Una localidad situada a pocos kilómetros de la tercera ciudad de España lleva una semana sumida en el caos, el dolor y el barro sin que el Estado haya sido capaz de proporcionar una respuesta a la altura de la catástrofe. Los vecinos de Paiporta, la "zona cero" de la DANA que asoló varios pueblos del litoral valenciano, han estado casi una semana aislados, impotentes, incrédulos ante la falta de ayuda. Trabajan, junto a centenares de voluntarios, desde que amanece hasta el último rayo de sol, para despejar las calles y así, poco a poco, restaurar una normalidad que jamás será la que habían conocido hasta ahora. En medio del pueblo se abre un gran barranco en el que aún corre agua y cuya dimensión es comparable a la cicatriz que tendrá la zona para siempre.
En sus calles se cruzan guardias civiles, militares, policías nacionales y locales e, incluso, miembros de la Policía Foral de Navarra. La ayuda ha comenzado a llegar en los últimos días a raudales, pero las tareas de limpieza se demorarán durante semanas. Si no meses. El acceso es complicado. La avenida que da acceso a Paiporta desde Valencia está llena de barro y de coches aún destrozados, con cristales hechos añicos y frontales rotos. Esta fue una de las zonas más afectadas por las lluvias y donde se han encontrado más de 60 cadáveres. Una vecina que tiene su casa en una de las calles de acceso, Gema, cuenta que el domingo, cinco días después de la catástrofe, por primera vez unos militares de Ciudad Real la ayudaron a achicar el agua de su garaje.
"¿Qué dice la tele?", pregunta al saber que habla con periodistas. Lleva desde el día que ocurrió incomunicada, sin televisor y ni siquiera sabe si tiene que volver a trabajar. Por ahora teletrabaja, pero la cobertura no es buena y dice, con toda lógica, que necesita más días para limpiar su vida. "No me puedo concentrar", añade.
Avanzando unos pasos hacia delante, se llega a unos de los puntos neurálgicos de Paiporta tras la riada. La farmacia de Javier, una de las nueve que tenía la localidad, ha resistido la acometida de la DANA, a pesar de que el agua llegó al metro y medio, arrasando medicamentes que se han perdido barranco abajo. La estructura se mantuvo firme, y ahora hace las veces de centro logístico, donde decenas de particulares y empresarios han ido a dejar alimentos y productos de primera necesidad. El chef José Andrés dejó bocadillos por la mañana, aunque lo que más pide la gente son mascarillas y geles. Las autoridades han pedido usarlas para las labores de limpieza porque las infecciones entre el agua empantanada y las telas mojadas se esparcen con mucha más facilidad. En la farmacia por estar está hasta Francisco Nicolás Gómez Iglesias, más conocido como 'el Pequeño Nicolás', que ha acudido al desastre con otro grupo de jóvenes y con el eurodiputado Alvise Pérez.
En esa misma calle, caminando hacia la derecha, se encuentra una caseta improvisada que se ha instalado para repartir comida. Allí hay furgonetas de la Guardia Civil, y voluntarios repartiendo agua entre las que está la actriz Paz Padilla a la que le piden casi más fotos que alimentos.
Los puentes que conectan los dos lados de Paiporta están reventados y se han perdido las barandillas, así que los voluntarios caminan buscando el centro de la calzada para no caer al barranco. La carretera está impracticable y por tramos los riachuelos de lodo corren con más abundancia. Abajo, en los márgenes del río, decenas de coches destrozados "Es mejor que a partir de aquí se ponga la mascarilla", advierte un Guardia Civil.
La destrucción es mayor a medida que se llega al corazón del pueblo. Los muebles, podridos y enfangados, se amontonan en el centro de las calles. Entre cajonera y estantería se intuyen juguetes de color marrón, libros infantiles o un trozo de falla que este año ya no va a prender.
Absolutamente todos los bajos han quedado inservibles. Hay esqueletos de lo que un día fue un dentista o lavacabezas marrones de lo que hasta hace una semana eran peluquerías. Un local de Viajes el Corte inglés totalmente devastado, las tiendas no tienen cristales y los carteles han perdido su color para revestirse de un monocromático chocolate.
Los vecinos que tienen casas de dos pisos han podido salvar la parte de arriba, pero las pérdidas se cuentan por miles. "Lo material da igual", dice Rosa, visiblemente emocionada al hablar de las pérdidas humanas que conocía en el pueblo. En su salón, una enorme pecera con peces de colores que han sobrevivido, a pesar de llevar varios días sin luz ni agua limpia. Todo lo demás que atesoraba la estancia está ya en una montaña en su puerta. La tarde de la DANA estaba viendo la televisión con su familia y a su marido le llegó un Whatsapp diciendo que el barranco se iba a desbordar. No lo creyó, pero la siguiente escena fue ver entrar agua marrón a ambos lados de la calle. "No llovía, hacía incluso sol", cuenta. La alarma de protección oficial, narran enfadados en su familia, saltó cuando ya tenían el agua por las rodillas.
A la pregunta de si sigue habiendo desaparecidos, ella cuenta que no sabe nada del DíaPrix. "El supermercado de la esquina está perdido". Cerca de su casa, el establecimiento está totalmente derruido. El techo se cayó sobre la cubierta y nadie sabe qué pasó con las dependientas. El caos es palpable cuando en Paiporta no hay aún un registro oficial de desaparecidos.
Calle a calle, las escenas en el pueblo se repiten. Voluntarios con botas de goma manchados de barro hasta la cintura, achicando agua que cuando llega la noche vuelven a cruzar hacia la capital. Los pocos perros que salen a pasear están cubiertos de tierra. Se ven coches del ejército y en ningún momento hay sensación de desabastecimiento total porque hay comida en cada esquina, pero los vecinos tienen la percepción de que la ayuda real les llega de otros valencianos que son los que entran en sus casas a barrer y a sanear. El enfado es generalizado, aunque tampoco hay mucho tiempo para exteriorizarlo. Hay demasiado quehacer. En alguna fachada se lee escrito con lodo "Sánchez, Mazón = ineptos".
Por lo demás, mañana volverá a ser un día exactamente igual que los últimos siete en Paiporta.
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