Hace 50 años, el mundo se paralizó. A las 10 de la noche, hora estadounidense, subían al ring dos de los grandes boxeadores de la historia y lo hacían con todas las televisiones encendidas. La pelea duró apenas 24 minutos y todo el mundo conoce el desenlace. Pero su historia es la del antes y, sobre todo, la del después y la de un deporte que vivió su edad dorada durante los años 70 y 80 convirtiendo a su ganador en el hombre más conocido del mundo "solo por detrás del Papa y del presidente de EEUU".

Portada de 'Esto no estaba en mi libro de historia del boxeo', de Jorge Lera.

Aquel combate fue el de George Foreman contra Muhammad Ali. El del joven ganador contra el veterano desentrenado. El que organizó el entonces dictador Mobutu Sese Seko y que congregó a los grandes intelectuales y a la prensa de medio mundo. "En aquel momento, el boxeo era el deporte que más popularidad tenía, el que más dinero daba, con mucha diferencia, y el título de campeón de pesos pesados era el más importante de todas las disciplinas deportivas", explica a El Independiente Jorge Lera, autor de Esto no estaba en mi libro de historia del boxeo (Editorial Almuzara).

Para él, la importancia de este combate recae directamente en sus protagonistas y en que se daba la circunstancia de que, en ese momento, Ali, además de ser el deportista más importante de todos los tiempos, era ya un personaje histórico. "No puedes entender el final del siglo XX sin su figura. Podemos decir que fue tan importante como Martin Luther King o más porque a él la prensa blanca, por ser el campeón de los pesos pesados, le hacía caso, algo que el resto no conseguía", asegura y añade que "incluso cuando se vio envuelto en toda la polémica de ser objetor de conciencia y no ir a la Guerra de Vietnam fue capaz de ganar al establishment americano y se convirtió en un símbolo de la contrarrevolución y de los movimientos pacifistas".

Así que, tras pasar cuatro años sin poder boxear porque le retiraron la licencia, tras ver cómo un joven George Foreman le 'arrebata' el título de campeón de los pesos pesados, cuando Don King - un promotor que había estado en la cárcel y había escuchado desde allí muchos combates de Ali- le propone un combate contra él a cambio de cinco millones de dólares, todo parece que vuelve a funcionar. "En ese momento se empiezan a llevar los combates a lugares fuera de Estados Unidos, a países dictatoriales donde los dictadores ponían la financiación -en ese momento no tenían la imagen de tiranos que ahora les acompaña- y fue Mobutu Sese Seko al que la idea de organizarlo en la ciudad de Kinshasa (antiguo Zaire) y de financiarlo para su propia gloria le pareció perfecta", asegura Lera.

"¡Soy malo! He hecho cosas nuevas para preparar esta pelea: me he peleado con un cocodrilo, le he zurrado a una ballena, he esposado a un rayo y he mandado a la cárcel a un trueno"

Por lo que todo se puso en marcha y, a principios de 1974, ambos boxeadores acudieron a lo que hoy conocemos como República democrática del Congo para prepararse para el combate bajo las condiciones climatológicas del país: un calor y una humedad a la que no estaban acostumbrados. Nada más llegar, se vio cómo el entonces Zaire tenía un favorito y ese era Ali, que en su primera rueda de prensa no dejó lugar a dudas sobre lo que pensaba que iba a ocurrir.

"Soy mucho mejor que cuando me visteis peleando con 22 años contra Sonny Liston. Ahora tengo experiencia profesional, me han roto la mandíbula, he perdido, varias veces por KO. ¡Soy malo! He hecho cosas nuevas para preparar esta pelea: me he peleado con un cocodrilo, le he zurrado a una ballena, he esposado a un rayo y he mandado a la cárcel a un trueno. ¡Soy malo! ¡La semana pasada asesiné a una roca, herí a una piedra y mandé al hospital a un ladrillo! Soy tan malo que pongo enferma a la medicina. ¡Y soy rápido! Anoche pulsé el interruptor de la luz de mi dormitorio y estaba en la cama antes de que se pusiera oscuro!", aseguró.

