"Pinta mal". Dos palabras que repetían no uno, ni dos, ni tres delegados en privado. Retumbaban en el recinto ferial Fibes de Sevilla que acoge desde este viernes el 41º Congreso Federal del PSOE. Estaban en boca de muchos, la expresaban también a través de sus rostros de cierto abatimiento. Era innegable. La bomba Juan Lobato había impactado de lleno en el acto mayor de los socialistas. Y aunque él hubiera dimitido como secretario general del partido en Madrid, su sombra se hacía muy alargada. Más después de declarar ante el Supremo este mismo viernes y entregar el acta notarial de sus mensajes con la dirigente Pilar Sánchez Acera meses atrás, unos WhatsApps que, para casi todos, pueden acabar arrastrándola hacia la imputación. Lobato, sin poner un pie en la capital andaluza, teñía el clima en la apertura del cónclave socialista. El ambiente pesaba, se sentía "raro", como lo describían varios mandos.

El PSOE, la cúpula de Ferraz sobre todo, intentaba buscar la normalidad, transmitir "tranquilidad", también porque tras prestar testimonio como testigo ante el Supremo y entregar al juez su móvil para proceder al volcado no había más decisiones. El trago de la declaración se superaba, pero sabía amargo. Y eso es lo que inevitablemente planeaba en las conversaciones de los dirigentes en esta primera jornada del 41º Congreso.

El ambiente bajaba tan espeso que ni siquiera José Luis Rodríguez Zapatero consiguió chutar de energía a los suyos, como acostumbra. Ferraz quería que el plato fuerte de este viernes fuera él, que mitineara ante la parroquia socialista aprovechando que la organización le hacía entrega de uno de los premios Rosa Manzano por la igualdad. El expresidente invocó la trascendencia del movimiento feminista, cómo en medio siglo ha cambiado "la historia de España", cómo muchas mujeres han marcado "impronta", cómo las maestras de la II República dejaron un legado impagable, enseñando a leer y escribir en muchas casas del pueblo socialistas. Solo al final de su discurso dejó una frase que había que relacionar con lo ocurrido con Lobato, con lo que muchos en su partido conciben como una "traición": "En el PSOE", subrayó, "la lealtad por toda regla". Un mensaje a navegantes, a los dirigentes y militantes de un partido cuyo destino es "trabajar, convencer y ganar".

En los pasillos de Fibes, adonde por la tarde comenzaron a llegar los delegados de toda España, la pesadumbre afloraba enseguida. Después de la declaración de Lobato, trascendieron los mensajes que se cruzó en la mañana del 14 de marzo con Sánchez Acera, entonces directora de Gabinete de quien era jefe de Gabinete del presidente, Óscar López. Los WhatsApps que Lobato llevó al notario el pasado 6 de noviembre. En la conversación, Sánchez Acera le remite a las 8.29 el correo en el que el abogado de Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, propone un acuerdo a la Fiscalía que supone el reconocimiento de sus delitos fiscales. Le pasa el documento sin marca de agua y con los datos personales sin tachar. Él contesta a las 8.35: "¿Pero se ha publicado en algún sitio esta carta? No tiene fecha". Y a las 8.41: "¿La carta cómo la tenemos? ¿Se ha publicado en algún sitio?". "Porque llega, la tienen los medios", responde Sánchez Acera. "Vamos a verlo. Para que estés más respaldado", sigue contestando. A las 9.06, El Plural publica el documento, con los datos personales tachados. Minutos más tarde, a las 9.29, la jefa de Gabinete de López en la Moncloa le manda el enlace de la noticia y le dice "ya está". Al estar publicado el mail, Lobato lo usa en su duelo contra Ayuso minutos más tarde en la Asamblea.

La secuencia dejó un reguero de preocupación en el PSOE. Quienes primero dieron la cara ante los medios fueron los números dos y tres, María Jesús Montero y Santos Cerdán, acompañados por el líder del partido andaluz y quien ejercerá desde este sábado de presidente de la mesa del 41º Congreso. La vicesecretaria general contestó una y otra vez que en el Gobierno y en el PSOE están "tranquilos" porque "todo" lo que se ha hecho es "absolutamente correcto". Pero ella misma no negó la posibilidad de que Sánchez Acera acabe imputada.

Y esa es la hipótesis que manejaban muchos cuadros federales y, especialmente, del PSOE-M. El acta notarial entregada por Lobato, creían, podía servir para que la dirigente madrileña acabe siendo investigada por el Supremo. La razón es simple: el Alto Tribunal podría querer tirar del hilo, comprobar cuál fue el origen de la filtración del correo de González Amador. Distintos mandos de Ferraz y de la federación reconocían que la posibilidad de que Sánchez Acera sea imputada no es nada lejana, "tal y como están los jueces". "En un país normal, no pasaría esto, pero visto lo que está ocurriendo, pues seguro que a ella la llaman", apuntaba un alto cargo de la Moncloa que defiende la labor de Sánchez Acera, una dirigente muy reconocida en el PSOE-M. Los socialistas se sienten víctimas de una persecución de la judicatura contra ellos, de un "ataque concertado" contra el partido y contra el presidente, en el que todo vale para destruirles.

Y es que los frentes en los tribunales se multiplican: a la gravedad del caso Koldo-Ábalos —la presunta trama corrupta que operó desde Transportes cuando José Luis Ábalos era ministro y Koldo García, su principal asesor—, se suma el enredo cada vez mayor de la investigación contra Begoña Gómez y David Sánchez, mujer y hermano del presidente. La cuenta aumentó con la imputación, inédita hasta ahora en democracia, del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por la filtración del correo del abogado de Ayuso. Lo que nadie esperaba es que Lobato complicara el escenario, por "torpeza" o "deslealtad", con su visita al notario el pasado noviembre para registrar el chat con una compañera de partido, Sánchez Acera, la que hasta el pasado miércoles, cuando él dimitió de su cargo, era su número tres como secretaria de Política Institucional.

La sensación que muchos cargos tienen, sobre todo en el PSOE-M, es que el futuro de quien era mano derecha de López "pinta mal". Y eso ya es un riesgo para el partido. A ella misma se la pudo ver en los pasillos de Fibes, con rictus serio y sin querer detenerse con la prensa. "Está jodida, y es normal", señalaba un alto cargo de la federación.

Lo que ya genera tanto consenso interno es si el incendio acabará afectando al propio Óscar López, desde septiembre ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública. En la Moncloa insisten en que no, en que no hay nada que pueda comprometerle, que el dique está levantado. Y desde la gestora que gobierna el PSOE-M desde la dimisión de Lobato remarcan que ella, como secretaria de Política Institucional, preparaba todas las semanas con su jefe las sesiones de control al Gobierno autonómico, y por eso la conversación entre ambos del 14 de marzo reflejaba esa confianza y esa relación. Ella no hacía, recuerdan, más que su trabajo como alto mando de la ejecutiva regional, y eso nada tenía que ver con su responsabilidad en la Moncloa.

(Noticia en amplición)