"Si es que no llovía", aseguran a este periódico Johan y Fernando, dos vecinos de Sedaví, una de las localidades arrasadas por la DANA, como si todavía no acabaran de creer lo que vivieron hace una semana. El agua sorprendió a los habitantes de este pueblo valenciano cuando ya era tarde para reaccionar. Sus testimonios son calcados a los que se escuchan en Paiporta. Nadie les avisó, y se encontraron ante una situación catastrófica en un abrir y cerrar de ojos. Una situación que, cuando pasen las semanas y se retome una cierta normalidad, se transformará en una nueva realidad que tendrán que asimilar.

Lo inmediato es sobrevivir. Para ello, los 10.600 habitantes de Sedaví acuden al instituto público de secundaria del municipio, ubicado en la calle País Valencià, una larga avenida que ahora está plagada de coches destrozados y bajos reventados. Acuden allí por las mañanas para obtener comida y productos básicos. Y, si lo desean, también pueden contar con ayuda psicológica. El colegio de profesionales se activó un día después de la catástrofe. La psicóloga municipal de educación, Amparo, explica a El Independiente que lo primero que están haciendo estos días es echar un vistazo en la cola de gente para detectar si hay alguien que esté en una situación de especial vulnerabilidad, para hacerles pasar los primeros. Las familias con niños tienen prioridad. Lo normal, en un escenario así, es que todos estén en estado de shock y que no hayan procesado lo que han vivido.

María José, una de las psicólogas de emergencia del 112 desplazadas en el instituto cuenta que, en situaciones como estas, tratan de llevar a cabo lo que denominan como "ventilación emocional". Los afectados presentan, en general, "estados de ansiedad, síntomas normales de estrés postraumático". Tienen que contar lo que han presenciado para poder empezar a entenderlo y, con el tiempo, asimilarlo. Durante la última semana se han ido desplazando por domicilios de personas mayores con problemas de movilidad, o de vecinos que han perdido los bajos de sus casas. No esperan a que les pidan ayuda. "Están emocionados, y contar lo que han visto es el primer paso", explica.

En las localidades afectadas por la DANA se respira un ambiente de solidaridad, compañerismo y camaradería. Casi no hay tiempo para pararse a pensar en lo ocurrido. Hay demasiado trabajo. Los voluntarios, en su mayor parte procedentes de Valencia, están entregados en sus tareas. "La gente que está en los pueblos está en el aquí y el ahora", explica María José. Pero cuando todo pase, los trabajos de limpieza terminen, comience el nuevo día a día y disminuya la atención mediática, arrancará la segunda fase del duelo.

El pueblo, volcado con los más damnificados

El responsable de convertir el instituto en un centro logístico ha sido Daniel, un empresario de la zona que atiende a este periódico en los dos únicos minutos libres que ha tenido a lo largo de la mañana. "Lo hemos creado como una gestión de empresas. Me dedico a ello. Entre cinco y seis chavales hemos organizado la locura esta", narra. Antes de introducir los productos que van llegando en los camiones y furgonetas, los voluntarios hacen un triaje. El auditorio, en la planta baja, está a rebosar de ropa. Las aulas del primer piso se utilizan para almacenar los alimentos, y han habilitado una sala para médicos, otra de farmacia y una de cura. En la de abajo hay, incluso, una matrona. Al centro también están yendo personas provenientes de Alfafar y Benetússer.

Un antiguo profesor del instituto, Ximo Valls, ha ayudado a organizar las aulas del instituto que ahora sirven para atender a los que lo necesitan. Algunos de los voluntarios han sido alumnos suyos. A través de unos mensajes del grupo de WhatsApp que tiene con sus amigos, muestra cómo la riada les pilló por sorpresa. Se pasea por todo el pueblo, interesándose por los afectados y tratando de ayudar en lo que puede. Al ver a unos voluntarios un tanto desperdigados, les pide que vayan con él a uno de los colegios de Sedaví a echar una mano, el CEIP Vicente Pla Paredes.

Allí, los niños ayudan (y se entretienen) como los que más con las labores de limpieza. Retiran barro mientras, enfrente de ellos, bomberos de la Comunidad de Madrid trabajan para retirar el lodazal de la entrada del colegio. Para los más pequeños, esta es una situación extraña, difícil de entender. En su móvil, María José tiene un pequeño cuento infantil que ha elaborado una psicóloga, Carmen Esteban (@mipsicologiainfantil), para ayudarles a comprender lo que ha ocurrido... que no es poco.