez debería relevarlo para arrancar una nueva etapa en el partido, pero otras le defienden sin tibieza y comprenden que el trabajo de un responsable de Organización, y más en un contexto de debilidad del Ejecutivo, no es nunca grato.

La "preocupación" es obvia en el PSOE. La reconocen sin ambages varios cargos. Por la multiplicación de los problemas en poco tiempo. Por la sensación de cierto desorden. Por la impresión de que en Ferraz y en la Moncloa, resume una dirigente territorial, "no tienen manos para tapar agujeros, y vete a saber qué más queda por salir". En el equipo del presidente, sin embargo, se esfuerzan por proyectar la imagen de que todo está bajo control y de que no hay nada que temer.

Sánchez, de forma palpable, pasó este viernes a la ofensiva en el caso Ábalos. Y con él todos los suyos. A piñón. El jefe del Ejecutivo respondió a los periodistas —no estaba previsto que atendiera preguntas— y defendió que había actuado con "absoluta contundencia ante cualquier atisbo de casos de corrupción que se haya podido producir, desgraciadamente", en su Gobierno y ofreció "absoluta colaboración con la Justicia y con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado", algo que "en épocas pasadas", con el PP, "no ocurrió". Recordó que se le pidió el acta de diputado al exministro, y él la negó y se fue al Grupo Mixto, y se le abrió expediente de expulsión, aún no culminado. El presidente garantizó que "no va a haber impunidad" en ningún caso. "Quien la haga, la paga", aseguró.

Desde Roma, y tras mantener una audiencia de unos 35 minutos con el papa Francisco en Ciudad del Vaticano, Sánchez sí admitió que Ábalos le informó de la visita "privada" que iba a hacer la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, pero agregó que en cuanto el Ejecutivo se dio cuenta de que sobre ella pesaban sanciones individuales de la UE por violaciones de derechos humanos que le impedían pisar territorio Schengen, se canceló esa visita. "Esa es la participación del Gobierno de España. Cualquier otra cuestión que tenga que ver con supuestas prácticas delictivas tendrán que ser las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la Justicia quien lo dirima y tendrán que responder aquellas personas involucradas", remachó. Es decir, que será Ábalos quien tenga que dar cuenta de lo que ocurrió en la terminal ejecutiva de Barajas aquella madrugada del 19 al 20 de enero de 2020, a la que él acudió con su asesor Koldo García.

Eran las primeras palabras del presidente después de que se conociera el devastador informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno recibió esta semana y por el que pidió al Congreso que expidiese la "certificación acreditativa" de que Ábalos es diputado y, como tal, aforado. Un formulismo necesario para poder elevar una exposición razonada al Supremo y que este estime si debe imputarlo. La Cámara baja envió este viernes la certificación al TS, así que el tiempo ya juega en contra del exministro. Lo que describen los agentes es que pudo tener "un papel relevante y de responsabilidad" en la presunta trama delictiva que formaba con Koldo García, su antiguo asesor en Transportes, y con el empresario Víctor de Aldama. Ábalos pidió este viernes comparecer voluntariamente ante el magistrado Ismael Moreno.

El apoyo también de Zapatero

Varios ministros, y también el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, salieron en tromba para respaldar a Sánchez. Y apuntalar su versión. El relato de lo ocurrido con la visita de la vicepresidenta chavista no es, sin embargo, coincidente con el que el Gobierno y el propio presidente ofrecieron en aquel lejano 2020. Porque lo que se contó en aquel momento es que el Ejecutivo supo que el avión en el que viajaba Rodríguez iba a aterrizar en Madrid cuando ya había despegado de Caracas, no antes, y que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, una vez recibida la comunicación de Venezuela, habló con Ábalos y él se presentó en la terminal para reiterar a la dirigente chavista que no podía pisar suelo comunitario. Este viernes, la ministra portavoz, Pilar Alegría, insistía en que fue "una parada técnica" en Madrid para que la tripulación pudiera descansar, la versión antigua de los hechos, antes de que se conociera que Ábalos informó a su jefe cuatro días antes del viaje.

Sánchez, por dos veces en sede parlamentaria, en el Congreso primero (12 de febrero de 2020) y después en el Senado (25 de febrero), defendió a su ministro, "hizo su deber, que fue evitar una crisis diplomática con su intervención". Ahora se sabe que Ábalos informó al jefe del Ejecutivo —a lo largo de un largo mensaje fechado el 16 de enero de 2020, casi cuatro días antes del aterrizaje— de la visita "privada" de Rodríguez, algo que reconoció él mismo este viernes desde Roma. El jefe del Ejecutivo cesó a Ábalos como ministro y forzó su dimisión como secretario de Organización del PSOE en julio de 2021. Jamás se explicaron las razones de su abrupta e inesperada caída.

