Del mar de jaimas a las mesas del Garibaldi, la taberna política fundada por Pablo Iglesias en Lavapiés y convertida desde hace un año en el cuartel informal de Podemos. Zarga Abdalahe se mueve con misma soltura por el local que por las precarias casas de adobe de los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf. Desde el verano está enrolada como encargada del bar aunque ella dice ser una más de una plantilla que no llega a la decena y que, entre conciertos y presentaciones, despacha enchiladas Viva Zapata y tacos Venganza de Moctezuma u ofrece tragos de Fidel Mojito, Ché daiquiri y Durruti Dry Martini.
Es una tarde tranquila en el Garibaldi. Zarga (azul, en hasanía, el dialecto saharaui) nos recibe en un rincón del establecimiento en el que cuelga un póster de Raffaella Carrà con una de sus frases: "Siempre voto comunista”. A su lado, ha colocado la bandera saharaui que pulula habitualmente por el local junto a la palestina. “A ver, con respecto a Podemos, yo trabajo aquí, pero soy durrutiana y anarquista. Con el único con el que podría llevarme bien es con el fallecido Durruti”, confiesa esta activista saharaui de 35 años. Su admiración por el leonés José Buenaventura Durruti, referente de la CNT asesinado a comienzos de la Guerra Civil española en el Madrid republicano, es una declaración tan directa como su carácter.
Por el cambio en el Polisario
No es el primer encuentro con Zarga. Han pasado cerca de tres años del primero. Sucedió en los campamentos de refugiados. Filóloga inglesa y madre divorciada, destilaba el mismo tono bajo la melfa (la túnica tradicional de las saharauis). “No quiero ser una fotocopia pequeña de los dinosaurios que nos gobiernan hoy”, lanzó en alusión a la vieja guardia del Frente Polisario. Sus declaraciones provocaron un pequeño seísmo entre los saharauis -con muestras de adhesión y rechazo- y acabaron llegando a oídos de Brahim Gali. “No se lo tomaron mal. Reconocen que hay que corregir cosas y agradecen esa voz crítica para que les pongamos las pilas”, desliza. Ella sigue viendo al Polisario como “una institución un poco carcomida”, necesitada de una renovación urgente.
- Y los dinosaurios siguen estando ahí…
- La transparencia es lo que tiene. Desde la firma del acuerdo de paz entre Marruecos y el Sáhara Occidental en 1991 vemos como hay una degradación de la propia esencia o de esa vela encendida por esos fundadores del Polisario. Por ejemplo, en un Ministerio de Educación pasan 4 años con un ministro y ese mismo ministro pasa luego a las carteras de Cooperación o Sanidad. Van como haciendo la ronda. El sillón ya está un poquito lleno de telarañas. En el último congreso se apartó a toda la representación de la sociedad civil de los campamentos. Antes, dentro de la Secretaría General del Polisario, había tres puestos para estudiantes, trabajadores y mujeres. Yo discrepo. Ése no es el camino sino potenciar la voz del sector civil porque son los que nos marcan el rumbo. Vamos a limpiar un poquito las telarañas y vamos a meter actitud joven y a mujeres porque es verdad que han trabajado por una cuota de participación femenina, pero es un 3%. Hay solo tres altos cargos. Si lo dejáramos a la elección popular, saldrían muchísimas más mujeres, entre otras cosas, porque antes de 1991 son ellas quienes construyen, gestionan la administración de todos esos campamentos y son los años de gloria de los campamentos. Tras el acuerdo de paz la figura masculina vuelve a tomar las instituciones. ¿Por qué no darle un poder mayor a las mujeres ahora?
A los políticos españoles les digo que no quiero lismonas ni que me vendan humo
El poder de las mujeres saharauis
- Con las mujeres os iba mejor…
- Desde luego. Soy feminista por haberme criado en una escuela de mujeres trabajadoras. Veía a mi madre cuando le tenía que dar el pecho a mi hermana pequeña. Después, se iba a hacer la vigilancia con su rifle e iba a dar clases. Una de las cosas por las que estoy muy agradecida al Polisario es la alfabetización. Todas aquellas mujeres que sabían leer y estudiar daban clases a otras. La educación y la sanidad son unos logros que siguen funcionando bastante bien. Soy fruto de ese campamento matriarcal. A mí me recogía una señora del cole con otros 10 niños, hacía los deberes con ella, me daba la merienda y luego venía mi madre a recogerme. Y si mi madre tenía turno de noche, yo dormía en una manta para todos con siete niños. Haber sido hija de estas mujeres iguales con los mismos derechos y deberes me hace seguir creyendo en que el papel de la mujer se tiene que resignificar en esta nueva etapa tras la guerra.
Zarga, desde su estancia temporal en el Garibaldi, reconoce observar “con nostalgia” los campamentos. “Y con un poquito de dolor. No lo veo con el romanticismo con el que suelen hablar muchos de los cooperantes o del mundo solidario cuando regresa a Europa. Tengo ganas de volver a coger el toro por los cuernos y a seguir luchando y acompañando a esas mujeres resistentes”, comenta quien retornó a los campamentos en 2016 tras años residiendo en España.
