La angustia se combate con antidepresivos y la incertidumbre con consejos facilones de coach en estos tiempos. Es la época del despiste y la agitación, de la crisis existencial y la levedad. La liquidez y la brevedad. Todo el mundo está en un sitio, pero la impresión general es de desubicación. En este contexto, Fabián C. Barrio reivindica la filosofía griega como analgésico y como fuente inagotable de explicaciones.
A este tema le ha dedicado su último libro, Usted se encuentra aquí (Deusto), del que reflexiona en esta entrevista, con verbo fácil, gesto serio y unas cuantas afirmaciones que demuestran su clarividencia, pero también un evidente malestar con el mundo de nuestros días.
Pregunta: Dice usted que a los griegos les quitaba el sueño lo mismo que a nosotros...
Respuesta: Se enfrentaban a unas situaciones muy similares a las que nos afligen actualmente. Ellos también deseaban a su vecina, tenían que meterle las matemáticas a coscorrones a su hijo y pagaban impuestos voraces. Su contexto histórico era muy similar al nuestro. Piensa que, a la muerte de Alejandro Magno, el imperio se quedó sin un líder fuerte y entre corrupción política, grandes movimientos migratorios, guerras en la periferia... ¿Cuál era la diferencia? Que ese griego, atribulado y el cual consideraba que el Cosmos era indiferente a sus infortunios, tenía una herramienta muy fuerte para hacer frente a la incertidumbre: la filosofía. Al contrario que ahora, la filosofía hozaba en el fango y bajaba a la realidad. La usaban para entender el mundo y les proporcionaba herramientas y respuestas para la realidad.
P: Así que resulta que tengo más en común de lo que pensaba con un campesino de la antigua Grecia...
R: Ellos también se miraban en el espejo y se preocupaban porque envejecían... y se lamentaban por la ambición de la Agencia Tributaria de la época.
P: Anda que... si la evolución es sólo tecnológica y si somos un mono con iPhone...
R: Bueno, también se ha producido una evolución de las ideas, evidentemente. Por ejemplo, las filosofías que aparecen en el libro están claramente influenciadas por el pensamiento oriental. ¿Sabes por qué? Mira, Alejandro Magno llevaba a filósofos en sus campañas; y esos filósofos llegaron a relacionarse con los gimnopedistas de la India, que a su vez fueron influidos por China; y las ideas fueron permeando hasta convertir en el concepto de la ataraxia, que es muy griego.
P: Ataraxia...
R: El control de los pasiones para llegar a la estabilidad.
P: Usted se define como cínico, escéptico, epicúreo y estoico...
R: Tiro más hacia el epicureísmo, aunque bebo de todas.
P: Cínico... cuestión polémica...
R: Pues a mí me parece fundamental a la hora de enfrentarse a la vida. Reírse de las convenciones y de los ídolos me parece muy importante. Como especie, es verdad que estamos programados para seguir a los machos alfa de lomo plateado, pero, si te paras a pensarlo, son humanos como nosotros y tienen múltiples debilidades. Los ídolos que hemos formado tienen dificultades muy parecidas a las nuestras. Cuestionarse constantemente es sanísimo; y cuestionar el poder o el éxito es importantísimo. En mi canal de YouTube yo tengo un informativo satírico, que detesto hacer, pero que tiene mucho éxito. Sin el cinismo en mi vida, ese noticiario, llamado 'Los minutos del odio', no habría existido. Es provocación cínica.
P: La burla, esa gran infravalorada...
R: La provocación, como forma de rebeldía y de reacción, está presente en muchísimas filosofías a lo largo el planeta. Te pongo el ejemplo de los aghori, que son una tribu de monjes filósofos en la India cuya principal forma de expresión es la provocación pura y dura. Lo llevan hasta el extremo. Comen excrementos humanos, beben en calaveras, visten andrajos, no se lavan nunca... y con esa provocación intentan anclar a las personas a la tierra. Eso no es muy diferente a lo que hacían los cínicos, como Diógenes. Recurrían a la provocación.
P: Explicado así, el cinismo está a la orden del día...
R: ¿Has visto a Milei? ¡Es un cínico!