Hasta cinco ministros cerraron filas este viernes con Sánchez. Félix Bolaños (Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes), Pilar Alegría (Educación y portavoz del Gobierno), Óscar Puente (Transportes), Óscar López (Transformación Digital) y Diana Morant (Ciencia). Contrastaron la actitud del Ejecutivo, de "transparencia" y "ejemplaridad", con la época del PP en la que "se rompían a martillazos los discos duros de los ordenadores", enfatizaron que España tiene un "Gobierno limpio y ejemplar y un presidente contundente contra la corrupción", un Gobierno "que no tiene nada que ocultar". Una reacción "clara y positiva", elogió también Zapatero. El expresidente, el propio Sánchez y sus ministros se emplearon a fondo para taponar la vía de agua abierta por Ábalos y para proteger al Gobierno de las sacudidas del caso. Una necesidad de salir al quite que venía a reflejar, no obstante, la inquietud latente por el daño infligido por el exministro a su partido.

El caso Ábalos abrochó una semana de tensión creciente en el PSOE. La herida seguía abierta en Castilla y León, después de que Ferraz frenara en seco las primarias exprés que había impulsado su secretario general, Luis Tudanca, con el argumento de que debían celebrarse tras el 41º Congreso Federal, programado para el 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre en Sevilla. Tudanca, en una entrevista primero en El País y después en Onda Cero, acusó al "entorno" del secretario de Organización, Santos Cerdán, de "desestabilizar" su federación lanzando "nombres, filtraciones, candidatos" durante un año. El barón autonómico estaba endosando al aparato federal, por tanto, la responsabilidad de haber alentado una contra. El miércoles, el líder de los socialistas madrileños, Juan Lobato, agradeció a su compañero que hubiera "abierto el debate sobre la forma en que se trabaja en el partido" y las "filtraciones y fuentes" que buscan "socavar legitimidades".

Lobato no apuntó directamente a Organización ni a su jefe, Cerdán. Pero tanto él como Tudanca dejaban asomar el descontento que ha prendido en una parte del PSOE con el responsable del aparato. Con el número tres. Con el hombre que lleva las riendas del día a día del partido y una persona clave del equipo de confianza de Sánchez, junto a la vicesecretaria general y vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, y el ministro Félix Bolaños.

Barones y altos mandos de varias federaciones consultados por este diario expresan su claro malestar con Cerdán. No es una queja que nazca de un territorio crítico como Castilla-La Mancha. Es más, la dirección de Emiliano García-Page reconoce su buena relación con el secretario de Organización federal y cómo los puentes entre él y su homólogo autonómico, el diputado Sergio Gutiérrez, se han mantenido en pie incluso entre los momentos de máxima tensión entre las dos cúpulas. El enojo sí lo traslada otra federación muy distanciada como Aragón, pero también responsables de otros territorios que sí que han orbitado cerca de Ferraz.

"Matonismo", "cada día es peor que el anterior"

Los comentarios y reflexiones que verbalizan estos barones y altos cargos regionales son coincidentes: no gusta Cerdán por sus formas "poco sutiles" —un secretario autonómico lo denomina directamente "matonismo"— ni por su modo de pilotar el partido —"da la sensación de que cada día es peor que el anterior, que no hay nadie al volante"—. Algunos cuadros recuerdan que su talante no es como el de su antecesor en el cargo, Ábalos, a quien en el partido, pese a todo lo ocurrido después, reconocen que en su etapa como secretario de Organización despachaba con mayor cintura los asuntos internos. También se evoca la figura de Pepe Blanco, jefe del aparato de Zapatero entre 2000 y 2008 y posteriormente (2008-2012) vicesecretario general, un dirigente que se ganó el respeto del PSOE y que con su "autoridad", lo tenía bajo control. "Él habría reunido a los secretarios de Organización" para sosegar los ánimos tras el acuerdo por la financiación singular para Cataluña, expresa un barón. El malestar con Cerdán se extiende hacia quien es su mano derecha en el aparato, el diputado por Jaén Juanfran Serrano.

