La mayoría apenas sobrepasa los 1.500 habitantes. Algunos ni se acercan. La suya es una España vaciada algo singular. Podrían integrarse en una ‘España nuclear’, también llamada a desaparecer. Su motor económico es la energía nuclear. Es la que les ha dado vida, economía y pulso social. Pero en apenas unos años todo eso está llamado a desaparecer. Los siete reactores activos en nuestro país tienen fecha de apagado y con ellas sus entornos, a menudo rurales y sin mayor medio de vida que las centrales. Son los que les han alimentado durante las últimas casi cinco décadas y a las que el Gobierno ya ha puesto fecha de desmantelamiento.
La primera en echar el cierre será la ubicada en la localidad cacereña de Almaraz. El primero de sus dos reactores lo hará en noviembre de 2027, en menos de tres años. Once meses después se parará su segundo reactor, Almaraz II. Llevan funcionando desde 1984 y 1984 respectivamente. Toda una vida que ha logrado impulsar esta comarca del Campo Arañuelo de la que miles de familias han vivido de la generación de energía nuclear.
El complejo nuclear, de 1.683 hectáreas, alimenta a cerca de una docena de localidades vecinas. Serrejón apenas tiene 405 habitantes. Romagordo no llega a los 260. Y así un rosario de localidades que vive al calor de la central de Almaraz. En todas ellas el trabajo y la actividad rutinaria que genera la central se ha convertido en su vida. Los municipios ven cómo en apenas tres años su modo de vida les abocará al parón económico y social hace tiempo que intentaron detener las pretensiones del Gobierno, presionar para que el calendario de desnuclearización marcado por el Ejecutivo se aplace.
"Tendrá un efectivo devastador"
Constituidos en la Asociación de Municipios de Centrales Nucleares (AMAC), la treintena de localidades que pertenecen a ella celebraron ayer una nueva concentración para recordar que no se “resignarán” a aceptar el cierre de las centrales. Esta comarca extremeña depende de ella, “tendrá graves consecuencias económicas y sociales”, recordaron durante la lectura de un comunicado: “Tendrá un efecto devastador, provocará empobrecimiento, pérdida de calidad de vida y despoblación de la zona”.
Y una pérdida de empleo. Cerca de 3.000 empleos dependen directa o indirectamente de esta central. Y en España, lo hacen alrededor de 28.000 puestos de trabajo en el conjunto de instalaciones nucleares, según el Foro Nuclear. Trabajadores en muchos casos de alta cualificación, en otros no tanto, y que gracias a las centrales generan una alta actividad económica, comercial y social que repercute de modo muy importante en los municipios colindantes, en muchos casos insertados en entorno rurales sin mayores recursos y dependientes en gran medida de su condición de áreas nucleares.
La de Almaraz será la primera de todas ellas, pero en la próxima década la secuencia se repetirá. Las localidades argumentan que cerrar las centrales nucleares es ir “contracorriente de lo que piensa Europa”, en particular vecinos como Francia, verdaderos defensores de la energía nuclear como alternativa necesaria en el proceso de descarbonizacion.
No sólo los municipios afectados reclaman que se deje en suspenso el calendario de paralización, sino que formaciones como el PP también quiere liderar este movimiento. El PP ha presentado una iniciativa parlamentaria en el Congreso para debatir que se pueda extender la vida útil de las siete instalaciones. Confía en poder contar con el apoyo de formaciones como Vox o Junts, que ya en ocasiones anteriores se ha mostrado partidaria de retrasar el cierre. No en vano, en Cataluña se encuentran tres de los reactores nucleares de nuestro país: Ascó I y II y Valdellós II, con cierres previstos para los años 2030, 2032 y 2035 respectivamente, según el plan de la Empresa Nacional de Gestión de Residuos Radioactivos ENRESA.
Un gran impacto en Cataluña
De estos reactores sale el 60% de la energía nuclear que se genera en España y emplean a 3.000 personas. La patronal catalana ya ha apelado a la importancia de no dejar en suspenso este motor energético clave. A ello se suma la delicada situación en a que se encuentra Cataluña, con un proceso de descarbonización retrasado y que no permitiría prescindir de un suministro energético como el nuclear.
En realidad, el final de la energía nuclear en todos estos municipios será un proceso complicado y prolongado. Tras el apagado llegará el desmantelamiento de las instalaciones. Para ello, el séptimo plan de Gestión de Residuos Radiactivos aprobado en diciembre de 2023 contempla la construcción de siete Almacenamientos Temporales Descentralizados (ATD) y un Almacenamiento Geológico Profundo (AGP) para su almacenamiento definitivo. Pero eso no ocurrirá hasta 2073.
Hasta que ambas cosas sucedan, la producción de energía nuclear en nuestro país continuará teniendo un peso muy relevante en el mapa energético. Desde hace más de una década representa el 20% de la producción energética total de nuestro país. Es cierto que, a medida que la producción de energías renovables alternativas crece, en particular la eólica, la producción nuclear ha ido perdiendo presencia.
Francia, el impulsor nuclear de Europa
Mientras España ultima con detalle su plan de desmantelamiento, en Europa la energía nuclear vive un renacer. Además de su consideración como tecnología estratégica, como ‘Net Zero industry act’, no pocos países han recuperado su apuesta por este tipo de producción energética. Actualmente la energía nuclear representa el 22,8% de la producción energética europea, por delante del 18,5% de la eólica o el 16,9% del gas. En países como Francia supone el 65% de su energía, el 61% en Eslovaquia y por encima del 40% de la energía en Bélgica, Bulgaria, Finlandia y Hungría.
Francia cuenta con 56 reactores actualmente y está construyendo uno más. En sus planes de futuro contempla ampliar la red de centrales en otras seis más. El Reino Unido dispone de 9 reactores y tiene en marcha la construcción de dos nuevas centrales y planificadas otras dos. Un país como Suecia, con seis plantas, tiene aprobada la construcción de otras dos.
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