Todavía es un pequeño goteo, como una lluvia fina, aunque en algunos momentos el agua caerá con mayor fuerza. Porque la idea de los estrategas de Génova es incidir cada vez más en los ataques contra Santiago Abascal y Vox a cuenta de su seguidismo de las políticas de Donald Trump y, colateralmente, de Vladimir Putin a partir de su alianza europea con el mandatario húngaro Viktor Orban en el grupo ultra Patriotas. Todo ello en mitad del debate sobre la necesidad de incrementar la defensa y seguridad europea.

Los populares creen haber encontrado una brecha por la cual Vox puede perder apoyos entre sectores donde tiene un gran predicamento, en concreto, en el sector agrario, ganadero y agroalimentario, directamente amenazado por la enloquecida política de aranceles del mandatario estadounidense. Además, las amenazas a Europa que presenta el ruso también serán convenientemente explotadas por el primer partido de la oposición en su pugna con este partido.

El movimiento arrancó hace un par de meses con una agenda de Feijóo cargada de actos en empresas del campo a raíz de los anunciados aranceles. Pero las alusiones se están convirtiendo en una constante también en otros escenarios "y habrá más", anuncian fuentes de la dirección nacional del PP. Hubo un tiempo que la estrategia pasaba por todo lo contrario, esto es, ignorar al partido de Abascal, eludiendo responder a sus ataques. Aunque entonces, como ahora, no dejaran de hablar con los voxistas en los territorios, bien para pactar en su momento gobiernos de coalición o, como ahora, su apoyo a los presupuestos de Valencia y, muy probablemente, de Murcia y Aragón.

Las encuestas vaticinan que el apoyo a Trump hace daño a Abascal

No deja de ser una estrategia bipolar, aunque los barones autonómicos insistan mucho en la necesidad de asegurar la estabilidad de sus respectivos gobiernos, casi como bien superior, independientemente de que el debate nacional vaya por otros derroteros. Pero quizá la razón última de este nuevo planteamiento haya que buscarla en las encuestas, las mismas que apuntan a que el seguidismo de Abascal del mandatario estadounidense les está haciendo daño.

Y es que por mucho que Abascal insista en el argumento de que España será víctima de dichos aranceles por las malas relaciones de Moncloa con la administración trumpista, -como si el inquilino de la Casa Blanca, no hubiera lanzado una especie de maldición urbe et orbi- una parte de su base electoral comienza a tener serias reticencias. El mismo CIS que suele estrellarse en sus vaticinios sobre el PSOE y el PP, sobrerrepresentando a uno e infrarrepresentando a otro, no suele equivocarse con Vox. Y su último barómetro, realizado a principios de este mes, arroja una tendencia a la baja de Abascal, que pierde 1,6 puntos con relación a febrero para situarse en una intención de voto del 11,7.

Ya en ese CIS de febrero y atendiendo al bruto de los datos, sin pasar por la cocina de José Félix Tezanos, el 63,1 por ciento de los que se declaraban votantes de Vox consideraban muy negativo el impacto de la política arancelaria de Trump.

'Aquelarre' ultra

Apenas una semana antes se había celebrado en Washington aquel 'aquelarre' ultra donde se pudieron ver muchos brazos alzados en el saludo fascista -que llegaron a ahuyentar a los de Marine Le Pen- y en el que, en cambio, intervino Abascal. Fue en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) donde se alineó más con Trump a pesar de sus amenazas contra la agricultura y la ganadería europea. Pero no sólo el CIS. También GESOP advirtió en diciembre pasado que el 51 por ciento de esos votantes abogaba por seguir apoyando a Ucrania y defender su integridad territorial, contra el criterio de aliados de Abascal como Orban, alineado a los intereses de Putin.

Feijóo aludió ayer a Vox tanto en su primera intervención como en la réplica durante del debate parlamentario en el que Pedro Sánchez explicó el contenido del último Consejo Europeo. Nada que, en todo caso, con la cantidad de tiempo que Abascal dedica a hablar del PP.  "Señores de Vox todos somos libres de tener las simpatías internacionales que consideremos oportunas. Yo tengo las mías, pero ninguna estará jamás por encima de los intereses de España", espetó a la bancada voxista. Y en la réplica respondió a Abascal que "decirme que soy un sanchista es reírse no sólo de sus votantes sino de todos los españoles".

El complicado equilibro entre intentar desgastar a Vox y pactar en las autonomías

Y el pasado lunes, ante el comité ejecutivo nacional de su partido, lamentaba ser el rival a abatir por todos, "de izquierda a derecha" con un Vox que "incluso nos ataca muchas más veces que el propio gobierno". Bien es cierto que, al tiempo, reclamó autonomía y libertad para establecer las alianzas políticas que considerase oportunas, sin complejos. Una afirmación que le volvió a situar en ese complicado equilibrio de marcar distancias con la formación política de la que dependen muchos de su barones territoriales.