P: Es la época del estoicismo en redes
R: Hay conceptos que se han aterrizado muy mal en el presente. Por ejemplo, el de epicureísmo. Tú hoy te imaginas a un epicúreo y ves a un señor gordito, fumándose un puro. Nada más lejos de la realidad, pero es lo que ha llegado. Otra cosa es la mediocridad, que procede de la expresión romana aurea mediocritas, que defendía el llegar al justo medio para alcanzar la virtud. Hoy, en cambio, mencionas la mediocridad y queda como algo desabrido. Con el estoicismo ocurre lo mismo. Hoy parece que implica el que te den palos y no te importe nada cuando, en realidad, se corresponde con el concepto de 'no debe turbarme aquello que no puedo controlar'.
P: La generación TikTok y Amadeo Llados... Algo no va bien...
R: Vamos a ver, por aclarar conceptos. Tienes que tener en cuenta que a partir de la Revolución Industrial, al hombre le cuesta encontrar el sentido de la vida. Desde ese momento, comienza a plantearse cosas que hasta entonces no le preocupaban. Ante esa incertidumbre, no es extraño que aparezcan gurús de todo tipo que intenten llenar esa pérdida del sentido.
P: El sentido de la vida...
Es curioso porque la pérdida de sentido va ligada a la capacidad de elección. La vida era antiguamente tremendamente previsible y anclada a la tierra. Hoy pasa en el Tercer Mundo, donde el hijo del cabrero es cabrero y hereda la religión de sus padres sin cuestionárselo. Nosotros somos distintos y eso nos hace estar, muchas veces, sin rumbo y en el lodo, como dice la canción.
P: La de Siniestro Total decía 'quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos'...
R: Pero vamos a ver, ¿qué persona es alguien que consulta un motor de búsqueda norteamericano, desayuna tacos, cena sushi, su ropa ha sido cosida por un pobre diablo en Bangladesh y ve series turcas por las noches. ¿Qué persona es ésa? Entonces, para encontrar un anclaje, acudimos al tipo éste o a ser de Vox... o ambientalistas... a ser negacionistas del cambio climático, a estar a favor o en contra de Israel... Todo eso, forma parte de una burbuja epistémica que nos hace sentirnos cómodos porque nos ancla a algo.
P: Suena peor el remedio que la enfermedad...
R: Hoy todo el mundo utiliza el verbo 'ser', cosa que me parece terrible. Un anglosajón no encontraría la diferencia entre 'el ser y el estar', pero nuestra lengua sí lo permite y nosotros no somos capaces de distinguirlo. Es muy distinto ser vegano que estarlo. Si lo estuvieras, te permitirías el lujo de mañana dejar de estarlo. Si estoy de Vox hoy, mañana puedo votar al PSOE si me da la gana, pero, si lo eres, vas a defender de capa y espada a tu partido. De ahí surge la polarización..., de que las personas asumen como identidad propia todo lo que conlleva ser de algo..
P: La angustia siempre está de actualidad y parece un problema creciente...
R: Epicuro decía que la principal fuente de la angustia era el miedo y decía que el más poderoso era el miedo a la muerte. Gran parte de su obra versa sobre ello, aunque sostenía que si realmente te paras a filosofar sobre él, desaparece. En la actualidad, nos angustiamos por muchas cosas que no deberíamos y los estoicos nos tirarían mucho de las orejas. Permitimos que nos afecte todo eso que está fluctuando a nuestro alrededor y escapa a nuestro control, como una guerra que está a 4.000 kilómetros de nosotros, entre personas que no conocemos de nada. Sin embargo, tomamos unas posturas muy férreas porque vienen impuestas en la esfera epistémica en la que nos encontramos.
P: ¿Cómo respondería un estoico a las preocupaciones del joven que trabaja en precario y no puede comprar una vivienda?
R: Los filósofos griegos siempre dijeron que era muy importante apelar a la autarquía. Ningún hombre es una isla, pero ellos abogaban por ser lo más independientes que se pueda. Esos jóvenes actuales se han visto inmersos en una cultura de sobreprotección que les ha enseñado desde niños que son especiales, cuando eso no es verdad. Tienen que aprender a manejar la frustración y la ira que provocan el que las cosas no te salgan como tú quisieras. Y tienen que tomar una responsabilidad sobre su propia vida. Eso no se les enseña y eso es muy grave. Yo estaba mucho más preocupado antes de la DANA. Pero luego he visto cómo los jóvenes han salido a la calle y se han puesto a trabajar y eso me ha sorprendido.