Fue entonces cuando se dio de bruces con la dura realidad de la hamada, uno de los lugares más inhóspitos del mundo y hogar forzado de los saharauis desde la ocupación del Sáhara, la antigua provincia española, por Marruecos en 1976. “Cuando volví, me di cuenta de la urgencia de formar a las generaciones futuras para llegar a esos puestos de poder, implicarse en la lucha y volver a reavivar esa ilusión de independencia y revolución”, señala Zarga. “Empezamos a trabajar temas de de género y cosas bastante sensibles, como podrían ser los hijos fuera del matrimonio y plantear incluso que podría haber un aborto si tenemos una violación. Cuando se ponían esos asuntos sobre la mesa, siempre tenían la misma excusa: había que esperar a la independencia. Pues perdónenme, pero los derechos humanos no esperan a una independencia. Es totalmente lícita y simultánea la lucha de los derechos de las mujeres y los derechos humanos con la independencia. No paran hasta que tengamos una independencia. Siguen coexistiendo”.
Los derechos humanos no esperan a una independencia. Es totalmente lícita y simultánea la lucha de los derechos de las mujeres con la independencia
Sostiene Zarga que su ambición no es ocupar los sillones sino permitir que se abran pasos cambios en una lucha por el fin de un destierro que este próximo noviembre cumple medio siglo, en mitad de la reanudación de la guerra y un estancamiento diplomático. “A estos líderes que tenemos les quedan 5 o 6 años. Y se marcharán. Lo que hay que procurar es no tener unas pequeñas fotocopias de quien se equivocó, de esos mencionados dinosaurios”, recalca.
- ¿En qué se equivocaron?
- No creo que se hayan equivocado sino que se han estancado; se han quedado a mitad de camino. Hicieron grandes cosas como crear la propia revolución, sensibilizar sobre la independencia y formar unas instituciones en un campamento refugiado que nace de la nada, pero después hay un camino de continuación y de cuidar a una generación que nace en ese campamento. Siempre le digo a mi padre: 'nos tenéis que transmitir el ansia de volver, porque vosotros tenéis el ansia de volver porque habéis perdido vuestras propias casas, a vuestros propios familiares, os separa un muro de 2.700 kilómetros minado con 3 millones de minas antipersona. Y lo entiendo. Pero a nosotros nos tenéis que transmitir esa lucha, ese amor, esa convicción. A esta generación nueva nos tenéis que dar herramientas, pero es que no nos dais ni paso, no nos dejáis ni opinar. Ésta es una lucha de generaciones. La parte gobernante dinosaura, como yo digo, tiene que dejarnos paso.
Para Zarga, el retorno al Sáhara -un territorio no autónomo y la última colonia de África- no es solo un derecho sino también una realidad aún posible “por mucho cambio de Sánchez y ruido de Trump y la propaganda del majzén [el círculo de Mohamed VI que gobierna Marruecos]”. “En qué afecta eso a la población nativa y en qué afecta al derecho internacional. No pueden cambiar nada. Esa baza ganada en derecho internacional no la puede cambiar nadie por muchas cartas que firme Sánchez y por mucho Pegasus que le chantajee”, replica. “Somos nosotros, la población nativa, la que tiene que decidir su futuro en un referéndum. Sánchez no puede ni tiene legitimidad para decidir si la población nativa es una comunidad autónoma de Marruecos”.
A esta generación nueva nos tenéis que dar herramientas, pero es que no nos dais ni paso, no nos dejáis ni opinar
La 'resistencia palestina' como referencia
- Pero el paso del tiempo es un enemigo duro…
- Desde la perspectiva humana, es triste y cansado esperar una decisión de la comunidad internacional durante 50 años. Lo que se perdió por la fuerza se tiene que recuperar por la fuerza. Nosotros hemos cumplido, pero en territorios ocupados se ha estado violando de manera sistemática.
- ¿Es posible ganarle a un país como Marruecos que se está armando aprovechando sus lazos con Israel o Emiratos?
- Sí. Es posible. Esta causa no muere. Una porque es justa, otra porque es honesta, otra porque es legal a nivel de todos los derechos. Nuestro futuro será como Palestina. Explotaremos una vez que perdamos vidas y empecemos a estar en los telediarios perdiendo vidas. No solo luchamos con Marruecos sino que luchamos contra todos sus aliados. Haber estado resistiendo durante 50 años y que todavía se siga hablando del Sahara, es una muestra de que de que esa voluntad de independencia no tiene caducidad.
Nuestro futuro será como Palestina. Explotaremos una vez que empecemos a estar en los telediarios perdiendo vidas
- ¿El futuro de los saharauis pasa por un modelo como el de Hamás?
