A Aitor Esteban pocas cosas le motivan más que las minorías indígenas americanas. Las conoce bien: los sioux, los dakotas, los apaches, los cherokees… En más de una ocasión las ha visitado en sus reservas, ha convivido con ellas y ha indagado sobre su cultura y tradiciones. En su casa se cuentan por cientos los libros sobre ellos. Las paredes y estantes de la vivienda familiar muestran una larga colección de elementos: pipas, escudos, mazas, coloridos sombreros y plumas. En alguna ocasión ha hecho el paralelismo con las tribus americanas recordando que él también pertenece a una ‘minoría’, la vasca. Desde este domingo, de algún modo, se pondrá al frente de ella, al menos del partido que la gobierno. El PNV le proclamará hoy como su particular ‘jefe sioux’, su presidente hasta 2029.   

Pero Esteban sabe que en el frontón Atano III de San Sebastián esta mañana no habrá plumas, ni hogueras. Mucho menos danzas de alegría. Quizá ikurriñas y sonrisas y aplausos algo forzados. La ‘tribu’ que deberá liderar está dividida y desmotivada. Tomará el poder tras una despedida que se puede adivinar incómoda de Andoni Ortuzar. La bienvenida que él recibirá se prevé más bien incierta, una parte importante del partido no le apoyó y apostó por la continuidad de su predecesor. Uno y otro, Ortuzar y Esteban, intentarán escenificar una unidad que los últimos meses el PNV no han mostrado.

Hoy Ortuzar dirá adiós a doce años al frente de la formación. Lo hará con un discurso de despedida, el último como presidente y que no pocos escucharán con atención intentando interpretar entrelineas. Tras él, y con la ‘makila’ o bastón de mando ya en sus manos, el hasta esta semana portavoz en el Congreso se hará con el control pleno, el poder en Sabin Etxea. Lo ostentará para los próximos cuatro años en los que el PNV se jugará más que en los relevos anteriores en la cúpula del EBB.

El cambio en la presidencia del PNV no ha sido ni cómodo ni ilusionante. La inesperada irrupción de Esteban en la carrera por el control de la formación ha fracturado la organización entre los partidarios de uno y otro. Pero, sobre todo, ha consolidado la apatía, el mayor problema interno que a día de hoy padece el partido. El grado de participación en el proceso apenas ha sido del 15% de la militancia.

Recuperar la ilusión y confianza

La continuidad de Ortuzar no suscitaba ilusión ni confianza. Quien los últimos años llevó al partido al desgaste que hoy arrastra no parecía el indicado para sacarlo de ahí. La pérdida de 100.000 votos en los dos últimos procesos electorales –uno de cada cuatro- es el mayor daño. La mayor parte de quienes les retiraron el voto se fueron a la abstención. Para otra parte relevante de las bases lo que más inquietante es que tampoco Esteban logra ilusionarles. No en vano, ha sido la imagen, voz y negociador del PNV de Ortuzar en Madrid.

Aitor Esteban junto a su esposa, Itxaso Atutxa, en un acto de la Fundación Sabino Arana. / EUROPA PRESS

Levantar la moral y la movilización del partido es su primer gran reto. No le será fácil. Esteban pertenece a la misma generación que Ortuzar. Su trayectoria política ha ido paralela a la del hasta hoy presidente del partido. Ambos peinarán pronto 63 años. Ni uno ni otro representan el relevo generacional que el PNV justificó para relevar a Urkullu para que Pradales optara a la lehendakaritza. En no pocos sectores del PNV temen que Esteban pueda ser ‘más de lo mismo’ y que no se perciban virajes que permitan recuperar voto y ampliar el margen recortado por EH Bildu.

Esteban acumula toda una vida en puestos de relevancia. Fue presidente de las Juntas Generales de Bizkaia y durante las dos últimas décadas ha ocupado un escaño en el Congreso de los Diputados. Los últimos doce defendiendo las posiciones y mensajes del PNV que lideraba Ortuzar. Además, en su entorno familiar, de algún modo ha visto cómo se 'cocinaba' el control orgánico del partido en Bizkaia, el feudo del PNV. Su esposa, Itxaso Atutxa, ha ocupado la presidencia del partido en este territorio. Ella decidió dar un paso atrás y no optar a la reelección. Los críticos con los Atutxa-Esteban aseguran que ha sido el control del partido que ella poseía en Bizkaia la pieza clave para el éxito de la candidatura que hoy alcanza la presidencia.

La 'refundación' del PNV

Por el momento, Esteban apenas ha avanzado qué quiere hacer, cuál será su ‘modelo PNV’, los ejes de su liderazgo. Ortuzar le ha dejado sobre la mesa un proceso por un nuevo estatus vasco con PSE y Bildu que cree en encauzado y que puede dar un resultado “razonable”.

Será este domingo cuando se pronuncie abiertamente. Lo hará ante su hasta hace un tiempo gran amigo. Ortuzar le acusó de ambicioso y él le respondió incluyéndolo aún en su lista de amistades.

La IX Asamblea Nacional que este fin de semana cerrará el largo proceso de renovación de las direcciones. Hacía mucho que una asamblea no se celebraba con aires de ‘refundación’. El PNV sabe que está herido y que EH Bildu huele ya la sangre para arrebatarle el liderazgo.

Esteban deberá unir al partido primero en torno a su figura y después revisar el juego de alianzas. El riesgo de que el binomio tradicional PNV-PSE pueda debilitarse y abrir un nuevo ciclo de acuerdos en Euskadi, preocupa. Más aún cuando la moderación y la búsqueda de la centralidad y sintonía con el socialismo de EH Bildu ha llegado ya hasta las puertas del Palacio de La Moncloa. Una de las decisiones será qué rumbo poner, sí sólo hacia los dos años que restan de legislatura en Madrid o reorientar el rumbo ante un posible adelanto o cambio de inquilino en la presidencia.

Ejecutiva pactada

El nuevo PNV de Esteban se gobernará con una Ejecutiva pactada con Ortuzar. La cohabitación de las dos corrientes que estos meses se han disputada el falso relevo generacional podría ayudar a coser la herida. Hace sólo unos días que el propio Ortuzar reconocía que las cosas se podían haber hecho mejor, “pero por todas las partes”, puntualizaba. A días de abandonar el cargo y tras más de una década en él y tras haberse frustrado la posibilidad de un cuarto mandato, Ortuzar reconocía a ETB que él no tiene “apego al cargo” y que en realidad lo que ha sucedido es que su marcha atrás tras comprobar que la candidatura de Esteban era sólida “fue volver a la casilla de salida de mi decisión inicial, la de que había cumplido ya mi ciclo”.

Afirma que no se enfrentará a Esteban, que cuando acuda a las Asambleas lo hará como un afiliado más y sólo para hacer “mis aportaciones”. No ve muchas distancias entre Esteban y él, “representamos prácticamente lo mismo en la forma de entender el partito y la política”.