La crisis con Castilla y León contiene una derivada relevante, avisa un máximo responsable territorial: al posponerse todas las primarias hasta después del 41º Congreso Federal, a diferencia de lo que ocurrió en el cónclave anterior, de 2021, hace que ningún barón acuda reelegido, revestido de nueva autoridad interna, de sus propias bases. Es decir, todos los dirigentes autonómicos acuden "desnudos" a Sevilla. Sin escudo. Y eso significa que son más vulnerables frente a Sánchez, cuyo poder es intocable. "Todos vamos a ir por los pasillos mirando el retrovisor por si nos clavan el puñal —sanciona un líder regional—. Toda la presión está sobre nosotros, porque la figura superior, la de Pedro, es incuestionable, y el fracaso del partido se proyecta sobre las federaciones por los resultados de 2023, y nosotros no fuimos los responsables de aquel tsunami".

Para los dirigentes que chocan con el secretario de Organización, entienden que este debería ser sustituido por Sánchez en el próximo 41º Congreso. "Su posición es insostenible —incide un barón—, sobre todo si el presidente quiere lanzar una imagen de renovación en Sevilla". Su caída se interpretaría como una revolución interna, igual que si fuera relevada Montero como número dos. Pero incluso los que creen que sería positiva su salida están convencidos de que el solo hecho de que esté en el punto de mira es motivo suficiente para que Sánchez lo refuerce, como ha sucedido con ministros que se daban por achicharrados, que al final seguían a su lado, caso de Marlaska.

Pero, hasta hace no mucho, no existían esas dudas sobre Cerdán. Por eso el debate interno que se ha abierto antes del 41º Congreso es significativo. Pero él tiene a su favor, y esa es una reflexión muy colectiva, que es una pieza clave para Sánchez no solo en el partido, sino también por su interlocución con Junts, el socio más complejo e inestable de la legislatura, además de con PNV, Bildu y parte de Esquerra. El propio secretario general de los posconvergentes, Jordi Turull, ha reconocido que Cerdán es un dirigente con el que ha tejido una relación estrecha y de confianza.

Las relaciones internas comenzaron a agrietarse con el choque por las listas de las generales de 2023 —Tudanca no ocultó su rechazo, igual que el aragonés Javier Lambán—, con la convención política de A Coruña del pasado enero, en la que no se pudo enmendar ni debatir la ponencia —"ni se llegó a entregar a los delegados", subraya un jefe del aparato autonómico— y con el último comité federal, del pasado 7 de septiembre, en el que no se pudieron "visar las bases de la convocatoria del 41º Congreso" hasta después. "Y se le reprocha que promocione a gente suya, que amenace de manera directa o velada, y que no hay reglas, porque las cambian a mitad de partido", resumen desde una federación relevante.

"Ha hecho un buen trabajo, lo que se ve y lo que no se ve"

El señalamiento del secretario de Organización es conocido puertas adentro en el PSOE. Incluso ha llegado a oídos de quienes sí que los respaldan y no han tenido ningún conflicto con él. "Es evidente que se le cuestiona, aunque yo creo que está blindado. No da ningún paso que Pedro no le diga. Yo no estoy mal con Santi —manifiesta un líder autonómico—, él es secretario de Organización y parte de su trabajo es hacer de malo. Sí es verdad que el cristo que hay en Madrid [las dudas sobre la continuidad de Lobato son crecientes] se ha escenificado demasiado".

El descontento con Cerdán no es, sin embargo, generalizado, ni un clamor. No alcanza a todas las federaciones. En absoluto. Muchas defienden su trabajo. "Lo veo fuerte y bien. Ha hecho un buen trabajo, lo que se ve y lo que no se ve", manifiesta un responsable regional del aparato. "Aquí no podemos decir que estemos mal con él —apunta otro—. Siempre que hemos requerido su intermediación o apoyo lo hemos tenido, pero tampoco hemos tenido conflictos que hayan requerido su intervención". "Nosotros estamos satisfechos con el trabajo conjunto con Ferraz", expresa una baronesa autonómica. "Con la cantidad de cosas que tiene que atender, a nosotros siempre nos hace caso. Aquí sin problema". Un secretario de Organización territorial que es consciente de las quejas y de los resquemores que han aflorado en los últimos meses advierte de que el puesto siempre en el PSOE ha sido muy ingrato y, solo por eso, hay que respetarlo, porque se come "marrones" y a, fin de cuentas, atiende las "órdenes" de su jefe, del secretario general, de Sánchez.

