No se conocían. Probablemente la primera vez que Pedro Sánchez escuchó hablar de él fue cuando saltó la noticia de que era el elegido para sustituir a Iñigo Urkullu como candidato a lehendakari. Imanol Pradales ya no es ningún desconocido para el presidente del Gobierno. Su relación podría decirse que es más bien intensa si se compara con la que mantuvo con el anterior lehendakari. Desde que juró su cargo ante el Árbol de Gernika el pasado 22 de junio ambos mandatarios se han visto más veces de lo que lo hizo con Urkullu en los casi cuatro años de su último mandato.

El de ayer fue el cuarto encuentro entre Pradales y Sánchez. La sintonía entre ambos parece fluir más de lo que lo hizo con Urkullu, quien en los últimos años de su gobierno se cansó de pedir reuniones. Lo hizo muchas veces por carta y no pocas en público: “La nuestra ha sido una relación más epistolar que de cara a cara”, llegó a asegurar días antes de abandonar el cargo.

Desde el primer momento Pradales puso mucho empeño en iniciar un nuevo tiempo en las relaciones entre el Gobierno vaso y el Ejecutivo central. También Sánchez ha contribuido a ello, sabedor de que necesita tener contento al PNV, no en vano sus cinco votos en la Cámara Baja le son imprescindibles para sacar adelante sus iniciativas.  

Apenas un mes después de jurar el cargo, Pradales preparó con mucho interés el primero de los encuentros. Lo hizo recuperando un símbolo en desuso durante los tres gobiernos de Urkullu: el Palacio de Ajuria Enea. Emblema institucional de otros tiempos, el palacio de las grandes firmas, que fue residencia oficial de los lehendakaris y que aún hoy acoge la toma de posesión de los cargos del Ejecutivo, se vestía de gala para recibir el 26 de julio a Pedro Sánchez.

Transferencias pendientes

Cuatro semanas más tarde, el 20 de septiembre, fue Pradales quien se desplazó al Palacio de La Moncloa para reunirse con Sánchez. Aquel encuentro entre el lehendakari y el presidente era el que durante muchos meses Sánchez había desoído de las peticiones de Urkullu. Ahora, en el marco de la ronda de presidentes que inició el Ejecutivo español, Pradales pisaba por primera vez la residencial oficial del presidente del Gobierno.

En noviembre se celebró la primera Comisión Bilateral de Cooperación Permanente. Se convirtió en la tercera reunión Sánchez-Pradales, con el desarrollo del Estatuto de Gernika sobre la mesa. Ha sido precisamente esta cuestión uno de los caballos de batalla que con mayor insistencia planteó Urkullu para verse con Sánchez. Esta comisión, cuyo objetivo era acelerar el traspaso de competencias pendientes, ya ha dado algunos frutos con al traspaso de materias menores.

Este jueves Pedro Sánchez volvía a viajar a Euskadi, en este caso a Zamudio (Bizkaia) con motivo de la inauguración de las nuevas instalaciones de fabricación aeroespacial avanzada de ITP Aero. Previamente celebró la que ha sido la cuarta reunión con Imanol Pradales en apenas ocho meses. La nota oficial destacaba la cordialidad y confianza entre ambos y las “excelentes relaciones que existen entre ambos ejecutivos”. Un diagnóstico que dista del que el Gobierno vasco hacía a finales de la pasada legislatura, cuando se sentía huérfano de la atención de Sánchez.

Necesidades recíprocas

De nuevo, además del análisis del contexto internacional y político, el cumplimiento del Estatuto de Gernika ha estado presente en sus conversaciones. El siguiente paso previsto es firmar la transferencia de las competencias de los permisos para trabajadores extranjeros y el servicio de meteorología. La próxima semana podría quedar cerrada la cesión de ambas materias.

Sánchez necesita del PNV y el PNV de Sánchez. El Gobierno vasco de coalición que la formación nacionalista mantiene con el PSE tiene el compromiso de completar este año el Estatuto de Gernika de 1979. Se lo prometió y lo firmó el PSOE al PNV a cambio del apoyo a la investidura de Pedro Sánchez. Por ahora, restan casi una treintena de materias, entre ellas la cesión de la gestión económica de la Seguridad Social, y parece complicado que los plazos vayan a cumplirse. Ni siquiera la sintonía fluida entre Pradales y Sánchez augura una 'riada' de transferencias a Euskadi en los diez meses que restan de 2025, del plazo acordado para dar por completado el Estatuto vasco.