Todo comenzó a enfriarse hace meses. La ‘cuadrilla’ que formaron en el corazón del partido y que desde jóvenes aspiraron a renovar y controlar empezó a distanciarse. Tomaron el control del partido a la salida de Xabier Arzalluz en 2003. Fue la cumbre de un camino que iniciaron siendo apenas unos adolescentes, cuando se afiliaron al PNV mientras se estrenaba la democracia. En ese grupo figuraban Andoni Ortuzar y Aitor Esteban. También Iñigo Urkullu. Todos miembros de una misma generación. Hoy los dos primeros se disputan el favor de los militantes. Uno para seguir presidiendo el PNV y otro para arrebatarle el mando. El tercero, el exlehendakari, tras ser relevado de manera forzosa para optar a un nuevo mandato, se ha alejado de ambos y de la vida interna del partido.
La consigna en los procesos electorales del PNV la habían repetido hasta la saciedad todos los posibles candidatos de las quinielas: “En el PNV es la militancia la que habla, la que propone, no nos postulamos”. Y así es. En la primera vuelta que terminó este domingo la militancia habló. Y su mensaje es evidente. A muchos no les ha gustado que Ortuzar quiera continuar tras la debacle electoral y la amenaza de ‘sorpasso’ de EH Bildu en la que deja el partido. El pulso llega desde muy cerca, de su compañero de ‘cuadrilla’ política, ahora no tan bien avenida. Aitor Esteban ha recibido un apoyo inesperado estas últimas semanas para ser el recambio en la cúpula de Sabin Etxea. Un ‘jobuvi’ por otro.
Aunque el PNV no facilita datos de cuántos ‘batzokis’ u organizaciones municipales han apoyado a cada uno de los posibles candidatos, los datos que se han venido filtrando constatan que a pesar de que Ortuzar contaría con una mayoría de apoyos en esta primera vuelta, el respaldo de Esteban no hace sino crecer. Quienes le respaldan aseguran que son más de 60 las organizaciones municipales que le apoyan.
Ambos se pusieron en manos de los militantes y ambos deberán decidir antes del próximo lunes 10 si seguirán en la carrera, si optarán a disputarse la presidencia del PNV en la segunda vuelta. En el escenario actual todo apunta a que ni Ortuzar ni Esteban puedan ya dar un paso atrás. El respaldo obtenido por las bases, en cuyas manos se pusieron, lo haría incomprensible.
El 'feudo vizcaíno', dividido
El actual presidente del partido ha visto cómo sus mayores críticos los tiene en el feudo más importante para el PNV: Bizkaia. Esteban ha ido ganando adeptos a medida que pasaban los días, hasta prácticamente pisar los talones a Ortuzar y lograr el respaldo de casi la mitad de los ‘batzokis’. En este caso Esteban tiene a su favor la labor que su esposa y expresidenta del PNV en Bizkaia haya podido hacer en favor de su candidatura para ascender hasta el despacho noble del PNV.
En Gipuzkoa, hasta ahora feudo controlado por Egibar, ninguno de los dos lidera la carrera en esta primera vuelta. Lo hace Markel Olano, exdiputado general. Tras él si aparece Esteban con al menos una docena de ‘batzokis’. Muy lejos están los apoyos de Ortuzar en este territorio, con dos asambleas. En Alava es Ortuzar quien domina el escenario ‘electoral’ muy por delante de Esteban. Lo mismo sucede en territorios con menos peso como Navarra e Iparralde.
En la segunda vuelta todo puede cambiar. Los ‘delegados’ de cada asamblea tendrán que decantarse entre los candidatos que continúen la carrera –bastará con haber vencido en tres ‘batzokis’-. Y el vuelco de votos, esta vez secretos, podría alterar el tablero más de lo previsto cuando todo comenzó.
