La apuesta política de Santiago Abascal en España pasa por que la ola nacionalpopulista que llegó Argentina en 2023, se ha extendido por Europa y aupó a Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca, tarde o temprano, le de la oportunidad de, si no gobernar, condicionar un futuro ejecutivo con el PP. Y para azuzarla, abrirle paso lo antes posible, Abascal ha ligado su futuro y su proyecto a la agenda antiglobalista del líder estadounidense. Referente, en definitiva, de todo el conjunto de homólogos internacionales. Dice el refrán que una imagen vale más que mil palabras, y la de Abascal rodeado de los principales referentes ultraconservadores europeos con el al mando de Patriotas por Europa, la familia de la Eurocámara, así como la asistencia ya reiterada Washington, con mensaje dedicado de Trump, en Bambú creen que será muy potente. Que pronto habrá brotes.

Desde comienzos de año, conforme Abascal ha consolidado el perfil internacional de Vox, el crecimiento en las encuestas ha sido patente frente a un estancamiento de los populares. Venía con viento de cola por la crisis del PP con la gestión de la DANA en la Comunidad Valenciana. La apuesta de Pedro Sánchez y su Gobierno por establecer un marco de oposición a Trump y Elon Musk, por la injerencia en las elecciones alemanas, de hecho, ha beneficiado que se establezca una dicotomía entre PSOE y Vox en la que la ambigüedad de los populares, que mantienen una posición intermedia, crítica con sus políticas pero respetuosa por la decisión de las urnas, les deja descolocados.

Sin embargo, la admiración por Trump y el interés por abrazar esa corriente para aprovechar el impulso ha llevado a Vox y su presidente a un estado de seguidismo ciego. Así lo califican las voces más críticas del partido, ahora en rebeldía desde un plano muy secundario respecto a Bambú. Pero empiezan a alertar de ello perfiles de peso que hasta hace bien poco eran muñidores y se encargaban de la fontanería de la formación. Sobre todo por dos asuntos que, a priori, parece que tendrán cada vez más relevancia y pueden pasar factura a los de Abascal: la materia económica y geopolítica.

La incongruencia de los aranceles

El aval de Vox a las medidas proteccionistas de Trump, a imagen y semejanza de las que pretenden practicar todos sus socios domésticamente, genera la primera contradicción en el partido. Especialmente cuando una buena parte del electorado pertenece al sector primerio, agrario y ganadero, o al sector industrial. Según el último sondeo del CIS, de febrero, dos de cada diez agricultores y ganaderos, y dos de cada diez artesanos u operarios industriales, votarían a Vox. Teniendo en cuenta que el número de trabajadores del sector primario roza los 900.000 y del secundario más de 2,8 millones, Vox podría enfrentarse a unas pérdidas máximas de 740.000 votantes de los poco más de tres millones logrados en 2023.

En estos momentos, Trump ha aplicado un 25% de gravamen al acero y un 10% en el caso del aluminio europeo. El sector estima que el impacto será de 400 millones de euros solo para nuestro país. Bajo la lupa está el sector agroalimentario, caso del vino o del aceite de oliva, el de la cerámica, el químico, y el de la maquinaria, entre otros. Frente a la amenaza constante de la Casa Blanca con aranceles a la UE, pero también a España, Vox ha pasado dos fases. La primera, la no alusión al problema directamente y el señalamiento a actores secundarios: Bruselas y el Gobierno español.

Para los de Abascal, que desde un principio han remarcado la no subordinación a EE.UU., el daño a nuestro tejido rural e industrial lo provocan las legislaciones europeas como la PAC o el Pacto Verde. También la posición díscola de Sánchez con la Administración Trump. Con ello, asimismo, Vox marcaba perfil contra el PP.

Ortega Smith, vocal de la Ejecutiva de Vox, alerta: Si Trump decide imponerle a España unos aranceles que hacen daño a la economía, no podemos estar de acuerdo

La segunda, el reconocimiento expreso de que los aranceles pueden "hacer daño" a la economía española, tras semanas de presión pública, pero el sostenimiento de la tesis de que "el peor arancel es el de los burócratas de Bruselas". "Con Vox en el Gobierno sería diferente", siguen sosteniendo desde la dirección nacional. Sin embargo, los aranceles se plantean de forma similar para países como Italia, donde gobiernan Giorgia Meloni en coalición con Matteo Salvini. En la diana están el sector textil, el agroalimentario o el farmacéutico. Como ya publicó El Independiente, en el barómetro del CIS, un 63,1% de los que recuerdan haber votado a Vox en las últimas generales están preocupados y creen que el impacto arancelario será muy negativo. Son más de 1,9 millones de votantes.

