Este martes se cumplen 21 años de los aciagos atentados del 11-M, que hasta ahora es el peor ataque terrorista que ha sufrido España en su historia. La explosión simultánea de diez bombas en cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid provocó 192 muertos y dejó más de dos mil heridos.
De las diez personas que en el juicio fueron declaradas integrantes de la célula terrorista y consideradas autores, sólo pudieron ser enjuiciadas dos, Jamal Zougam y Otman el Gnaoui, puesto que los restantes se inmolaron tres semanas después en un piso de Leganés, donde también murió un miembro del Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la Policía Nacional. Más de dos décadas después, la amenaza del terrorismo, en particular el de corte extremista islámico, sigue acechando tanto a nuestro país como al resto de Europa... y del mundo.
Así lo refleja el Índice Global de Terrorismo del Institute for Economics & Peace, que muestra que el terrorismo sigue siendo “una amenaza global persistente” que en 2024 experimentó una expansión geográfica, aumentando de 58 a 66 el número de países que sufrieron al menos un incidente de estas características. En concreto, en Europa, los ataques se duplicaron, pasando de 34 en 2023 a 67 en 2024. Además, señala al Estado Islámico (EI), que causó 1805 muertes en 22 países, como la amenaza más reseñable.
“La amenaza terrorista de naturaleza yihadista no ha desparecido. 21 años después sigue siendo la principal”, explica a este periódico Carola García-Calvo, investigadora del Real Instituto Elcano. Sin ir más lejos, España, en 2024, según los datos del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo, registró el mayor número de detenciones por yihadismo desde que hay registros: 81, en 49 operaciones. “La aproximación de prevención de España es una de las lecciones aprendidas tras el 11-M, y es lo que explica que sea uno de los países que más operaciones realiza”.
En el caso de España, según indica la experta, además de por la "lucha incesante" que como el resto de países de Europa desarrolla contra el terrorismo, las operaciones policiales para desarticular células se realizan mediante dispositivos especiales "en un estadio incipiente", sobre todo desde la reforma del Código Penal en 2015, en la que se modificó la ley para perseguir lo que en el preámbulo se define como "terrorismo individual", los comúnmente conocidos como lobos solitarios, que en la mayor parte de los casos actúan al margen de las organizaciones terroristas después de sufrir un proceso de radicalización en internet.
"Hoy hablamos de una amenaza muy diferente que cuando ocurrieron los atentados de Madrid", afirma la investigadora. En la actualidad, el peligro proviene de actores solitarios que actúan "auto radicalizados" y sin contacto previo con las organizaciones terroristas. No obstante, enfatiza que no se puede obviar, "como quedó claro en los atentados de Rusia [en referencia a los ataques que se produjeron en Moscú en marzo de 2023, cuya autoridad reclamó el EI], que ahora mismo la amenaza de la sociedad proviene de pequeñas células vinculadas a la provincia del Estado Islámico en la región del Jorasán, que ha sido capaz de infiltrar en Europa individuos de origen caucásico para tratar de cometer ataques".
Que no se haya vuelto a producir un atentado tan sofisticado como el del 11-M (al margen de los de Barcelona y Cambrils del año 2017, donde fueron asesinadas 16 personas) responde esencialmente al cambio en la dinámica policial, que se ha enfocado en tratar de detener a todo aquel que planee una acción terrorista, pero también al cambio de estrategia de las propias organizaciones terroristas. Según indica García-Calvo, Al Qaeda ha asumido una pausa y centra su actividad fuera de Europa, en contraposición al Estado Islámico, que sigue intentando actuar en occidente. "En vez de hacer llamamientos a hacer el califato en oriente medio, el Estado Islámico hizo un giro estratégico cuando animó a sus seguidores a atentar en sus propios países con los medios que pudieran”, subraya la investigadora.
No obstante, conviene no olvidar que España se encuentra en el nivel cuatro (sobre cinco) de alerta antiterrorista desde 2015. “Aunque ahora tengamos una sensación de cierta seguridad no podemos desviar capacidades. La amenaza está ahí. Hay que mantener altas las capacidades que ya hemos desarrollado desde el 11-M, es una amenaza cíclica y muy prevalente. Prueba de ello es que 21 años después seguimos hablando de ello”.
La amenaza del Sahel
El informe del Instituto ubica en la región del Sahel, en el centro de África, el epicentro del yihadismo, adónde se trasladó en 2019 tras la expulsión del Estado Islámico en Siria. El año pasado se registraron en esta zona más de la mitad de las muertes por terrorismo en todo el mundo, y el 19% de los ataques. Además, cinco de los diez países más afectados por el terrorismo se encuentran en el Sahel.
"Aún no vemos el salto a España, pero es cierto que algunas operaciones policiales empiezan a arrojar pistas sobre cómo podría producirse", advierte García-Calvo. El Sahel es una región convulsa y una prioridad estratégica para España y Europa, donde la amenaza para los intereses del continente en el Mediterráneo sigue aumentando. Desde la derrota del califato en 2019 en Oriente Medio, el yihadismo ha experimentado una 'africanización', impulsada por la inestabilidad, la crisis política y el impacto del cambio climático, que ha generado un caldo de cultivo propicio para que los grupos terroristas proliferen y siembren el caos y el terror.
En el continente africano está teniendo lugar una batalla geopolítica en la que Europa está perdiendo peso en detrimento de Rusia y China. "Tras la expulsión de Francia de la zona, la presencia europea ha quedado reducida y se ha desmantelado la arquitectura que se había establecido para luchar contra el terrorismo, un espacio que ahora está ocupando Rusia. China también tiene presencia, y su rol cada vez es más relevante en el ámbito de la seguridad global", explica.
Además, el organismo también destaca cómo Rusia está utilizando su influencia en la zona para debilitar a Europa, que tras el cambio de posición de la administración de Donald Trump respecto de la guerra de Ucrania, es su gran enemiga: "Las campañas de información rusas están influyendo activamente en el sentimiento en todo el Sahel, tanto hacia Rusia como hacia la antigua potencia colonial, Francia. El aumento de la influencia rusa ha ido acompañado de un aumento del sentimiento negativo hacia Francia en la cobertura mediática".
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