Después de las primeras declaraciones de Donald Trump en las que afirmó que se reuniría con Vladimir Putin para acabar con la guerra de Ucrania y aceptaba todos los máximos rusos como justificados, la Unión Europea reaccionó. No puede haber paz en Ucrania si no se respetan los posicionamientos del gobierno ucraniano, y al ser un asunto europeo, la Unión Europea debe tratarlo como propio. Los principales países comunitarios han apoyado este posicionamiento político. El mensaje que lanzaba así Kaja Kallas era claro: Kiev no estará solo por mucho que Trump quiera regalar parte de un tercer país soberano, ni se quedará sin aliados a pesar de que se enfaden en Washington.
La reacción de Bruselas y de Kiev ha sido al unísono. Desde que comenzó (o se reanudó) la invasión rusa de Ucrania en 2022, Von der Leyen y Zelenski no habían coincidido tanto. Esto es muy importante, pues si lo situamos en un plano diplomático, es el mayor acercamiento entre Ucrania y la Unión Europea. Más allá de la ayuda económica, llevada a cabo de manera conjunta, y militar, que cada Estado ha realizado por separado, ahora hay un apoyo diplomático tajante a que Ucrania sea miembro de la comunidad europea. No hay voces críticas al respecto; ninguno de los principales Estados afirma que no estén preparados o que necesiten más reformas políticas. El discurso de Trump sitúa a la Unión Europea frente a una posición cercana al abismo: o somos conscientes de que no podemos confiar en esta Casa Blanca o quedamos a expensas de lo que decidan en Moscú.
Plante europeo
Se afirma, con razón, que la Unión Europea va diez años tarde en la gestión de su autonomía estratégica. A pesar de la anexión rusa de Georgia, de Crimea y de parte de Donetsk y Lugansk, la Unión Europea siguió confiada respecto a Moscú. Hizo falta una invasión a gran escala con misiles rusos sobrevolando Polonia, drones cayendo en Rumanía y amenazas directas de invasión de Finlandia para que la UE despertara de un largo letargo. Algunos países, como Polonia, Estonia, Lituania y Letonia, han hecho los deberes por su cuenta. Otros siguen atados a la dependencia rusa, como Hungría y Eslovaquia, al menos hasta el 1 de febrero, cuando se cerró el paso gasístico por Ucrania hacia Europa. Pero la reacción europea demuestra que no solo son comunicados vacíos, y que detrás hay voluntad de acción y un hasta aquí.
Desde la Secretaría de Estado de Estados Unidos ya han matizado las afirmaciones de Donald Trump después de la reacción de Bruselas y Kiev. De ser un encuentro entre dos, Rusia y Estados Unidos, en Arabia Saudí, se ha planteado primero que sea a tres y luego a cuatro. La rotundidad respecto a que Ucrania no puede estar en la OTAN ha derivado en un debate todavía abierto. Como la paz por territorios y las renuncias a ellos. Todo parece indicar que los mensajes no están coordinados entre el presidente Trump, el vicepresidente Vance, la Secretaría de Estado de Marco Rubio y la Secretaria de Defensa de Pete Hegseth. Cuatro posicionamientos simultáneos afirmando cosas distintas e incluso contradictorias.
Lealtad mutua y autonomía
Frente a ello, predomina el posicionamiento pragmático en la Unión Europea y Ucrania. A pesar de la estratégica de la nueva Administración Trump, es necesario que se siga trabajando conjuntamente a ambos lados del Atlántico, pero con autonomía estratégica de las partes. Estados Unidos debe respetar la posición europea en los asuntos internacionales, a pesar de no compartirla, y trabajar conjuntamente en otros asuntos en que sí coincidan. Y viceversa. Y Ucrania seguirá buscando colaborar con Estados Unidos, tal y como dijo Zelenski a Rubio en su reunión bilateral. El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, llamó a evitar la parálisis europea ante las declaraciones de Trump, y la respuesta comunitaria en Múnich ha sido la correcta.
En conclusión, las palabras del presidente norteamericano respecto a Ucrania demuestran que Europa debe hacerse cargo de los retos del mundo actual desde la posición que pretende ocupar en el orden internacional. La falta de autonomía estratégica es un asunto que ya denunció el presidente francés Charles De Gaulle, como también la necesidad de establecer líneas exteriores propias, como evidenció Willy Brandt con la Ostpolitik. Pero esto no nos tiene que desplazar del eje atlántico, ni tampoco del eje báltico. El espacio de seguridad europeo está alrededor de la misma, y esto implica norte, sur, este y oeste, Báltico, Atlántico, Mediterráneo y Rusia. Y también en el Pacífico, pues los territorios franceses de Ultramar, territorio comunitario europeo, parece que van ganando relevancia, dada la creciente inestabilidad entre EEUU y China.
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