Por otra parte, tal y como cuenta Lera, Foreman no era muy conocido fuera de Estados Unidos y "tenía otro carácter". "Además, acudió con su pastor alemán... Un perro que para los congoleños era el símbolo de la colonización por parte de los belgas, que fue terrible", explica. También que "se pensaba que Foreman iba a pulverizar a Ali porque este había dado muestras evidentes de su declive deportivo y que ellos consideraban que esto era consecuencia de haber sacrificado parte de su carrera por su posición con la Guerra de Vietnam, por lo que el apoyo hacía él era muy alto".

Además, hablamos del que había sido el mejor boxeador del mundo y de un combate que podría significar su final. "Antes no había quién le tocará, podía bailar durante muchos asaltos seguidos pero en la fecha del combate eso no era viable. Además, había perdido ya contra Frazier y Norton, contra los que había ganado Foreman, así que los expertos, y hasta amigos suyos, decían que íbamos a ser testigos de su ejecución", confiesa.

La expectación era tal que hasta allí acudieron, además de la prensa de medio mundo, los grandes intelectuales del momento. Uno de ellos, Norman Mailer, tuvo acceso privilegiado durante los meses anteriores y fue gracias a eso por lo que publicó The Fight (El combate), una crónica que daba constancia del hecho histórico que se vivió aquel 30 de octubre de 1974 sobre un ring de boxeo.

Porque, aunque el combate se había anunciado para el 25 de septiembre, se tuvo que retrasar porque Foreman sufrió un corte en un ojo. "Eso descabalgó un poco todo y Mobutu Sese Seko se puso nervioso porque aunque Ali estaba muy cómodo allí no era lo mismo para su contrincante. Así que dijo que de ahí no se movía ni Dios y lo aplazó a finales de octubre, una época en la que temían por las lluvias porque el lugar era abierto, al aire libre", añade.

La emisión deportiva más vista hasta el momento

Pero, aquel día el cielo estaba despejado y 60.000 personas llegaron al estadio donde se iba a celebrar el combate de boxeo a las 4 de la mañana, hora local, para que los americanos lo pudieran ver justo después de cenar. Según los expertos, se engancharon al televisor en todo el mundo 1.000 millones de personas aunque Lera es algo más conservador. "Se han dado cifras altísimas pero no sé... Lo que sí está claro es que fue la emisión deportiva más vista hasta el momento", asegura.

Y una de las más singulares. "Todos daban por muerto Ali y salió revivido. Entró a un combate donde todo era distinto a lo esperado, la lona estaba muy blanda por la humedad, por lo que moverse por ella requería más esfuerzo, las cuerdas estaban muy sueltas... Hay mucha gente que habla de un primer palizón por parte de Foreman pero hay mucha mística, no fue del todo así. Él jugó a alargar el combate y que su contrincante se fuera desgastando pero no estuvo todo el rato en las cuerdas. El combate fue una obra de arte y una de las mayores sorpresas de la historia del boxeo", asegura sobre cómo en el octavo round Ali noqueó a Foreman.

Tras aquella victoria, Ali se convirtió en el deportista más famoso y más aclamado del mundo y Foreman, dicen, cayó en una especie de proceso depresivo. "Tras el combate tuvo una vida que es de película. Poco después, en Puerto Rico, volvió a perder y al llegar al vestuario se desmayó. Al despertarse, aseguró que había tenido una visión religiosa y dejó todo para dedicarse a predicar la palabra de Dios a través de una congregación que había montado él mismo", recuerda Lera.

También que aquella euforia religiosa le dejó pronto sin dinero y, a los 20 años del combate en Zaire, tuvo que volver al ring. "Y el tío va y recupera su título en uno de los mayores milagros de la historia del boxeo. Además, él, que había sido un tipo osco, malencarado, antipático, luego viró a alguien encantador que incluso se puso a vender parrillas y se forró porque todo el mundo le adoraba", asegura.

Y el camino les volvió a juntar a los dos. Porque Ali y Foreman, los enemigos en 1974, no tardaron en encontrar más puntos en común que el boxeo y uno de ellos fue la religión. Aunque uno practicaba el islamismo y otro el protestantismo se vieron ambos como "hombres de Dios" y comenzaron una amistad que duró hasta la muerte del primero en 2016. Así lo definió Foreman años antes: "Peleamos en 1974. En 1981 nos hicimos amigos. En 1984 ya nos adorábamos el uno al otro. Y ahora puedo decir que jamás en toda mi vida me he sentido tan cercano a nadie como a Muhammad Ali". Y sus nombres ya pasean de la mano por la historia.