Esos jóvenes actuales se han visto inmersos en una cultura de sobreprotección que les ha enseñado desde niños que son especiales, cuando eso no es verdad. Tienen que aprender a manejar la frustración y la ira que provocan el que las cosas no te salgan como tú quisieras.
P: Han crecido entre mensajes catastrofistas...
R: Bueno, el ser humano, en realidad, ha estado en crisis desde siempre. La cosas no nos iban mucho mejor en 2008. La crisis es lo normal en el mundo y la bonanza ocurre muy de vez en cuando. Es cierto que 'hombres fuertes hacen tiempos felices y tiempos felices hacen hombres débiles', pero, en todos los casos, la autarquía es una herramienta muy poderosa para encontrar tu camino y manejar tu vida. La única rebelión posible es la personal. Es la mejor cura contra la manipulación.
P: “La era de la sobreinformación nos ha llevado a la era de la ignorancia”, escribe en el libro...
R: De ignorancia y estupidez suprema. Pero fíjate que es muy sencilla la manipulación en la actualidad, es muy rápida. El equipo olímpico de opinión sincronizada, los 50.000 bots indios que de repente le dan la razón a uno u a otro... todo eso ocurre en tiempo real y muy muy rápido. Eso ha generado una consecuencia. Hace 50 años, una situación como la de Valencia hubiera provocado que las calles ardieran. Hoy, no. Mira, yo he ido a Valencia y no doy crédito. Están los coches apilados unos encima de otros todavía, allí hiede, está lleno de mierda, de basura... y las empresas no pueden trabajar. Eso en un país europeo, con pasta, eso no puede ocurrir. ¿Y por qué no arden las calles? Porque hay una manipulación tan inmensa que mientras no se muera la gente de hambre, no van a salir a las calles a buscar un cambio social.
He ido a Valencia y no doy crédito. Están los coches apilados unos encima de otros todavía, allí hiede, está lleno de mierda, de basura... y las empresas no pueden trabajar. Eso en un país europeo, con pasta, eso no puede ocurrir.
P: Cambio social...
R: Yo en mi canal siempre defiendo el voto nulo. Es la única herramienta que nos queda. A lo mejor, 1.000 votos nulos no generan ningún efecto. Pero, ¿y si el voto nulo fuera la opción preferida?
P: Sócrates 'cayó' por hacer preguntas incómodas, dice usted...
R: La muerte de Sócrates, para mí, es el punto de inflexión de la cultura occidental. Él cambia la Historia, para bien, tras no darse por vencido, huir o reconocer su error. Él elegió morir porque, según él, la vida sin examen no tiene propósito. Esa enseñanza es sobre la que pivota toda la filosofía occidental a partir de entonces. Por eso, el instarlos a cuestionar es una de las enseñanzas que quise transmitir en mi libro.
P: Menuda diferencia con lo que implica ser hoy un 'intelectual', ergo protegido o rebelde consentido por el poder...
R: Creo que voces sobran en este momento, pero son neutralizadas de un modo muy sencillo hoy en día. Es muy fácil desde los poderes iniciar una campaña de desprestigio contra alguien, basta con buscar sus trapos sucios o tildarlo de conspiranoico. Con esa herramienta, cualquier reflexión que puedas hacer queda sepultada. Te pongo de ejemplo la pandemia: ¿cuántas absurdeces se hicieron? ¡El mundo se volvió completamente loco! Yo hice un informativo satírico de eso y YouTube borró esos vídeos. Me censuraron de forma muy evidente.
P: Censura...
R: Bueno, y YouTube no te monetiza los vídeos si niegas el cambio climático. Es un ejemplo sobre una forma de silenciar que todos hemos aceptado. Nadie niega el cambio climático en YouTube porque entonces no gana dinero. Hay diferentes formas de censura. También se usa el escarnio público: sacan una frase de contexto y te cancelan. ¡Te aniquilan! Es muy fácil.
P: Negacionistas... se aplica a muchos temas actualmente. Evitar esa etiqueta obliga a pronunciarse. El silencio ya no sirve...