Ambos comparten edad, trayectoria política y hasta ahora, modelo de partido. Es la gestión del último tramo, la que ha desgastado electoralmente al PNV, la que ha hecho movilizarse por un posible cambio a una parte del partido. No sería una ruptura, pero sí una renovación en el liderazgo.
Urkullu, Esteban y Ortuzar, los 'jobuvis'
Hubo quien los bautizó como los ‘Jobuvis’ –jóvenes burukides (miembros de una ejecutiva del PNV) vizcaínos-. Durante muchos años acostumbraban a quedar, a comer juntos y a fortalecer su relación para idear un modo diferente de hacer las cosas en el PNV. Aquella ‘cuadrilla’ logró situar a Josu Jon Imaz al frente de la presidencia y desbancar –por sólo un voto- al ‘delfín’ de Arzalluz, Joseba Egibar. El PNV pragmático que defendían se imponía al soberanista. Imaz apenas duró un mandato. No soportó la lucha de las ‘dos almas’ del partido.
Pero el relevo de los ‘jobuvis’ por el control del PNV estaba garantizado. En estas dos décadas reformaron el partido, tras perder el Gobierno vasco entre 2009 y 2012, situaron a Urkullu como lehendakari, a Esteban como portavoz en el Congreso y a Ortuzar como presidente del partido. Los cargos los han ocupado durante los últimos doce años. Un tiempo en el que el PNV ha alcanzado la gloría y el vértigo. La mayor cuota de poder institucional y la mayor debacle –desde la escisión de 1985-: 100.000 votos menos en el último ciclo electoral. La mayoría de simpatizantes desengañados optaron por no acudir a votar. Ahí empezaron los problemas y los movimientos en el subsuelo del PNV.
Desplazar a Urkullu como candidato fue el primero. Las llamadas a la renovación generacional fueron la justificación. Para entonces, la pregunta era hasta dónde llegaría ese proceso. Urkullu nació en 1961, Esteban y Ortuzar en 1962. Entre ellos apenas hay 10 meses de diferencia. El propio presidente del EBB aseguraba antes de que se iniciara el proceso de renovación de las ejecutivas del PNV que era partidario de renovar el partido, de un cambio generacional.
Y así la ha impulsado ahora en las ejecutivas territoriales. Al cambio ‘generacional’ del lehendakari le sucedió un relevo en las direcciones del partido en Alava, Gipuzkoa y Bizkaia. En este último territorio uno muy relevante, el de la hasta entonces presidenta Itxaso Atutxa, esposa de Aitor Esteban. Fue la primera en anunciar que no optaría a un nuevo mandato, que lo dejaba y volvía a su trabajo en la empresa privada. Para entonces, Ortuzar ya había alimentado la expectación con su silencio. En la atmósfera jeltzale la creencia más extendida de que daría un paso atrás empezaba a tambalearse.
Una herida interna
El aún presidente del EBB no despejó la duda hasta que las ejecutivas territoriales se renovaron y la segunda fase, -la de renovación de la dirección nacional- se activara. El 18 de enero, por carta, anunció que se ponía en manos de la militancia y que estaría dispuesto a continuar si así lo consideraban. Desde su entorno se justificó que alguien con experiencia y trayectoria debía pilotar el proceso de renovación iniciado y que sería un riesgo dejar en manos inexpertas el mando del proceso.
Suceda lo que suceda finalmente, la herida en el seno del PNV parece que ya se habría provocado. El inesperado anuncio de Ortuzar de seguir optando a un cuarto mandato y la sorpresa del apoyo logrado por Esteban revela el descontento interno de muchos afiliados por el modo en el que se han hecho las cosas. Si se impone de nuevo Ortuzar, Esteban quedará marcado y su papel como portavoz del partido en el Congreso con un lastre en clave interna. Si es Esteban quien finalmente acapara más apoyos, la figura de Ortuzar, su legado y su intención de mantenerse en la presidencia tras defender el relevo generacional para el resto de estructuras habrá quedado muy cuestionada.
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