El ex ministro Ábalos declara en el Supremo. A petición propia. El matiz no es un detalle menor, porque significa que sabe lo que quiere decir, que tiene claras las líneas rojas que no piensa traspasar cuando comparezca ante el juez.
Se equivocan los que piensen que el ex ministro de Transportes tirará de la manta. Ya en alguna ocasión ha dicho que "no hay manta de la que tirar", lo que contrasta con lo declarado ya por Víctor de Aldama en la Audiencia Nacional y que tendrá su continuidad la semana próxima en una nueva comparecencia ante el Supremo.
Lo que le da credibilidad a lo ya dicho por el comisionista Aldama es que tanto el juez como el fiscal acordaron su salida de prisión, cosa que no hubiera sido posible de haber creído que les estaba contando una milonga.
La manta de Aldama ha dejado a la intemperie a Ábalos y a su asistente Koldo García, a los que declaró haber pagado en metálico y en bienes inmuebles. Así que, a lo que va el ex ministro al Supremo es a intentar volver a taparse con la manta, desmontando, si puede, las pistas que le sitúan como elemento clave para facilitar negocios millonarios (mascarillas), o dar acceso al "nexo corruptor" (así le llama la UCO a Aldama) a otros ministros y altos cargos del Gobierno.
Aunque en un primer momento Ábalos quiso marcar distancia con Koldo, del que dijo desconocer sus actividades privadas, a los dos les une un enemigo común: Aldama. Y, sobre todo, un aliado poderoso, el Gobierno y el PSOE.
Resulta hasta tierno escuchar las últimas declaraciones en medios del asistente y ex aizkolari negándolo todo, hasta lo más evidente, y mostrando su afinidad con el partido y su líder. Hasta se permite el lujo de ser condescendiente con su jefe por el trato excesivamente duro recibido por Ferraz.
Como hombre de partido sabe que fuera del PSOE no hay salvación. Machacará a Aldama para dar la razón a los que dicen que todo es mentira
Pedro Sánchez castigó a Ábalos echándole del Gobierno en julio de 2021, sin explicarle las causas al defenestrado y, lo que es peor, ocultándoselas a los ciudadanos, que nos quedamos con la duda en el cuerpo. Luego, a principios de este año, cuando estalló el 'caso Koldo' a Ábalos se le echó del Grupo Parlamentario y se le amenazó con la expulsión. Es más, todavía tiene el expediente abierto. Pero, por el momento, sólo está suspendido de militancia.
En fuentes socialistas se decía que sería expulsado antes del Congreso de Sevilla, pero no ha sido así. Ábalos sigue siendo militante del PSOE y sigue teniendo contacto con el secretario de Organización del partido, Santos Cerdán, que es el responsable de que Koldo, su hijo político, mantuviera la lealtad a la organización por encima de todo. ¿No resulta extraño que se le echara del Grupo Parlamentario por su responsabilidad in vigilando respecto a las actividades de su asistente y aún siga en el partido cuando la investigación de la UCO le ha puesto a las puertas de la imputación? Esto huele a pacto que apesta.
Ábalos se lamentaba no hace mucho de que Óscar Puente hubiese encargado una auditoría interna en el Ministerio de Transportes que no le dejaba en buen lugar, porque ponía de manifiesto que todo dependía de él y que su hombre de confianza, Koldo, actuaba como si fuera un alto cargo dando órdenes a diestro y siniestro. Decía no entender ese comportamiento porque, de hecho, era incoherente con su rehabilitación en ciernes. Había mantenido ya alguna conversación con el presidente del Gobierno y él presentía que estaba a punto ser perdonado por sus pecados, en todo caso veniales, o más bien de la carne. Pero "nunca, nunca, nunca", aseveraba, "yo me he metido dinero en el bolsillo".
Ábalos es hombre de partido. Hasta tal punto que siendo sanchista hasta la médula mantuvo la disciplina cuando la dirección ordenó abstenerse en la votación sobre la investidura de Rajoy. Lo hizo, argumentó entonces, para ayudar a Pedro Sánchez desde dentro del partido.
En los meses transcurridos tras su expulsión del Grupo Parlamentario Socialista, Ábalos ha mantenido una actitud prudente. Se ha lamentado, ha lanzado veladas amenazas, pero nunca ha osado a dispararle al líder. Ni al líder ni al partido. Una vez que Aldama ha decidido contar todo lo que sabe, el ex secretario de Organización del PSOE cree que su única salida, quizás la única alternativa para salvarse, está en serle fiel a las siglas, "a su ideología", como acostumbra remarcar.
"No se puede vivir sin nada absolutamente de piedad" (Dostoievski, Crimen y Castigo). Es algo de piedad lo que Ábalos espera de Sánchez por mantener ocultos algunos secretos que podrían completar el puzle que ha desplegado Aldama ante la Justicia.
El problema para Ábalos es que ahora tendrá que hacer compatibles su convicciones y su fidelidad al líder, el mantenimiento de la omertá, con unos sólidos indicios que le señalan como un político corrupto. Su futuro ya no depende de sus confidencias a Santos Cerdán, de sus desmentidos a Aldama, de su victimismo al sentirse engañado por el comisionista, sino de su capacidad para convencer al juez de que no se sirvió de su cargo para enriquecerse. Lo tiene difícil.
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