R: Por ejemplo, con el tema del cambio climático me parece fundamental aplicar una norma que aplicaban los griegos para encontrar la paz. La epojé, es decir, la suspensión de todo juicio. El escepticismo. Yo no puse hace 200 años un termómetro en la Antártida y no puedo medir el nivel del mar. Y como sé que cualquier opinión que me llegue va a estar tiznada de intereses económicos, por un lado y por el otro, no creo que pueda hacerme con una opinión formada sobre ese tema. Me reconozco incapaz. Entonces, suspendo mi juicio. No niego el cambio climático, pero tampoco lo contrario. Renuncio a pronunciarme y a buscar la verdad.
P: ¿Y eso no entraña peligro?
R: A ver. Las burbujas epistémicas que nos protegen generan una situación singular. Por ejemplo, yo escoro a la derecha, no lo oculto. Entonces, me siguen muchas personas de derechas. Ellos son más de derechas que yo y soy consciente de que opino cosas que son diametralmente opuestas a lo que supone ser de derechas. Por ejemplo, soy ateo. He sacado hace nada un vídeo que habla sobre las preguntas que me planteo cuando reflexiono sobre Dios. Puedes imaginar que he recibido todo tipo de críticas por ello. Críticas furiosas, ¿eh? Es curioso, cuando cuestionas la fe la gente se siente atacada en lo más profundo de su dignidad.
P: Hay algo de su biografía que me llama la atención. Fue su crisis de los 40. ¿Mereció la pena ese malestar?
R: De ese malestar surgió mi proyecto de romper con todo e irme a ver el mundo. Esa crisis me arrastró por el barro, pero me hizo reaccionar y cambiar de perspectiva. Por ejemplo, yo vivía en una burbuja de lujo en Madrid y no sentía ningún tipo de conmiseración por los demás. El sufrimiento ajeno lo veía muy lejano. Eso se pasa cuando empiezas a recorrer países; cuando abandonas Europa y encuentras a niños trabajando todo el tiempo, hasta las fronteras de esta burbuja, donde somos ricos, lo tenemos todo y no lo sabemos valorar.
P: ¿Cuál ha sido lo más auténtico e inalterado que ha encontrado en estos años?
R: Que la gente es buena... y lo es donde quiera que vayas. La idea que transmitís los medios de comunicación es que todo está en crisis y en guerra, que van a acabar contigo. Mi abuela se asustaba cuando le decía dónde iba a ir. Y yo le respondía: 'pero vamos a ver, abuela, si viene un alemán y te pide un vaso de agua, ¿tú no se lo das? Claro que se lo das. Pues igual cuando yo viajo. La gente es buena y generosa. Donde quiera que vayas, el mundo se resume en una señora, a la puerta de su casa, con un puesto de verduras, vendiendo e intentando prosperar poco a poco sin hacer año al vecino. Ésa no es la imagen que lamentablemente transmiten los medios de comunicación.
La idea que transmitís los medios de comunicación es que todo está en crisis y en guerra, que van a acabar contigo.
P: Pero hay riesgos...
R: Mira, yo he pasado por Kirguistán estando en Guerra Civil. Vi un par de tiros, pero el resto del tiempo era eso... gente vendiendo verduras. He pasado por Sudán cuando se inició la guerra entre el norte y el sur. Había falta de gasolina, es cierto, y había un conflicto en un lugar determinado, pero fuera de la zona de enfrentamiento no hay peligro. Los medios vais con la cámara y hacéis una foto ahí, pero el resto del país está normal. La señora con las verduras.
P: Dijo usted que no ha encontrado gente más generosa que en Pakistán, pero las autoridades desaconsejan viajar allí...
R: Lo dije, pero, ojo, también es cierto que tuve momentos complejos allí. Al cruzar desde Irán hasta Punyab... son 3.000 kilómetros que tienes que ir escoltado por un tío con un fusil. Recuerdo algún momento especialmente dramático en el que te ves peligrar. Hay lugares de riesgo real, pero reitero, son cosas que ocurren en puntos concretos. Pakistán tiene a las personas más hospitalarias del mundo. Es increíble la forma que tienen que acogerte.
P: ¿Se ha sentido solo alguna vez durante en este tiempo?
R: Sí, claro. Pero es curioso que el lugar en que más me lo sentí es en Australia, cuando dejé de ser la persona exótica para estar en una metrópolis deslumbrante, espectacular, en el que nadie te pregunta y todos te ven normal, como ellos. Rodeado de tanta gente similar es donde más solo me sentí.
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