Este miércoles, desde Valladolid, el jefe de la delegación europea de Vox, Jorge Buxadé restaba importancia a las opiniones de los críticos. "Me descojona. Seamos serios, quien pide esto es gente que ni es del partido [hay militantes de base, aunque la mayor parte han dejado de ser cargos públicos, quedan algunos]. Hay un líder internacional que ha estado en la conferencia conservadora más importante del mundo, que ha hablado ante los grandes políticos, que ha dicho que 'ojalá no se apliquen los aranceles', que tiene muy buenas relaciones internacionales, es el líder del tercer partido europeo". "Hacemos política responsable pensando en los españoles. Y no hay ni una sola coma que Vox haya cambiado desde el momento de su fundación", expresó Buxadé.

No obstante, salvando las distancias con los críticos, horas después el diputado por Madrid y portavoz municipal en el Palacio de Cibeles, Javier Ortega Smith advirtió del perjuicio que puede ocasionar ese seguidismo. Pidió a Bambú, donde es integrante del máximo órgano de dirección, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), que "no compre todas las políticas" de Trump, sobre todo si "hacen daño" al país. "Si Trump decide imponerle a España unos aranceles que hacen daño a la economía, no podemos estar de acuerdo", trasladó durante una entrevista en Onda Madrid horas antes de que se posicionara Buxadé.

El efecto de Ucrania

Ortega, que mostró su preferencia por Trump respecto a otros liderazgos "woke" y "globalistas", también alertó a Vox de que "no se podrá estar de acuerdo" con ningún plan en el que se decida "darle la espalda a un país europeo como Ucrania" si el beneficiado acaba siendo Vladimir Putin, ha quien definió como "tirano" y "un personaje muy peligroso que decide sobre otras naciones". Como también publicó este diario, según GESOP, en diciembre, el 51% de los votantes de Vox apoyaban el respaldo económico a Ucrania para su defensa. Durante su estancia en ECR junto a Meloni, el atlantismo de Vox no se ponía en cuestión. El paso a Patriotas, de la mano de Viktor Orbán ha generado dudas. Precisamente, el húngaro, en la cumbre de Madrid, rechazó el envío de dinero "a una guerra sin esperanza".

El respaldo a Trump en su política internacional ha sido claro ante pronunciamientos como el de la Franja de Gaza, que el magnate quiere convertir en un resort en Oriente Medio. Vox lo avaló de inmediato. También la apertura de negociaciones para la paz en Ucrania que en un primer momento dejaban a Volódimir Zelenski en un segundo plano. Es más, mientras se validaba a Putin, se llamaba "dictador" al ucraniano por seguir en el poder sin elecciones en plena guerra. Vox viene defendiendo que no hay movimientos de calado que reflejen que se va a dejar a Ucrania sola, a merced de Rusia, la potencia agresora. Se achaca más a una rencilla personal de Trump, transitoria.

En su reunión con Zelenski este viernes, Trump insistió en una posición de debilidad ucraniana, de aparente culpabilización por la guerra. "¡Sin nuestro equipamiento militar, habríais perdido la guerra en dos semanas! Deberías estar agradecido", le dijo Trump a su homólogo ucraniano, a quien calificó como "enterrado". De hecho se cuestionó a Zelenski. JD. Vance, el vicepresidente, le afeó el cuestionamiento de la posición de EE.UU. desde el propio Despacho Oval. Cualquier respaldo de EE.UU. a Ucrania parece ya estar condicionada por lo económico. De hecho Trump condiciona la cesión de parte de los recursos naturales de Ucrania como compensación por el apoyo económico prestado para seguir del lado de Zelenski. El dato real es menor de lo que estima Trump.

Trump pone a Zelenski en una posición de culpabilidad frente a la guerra, pese a ser Rusia la potencia agresora

Las sensaciones trasladadas después de la reunión son el de encerrona a Zelenski, el de una puesta en evidencia y humillación, asegurándole que sin EE.UU. no tiene nada. Desde Bambú vienen insistiendo en que Zelenski es la víctima, pese a que Trump da a entender lo contrario. Las reacciones trasladadas tras el encuentro con Trump dejan más dudas al respecto. Se hace hincapié en los ataques de líderes europeos a Trump, dejando a Zelenski en un segundo plano y lamentando que no haya habido un acuerdo obligado, sin asegurar condiciones para una tregua.