- Estoy segurísima. Esa es la única alternativa y, de hecho, todo lo que está pasando en Palestina está siendo un ejemplo de manual para la lucha la lucha del pueblo saharaui. A nivel geopolítico. Israel está poniendo sus bases a tan solo 25 kilómetros de Argelia. Y unido a lo que está en pasado en Mali, Chad, Libia y Túnez… Cuando arda toda esa zona, el único beneficiado va a ser va a ser el pueblo saharaui. Hamás puede ser un referente sin el componente religioso. El Polisario nunca ha tenido esa iniciativa religiosa. Sus adeptos han venido por convicción y por militancia y por creer en la independencia, pero nada ligado a la religión. Nada tenemos que ver con el fanatismo religioso.
La “saharaui del Garibaldi” -como le llaman algunos de los clientes habituales del local- dice tener Madrid como el lugar de su catarsis. “Estoy en una etapa de reflexión. Cuando Zarga se quiere encontrar un poquito a sí misma, viene a su querido Madrid para tocar un poquito fondo y salir reforzada y con muchísima energía para volver a coger las riendas en campamentos”, esboza. Llegó a la barra del Garibaldi por un amigo y, desde entonces, entre plato y plato cuela en el menú su particular receta contra la desmemoria. “A los clientes les cuento que España tiene que ejercer su responsabilidad moral, política, ética, histórica con el Sahara Occidental. Somos tan pesadas y tan intensas que lo del Sáhara lo llevamos por todo el mundo”, dice entre risas.
Zarga no titubea cuando se le interroga por la política española. “Para mí lo que vale es la ciudadanía española, que es ejemplar y responde como un pueblo hermano. A nivel político, desgraciadamente el tema del Sahara es instrumentalizado y en eso englobo a todos los colores políticos. Sse instrumentaliza en época de campaña, pero cuando llega la hora de la verdad se olvida el tema del Sahara”.
- No confías en ningún partido
- No. El día que un partido político me ponga en su programa político el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática, creer en ese partido, porque eso es ir con el derecho internacional y eso es sí es responsabilizarse de tu error histórico, moral y humano. No quiero limosnas ni que me vendan humo.
- Entiendo que en esa desconfianza incluye a Podemos..
- Cuando vi a Pablo [Iglesias] por aquí por primera vez, le dije: 'Tienes una deuda con mi pueblo'. Pablo me respondió: 'Si tuviera a un exvicepresidente delante de mí, también le diría lo mismo. Sigue en la lucha y seguid resistiendo'. Le respondí: 'Hijoputa [sic] Esto no lo soluciona tu actitud. Él dice que las relaciones bilaterales entre Marruecos y España son competencias del presidente, pero en Vista Alegre se comprometió con la diáspora saharaui a reclamar el referéndum y el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Lo que pasa es que cuando llegamos al poder nos olvidamos. No entiendo esa línea frágil que va desde el ciudadano que sufragia en pro de la causa a luego quien gobierna. Se pierde total y absolutamente. En estos 50 años empezamos con las tradiciones de Felipe [González]…
- Y, si Podemos te llamara, ¿acudirías a la llamada para entrar en política?
- Por nada del mundo. Yo soy de mis mujeres de campamentos. No tengo ninguna aspiración a formar parte de ningún partido político español en este momento, porque en el abanico que se ofrece, no me siento representada por ninguno de ellos.
Tengo un gran interrogante, que es la trayectoria inicial de Dina
Una duda llamada Dina
Zarga, que ha logrado establecer una sección sindical de la CNT entre la plantilla del Garibaldi, participó en noviembre en una protesta saharaui frente a la sede del PSOE en Ferraz. “Tanto el pueblo saharaui como el español somos víctimas de la Guerra Fría y de los acuerdos con Estados Unidos. Después de González vino Zapatero y ahora son Planas y Albares. En el PSOE no tengo ninguna esperanza”, responde quien está convencida de que el régimen alauí se ha infiltrado en la política española. “Y no solo. También medios de comunicación españoles”.
- En Podemos hay una figura controvertida. Dina Bousselham, exasesora de Iglesias, rostro de su universo mediático y con pasado vinculado a un partido marroquí…
- Lo que puedo decir a día de hoy es que estoy a la expectativa. Como Marruecos y el majzén no deja de sorprender… Tengo un gran interrogante, que es la trayectoria inicial de Dina, vinculada al PAM [Partido de la Autenticidad y la Modernidad, fundado en 2008 por Fouad Ali El Himma, el más estrecho asesor de Mohamed VI]. A mí una persona que es capaz de estar con el PAM y después irse a lo que es la oposición más extrema me parece alarmante. Estoy a la espera. No tengo problema de reunirme con ella, como he hecho con otras marroquíes con las que he discutido. Algunas se han quedado con su rey y otras me han dado la razón.
Desconfiada con quienes dirigen su país de acogida e incluso con el partido político que se reúne en el Garibaldi, Zarga mantiene, en cambio, la esperanza de su causa, por muchos que sean los reveses y alargadas las sombras de su liderazgo. “Siempre la mantendré. Creo que me moriré sin ver la independencia, pero creo que la generación de mis hijas y la generación española que tiene la edad de mis hijas nos llevarán a esa independencia. La historia es cíclica y repite patrones. A los 100 años de equivocarse, llega la rectificación”.
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