El drama de la zona cero de la DANA en Valencia, Paiporta, al sur de la capital, está quedando fielmente reflejado en el lamento de los vecinos, desabastecidos y sin que lleguen las ayudas 48 horas después de la catástrofe. Y con una paradoja, mientras ellos viven sin luz ni agua, a no más de 10 kilómetros en coche, en las vecinas localidades de Alcàsser y Picassent, la vida sigue normal, con la gente "almorzando y desayunando tranquilamente", según atestiguan algunos.
Muchos de esos vecinos de Paiporta están recorriendo a pie varios kilómetros para comprar agua y alimentos en las localidades cercanas, ya que están sin agua, luz ni comida. Uno de ellos es Víctor López, con tres familias en el centro de Paiporta a las que se encarga de suministrar alimentos tras comprar en Alcàsser y Picassent "lo que queda", pues está "totalmente desabastecido" y, por ejemplo, no hay agua embotellada.
"Estamos reventados, pero es que no hay más", explica López, quien deja el coche a tres kilómetros y el trayecto final hasta Paiporta lo hace a pie. Una de las cosas que le ha sorprendido es que en las dos localidades en las que ha estado "la vida sigue normal", como si no hubiera pasado nada.
Eso mismo destaca otro vecino de Paiporta, Miguel Charro, un madrileño que vive en la localidad desde hace doce años y que cuando ha ido a Alcàsser a por comida le ha chocado que la gente estuviera "almorzando y desayunando tranquilamente", informa Efe.
Saqueos de joyerías y estancos
Había además gente "comprando como loca", indica Charro, quien cree que a esas personas no les hace falta hacer ese acopio -"donde hace falta es aquí", destaca- y lamenta la locura de gente que se ha dedicado a "saquear las joyerías, los estancos" o los supermercados, de donde salían con carros llenos y jamones.
En Paiporta, como avanzadilla, Valeria, una ecuatoriana de 23 años, ha llegado desde el barrio de San Marcelino caminando más de cuatro kilómetros a pie, cargada de agua, leche y latas enlatadas.
"Había un grupo de voluntariado por whatsapp y me metí. Somos unas cincuenta o cien personas y somos los primeros de los muchos que creo que vendrán", comenta Valeria.
Acompañada de Jonathan, de 26 años, Valeria recalca que "el pueblo quiere ayudar y más cuando los supermercados están totalmente arrasados", mientras que el chico pide algo más de coordinación para que los voluntarios puedan ayudar en lo que sea.
“No sabemos qué hacer. No hay un punto de atención para quitar barro, quitar coches... Si se organizara, se podría agilizar algo más", comenta el joven, que es uno más de esa avanzadilla que compró comida en Valencia antes de caminar hasta los municipios afectados.
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