Pese a la batería de publicaciones del vicepresidente de Patriotas, Hermann Tertsch, defendiendo que Putin representa a "un régimen criminal" y que con él "ninguno de nosotros viviría como quiere", la posición del partido sigue siendo complicada. Se valida a Trump, que con su choque con el ucraniano aparentemente meditado, fortalece a Putin, para confrontar con Bruselas. Se deja, por tanto, al país del Este en un segundo plano. Estos equilibrios de Vox, sin tomar una postura clara, puede poner en peligro buena parte del electorado preocupado por Rusia, aunque desde el partido se niega que estén en posiciones pro Kremlin.

En Polonia, Ley y Justicia, homólogo de Vox y exsocio de ECR, se encuentra en una posición igual de complicada. Su carácter antirruso por el pasado de la ocupación comunista, choque de bruces con ese seguidismo de Trump. No ha habido mención alguna de Ucrania en las últimas fechas, pese a que desde el anterior Gobierno del PiS se apoyó explícitamente a Zelenski. Sin embargo, se apuesta por esa estrategia de Vox: señalar a Donald Tusk y a Bruselas para no tener que pronunciarse críticamente con Trump.

Dudan de la posición de Vox figuras que fueron clave en la pasada legislatura, como el general en la reserva Agustín Rosety. Ex patrono de Disenso, dejó la política por su avanzada edad manteniendo buenas relaciones con Abascal.

Se marchó del think tank por el rechazo que le generó el cambio a Patriotas, algo que ha desvelado en una entrevista reciente en el Diario de Cádiz tras dejar definitivamente el partido por los ataques recibidos en redes por cuentas que están vinculadas a Vox o indirectamente relacionadas con él. Ello tras publicar una tribuna cuestionando el giro prorruso de Vox. "En Vox ha crecido el autoritarismo y el dogmatismo". "A mí me parece bien que Hungría, en defensa de sus intereses, se acerque más a Rusia, pero nuestra posición geopolítica es claramente diferente a la de ellos. Ese cambio de grupo se aprobó sin que nadie en Vox nos consultara", señaló Rosety, que alerta a Vox de que las elecciones "se juegan y se tienen que ganar en España", no fuera.

Repercusión en la derecha

Por el momento, no hay datos sólidos que evidencien que a Vox le está perjudicando su posición tras un ascenso en las encuestas. Aunque un sondeo publicado por Target Point muestra diferencias en un mes: de un 15,5% del voto en enero, ahora al cierre de febrero Vox bajaría a un 14,2%.

La posición de Vox alerta al PP, especialmente en la política exterior. Un ejemplo es la crítica de FAES, que no está ya directamente vinculada a Génova, pero que aglomera al ala clásica más conservadora, con José María Aznar a la cabeza. Tacha a Vox como "quinta columna del Putin club", lo que le ha llevado a un choque con Disenso. Está por ver si eso dificulta la capacidad de llegar a futuros acuerdos con los populares, ello cuando Abascal, además, puja cada vez más al alza las condiciones para un entendimiento. El PP, a priori, creen que el seguidismo trumpista puede beneficiarles para recoger más electorado del mundo rural.

La apuesta de Abascal y Vox por la corriente trumpista pasa por el eje de los liderazgos, asumiendo que el PP cada vez tiene menos socios de calado a nivel internacional. Los más fuertes en Europa, Friedrich Merz en Alemania y Donald Tusk en Polonia. Por otro lado, se pone en valor el impulso entre el voto de los más jóvenes: en torno al 20-30% de los votantes de 18-24 años apuestan por Vox. A Feijóo no le interesa tanto la política internacional, y ven un problema la falta de incisión entre el electorado joven. El relevo generacional entre el electorado y una creciente polarización dan esperanzas en ese sentido a Vox.

La estrategia de Vox, alineado con ese trumpismo pasa por señalar al PP como actor del centroizquierda, que llega a acuerdos con el PSOE y comparte notable parte de su agenda. Se reivindica como auténtico partico conservador y defensor de las libertades, como la de expresión. La foto con Musk en la CPAC de Washington, en añadido, es otra apuesta de futuro para obtener un respaldo explícito en X de cara a unas próximas generales como AfD en Alemania. "Vox ganará las próximas elecciones", dijo.