La historia se repite. Tanto, que esta crónica podría escribirse simplemente cambiando los nombres propios y las siglas de los partidos. El de Miguel Arias Cañete por Teresa Ribera y el PSOE por el PP. Los argumentos y estrategia son miméticos por mucho que ahora algunos se hagan los sorprendidos y proclamen que jamás se había visto nada igual. Lo único distinto son los tiempos. Porque lo que ocurrió hace ya diez años en el escenario europeo era inédito, al menos con España, todo ello coincidiendo con el primer desembarco de Pedro Sánchez al liderazgo del Partido Socialista. Ya es casualidad.
En octubre de 2014 se debatía en la Eurocámara de Estrasburgo la idoneidad del ex ministro Miguel Arias Cañete como comisario europeo. Esa fue la propuesta del entonces Gobierno de España, presidido por Mariano Rajoy. En julio de 2014 Sánchez se había hecho con las riendas de los socialistas en unas primarias en las que confrontó con Eduardo Madina y ganó de calle. Dos meses antes, en mayo, se habían celebrado elecciones europeas. La impronta de Sánchez se dejó sentir de inmediato al cuestionar los tradicionales acuerdos entre populares y socialistas para el reparto de los principales cargos de la Unión, los mismos que permiten dotar de estabilidad a las estructuras comunitarias.
Primer ensayo del "no es no y qué parte del 'no' no ha entendido"
Pero no sólo eso. La orden directa transmitida desde Ferraz pasaba por bloquear la designación del popular Arias Cañete para el colegio de comisarios. Nunca antes el primer partido de la oposición había cuestionado la propuesta del gobierno de su propio país. Fue aquel el primer ensayo del "no es no y qué parte del 'no' no ha entendido" sobre el que acabaría construyendo su leyenda política. El inusitado cambio de guión dejó descolocada a buena parte de la bancada socialista española, como los veteranos Ramón Jáuregui o Elena Valenciano, que encabezó la candidatura del PSOE. Sólo los más fieles, con la actual portavoz europea, Iratxe García, a la cabeza, se emplearon a fondo en la tarea.
"Los socialistas españoles vamos a votar 'no' a Cañete" como comisario de Energía y Acción por el cambio Climático en el ejecutivo del luxemburgués Jean Claude- Juncker. "No vamos a aceptar las presiones y el chantaje de Rajoy, que en su empecinamiento de mantener a Cañete está provocando el bloqueo de la comisión y la mala imagen de España", dijo ufana la dirigente castellanoleonesa. Ese es ahora el mismo argumento de los populares respecto a Teresa Ribera por sus competencias en la gestión de la DANA de octubre —de ella dependen la Confederación Hidrográfica del Júcar y la Aemet—, oposición que ha cosechado las críticas furibundas del Gobierno y la negativa rotunda a proponer un nombre alternativo.
Misma estrategia, ¿distinto resultado?
Entonces, como ahora los populares, los socialistas consiguieron retrasar el calendario, llevarlo casi al extremo, arrastrar a Cañete como un mal alumno acusado de conflicto de intereses -de hecho, tenía acciones en energéticas que tuvo que vender-, por machista y por sus políticas en contra del cambio climático, dijo García.
Y entonces, como ahora los socialistas, los populares lanzaron el órdago de que si caía Cañete se llevaban por delante al socialista francés Pierre Moscovici en ese complicado juego de equilibrios que es la Unión. Si Ribera llegase a quedar fuera de juego, cosa improbable, el PSOE ha puesto el foco sobre el ultraderechista italiano Raffaele Fitto, a pesar de haber expresado ya su apoyo a la propuesta de colegio de comisarios que ha hecho Ursula von der Leyen. Y entonces, como ahora, los dos, Cañete y Ribera, sufrieron en sus respectivas audiencias ante los europarlamentarios, uno por sus negocios y otra por su gestión de la DANA.
Finalmente, los tres representantes socialistas españoles en la comisión de Medio Ambiente e Industria de la Eurocámara, esto es, Iratxe García, José Blanco y Soledad Cabezón votaron hace diez años en contra de Cañete, operación para la que no tuvieron el apoyo del resto de sus compañeros de la familia progresista europea, saliendo adelante la propuesta del gobierno español.
Comparecencia del miércoles
De momento, Alberto Núñez Feijóo tiene el respaldo del grupo conservador, con el presidente el PPE, Manfred Weber al frente, convencidos en Génova de la solidez de ese frente rocoso. Se ha tratado, sin duda, de un éxito político, alimentado también por el enfrentamiento entre Weber y Von der Leyen, ambos de la CDU. Le exigen a la vicepresidenta tercera que comparezca ante el parlamento español, cosa que hará el próximo miércoles, y se comprometa a dimitir si es encausada por la gestión de la DANA. Quizá lo solvente con una declaración de puro trámite respecto a que su cargo está a disposición de la presidenta de la Comisión. Porque llevar esa estrategia al extremo podría hacer saltar por los aires la propuesta de la alemana para el nuevo gobierno de la Unión. Nunca ha pasado. Pero siempre puede haber una primera vez. Si lo sabrá Sánchez.
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