En Ferraz saben que ha corrido cierta animadversión hacia Cerdán, pero lo entienden como una reacción consustancial al momento orgánico —a las puertas de un congreso trascendental— y de legislatura en el que está el partido. "Han pasado muchas cosas en las federaciones desde Valencia. Muy importantes son los resultados de las municipales y autonómicas", que hundieron territorialmente al PSOE, "y no es nada fácil la tarea de un secretario de Organización federal cuando aparecen tensiones internas en las federaciones", analiza un miembro de la ejecutiva de Sánchez que, como los cargos consultados, advierte de que es imposible saber ahora mismo, a mes y medio de la cita de Sevilla, si el líder lo mantendrá en su cargo o lo relevará.

"Santos ha tenido el partido sin problemas todo este tiempo. Lo conoce como la palma de su mano, porque ha pateado muchas casas del pueblo. Lo ha dado todo por el partido. Las tensiones son lógicas en un partido como el PSOE y a punto de entrar en un congreso. Lo excepcional fue Valencia", indica una fuente socialista que defiende su labor. Y es que lo que ya está claro es que Sevilla no repetirá el clima del 40º Congreso, celebrado en Valencia en un momento dulce y en el que se buscó proyectar la paz interna.

"Los dirigentes no pueden exigir a un partido que funcione como si tuviera 200 escaños. Estamos manejando la complejidad, porque es el reflejo del país. Si tuviéramos Presupuestos y una mayoría absoluta esto no pasaba. Pero es que no puedes criticar al Gobierno estando al margen de la aritmética y actuando con deslealtad", añade la misma fuerte, que recuerda cómo también Cerdán ha tenido que saber convivir con una presión creciente y difícil de gestionar: tras ir acompañado de escolta 12 años en su Navarra natal por el terrorismo de ETA, ahora también lo tiene a raíz de su foto con Carles Puigdemont de hace un año, cuando asfaltó el camino hacia el acuerdo de investidura. Para los partidarios de Cerdán, los contrarios a él están "proyectando más sus deseos personales" que trasladando una queja fundada.

El nombre de Pilar Alegría

Dirigentes alejados del fragor de la batalla congresual relatan que las hostilidades internas han crecido. Que el ambiente se ha enrarecido. "Ciertamente, crece el descontento con la gestión de Santos. Al final, no hay secretario de Organización que se salve —explica un cargo próximo a la Moncloa—, pero Pedro no es de actuar bajo presión. Sería un síntoma muy evidente de debilidad. Acorralado se cierra. En situaciones de máxima tensión, él es muy dado al contraataque y a desconcertar, pero nunca a escenificar que le han ganado el pulso. No es fácil dar una salida a Santos, y no hay que olvidar que él es el interlocutor con Junts. No creo que lo mueva de la Secretaría de Organización. Otra cosa es que pierda poder orgánico real sacrificando a Juanfran Serrano y poniendo a un adjunto empoderado más dialogante y constructivo para pacificar las relaciones con los territorios".

¿Y si no es Cerdán, quién? Quinielas, las hay, como siempre, pero son solo eso, cábalas, y jamás se acomodan para un Sánchez que guarda sus decisiones con total discreción. Los nombres que se oyen como posibles (o deseables) secretarios de Organización son los de la ministra Pilar Alegría —ascenso que la apartaría de la difícil carrera interna en Aragón y que la situaría como la eventual sucesora del presidente—, muy apreciada internamente; el del sevillano Paco Salazar —uno de los fontaneros imprescindibles de la Moncloa, ahora como secretario general de Coordinación Institucional—, o incluso el de Antonio Hernando, nuevo secretario de Estado de Telecomunicaciones y dos de Óscar López en Transformación Digital y antes en el Gabinete de Sánchez.

Lo que también prueba la parcial contestación hacia el número tres es que se ha perdido el miedo en capas del partido hacia Sánchez. Porque ahora ya hay quienes le desafían abiertamente. De ahí que el paso de Tudanca sea tan notable, porque él fue además uno de sus apoyos más fieles incluso en los momentos de mayor turbulencia. Nunca fue un barón crítico. Jamás. El análisis que algunos responsables tejen es que Sánchez ha perdido "autoridad" en parte de los cuadros y las bases, sobre todo a raíz de los cinco días de reflexión de abril, en los que situó al PSOE ante el precipicio de su sucesión. De hecho, desde aquel momento, y también a raíz del acuerdo de PSC y ERC que tanto malestar ha despertado, se estrecharon los lazos entre varias federaciones, se retomaron contactos pasados, se coordinaron estrategias y mensajes.

Gobierno y PSOE atraviesan un momento convulso. Interno y de legislatura. Y, como reflexiona un veterano que conoce como nadie las tripas del partido, "lo que denota un final de periodo es que la gente que no decía ni mu ahora sí que dice mu".