El gas es un ‘arma’ con la que quizá querría asfixiarnos. Por ahora la ha empleado más como estrategia para negociar y presionar a economías como la española. Desde el pasado día 9 la política de aranceles está ‘semicongelada’, paralizada durante 90 días en los que sólo regirá en sus niveles mínimos. Después, quién sabe. El plan anunciado se orienta hacia una reanudación de la fase de coacción y negociación. Con Europa ya lo había comenzado a hacer y el resultado parecía satisfacerle. Pero una cosa es querer y otra, poder. En realidad, Donald Trump no tiene el control pleno del gas que se produce en su país. Tampoco los gobiernos de los países a los que se exporta lo poseen. Quienes producen y venden y quienes compran son compañías privadas. Pero es innegable, la influencia que una regulación impuesta por un gobierno podría tener sobre el mercado en el principal mercado de gas mundial.

En la lluvia de anuncios arancelarios de los últimos días la energía había quedado fuera. Es uno de los pocos sectores que por ahora se ha librado de los impulsos impositivos de Trump. Sin embargo, el presidente de los EEUU ya ha dado muestras de que quiere emplear su peso y dominio en el mercado del gas y el petróleo como una herramienta con la que poder presionar y obtener beneficios con los que mitigar su enorme déficit comercial.

La ha llamado la estrategia del ‘dominio energético’: reforzar el peso mundial en el comercio del gas –y también del petróleo- y condicionar con ello a los países a los que provee. Ya en campaña anunció su intención de que EEUU incremente su producción de ambas fuentes fósiles. También que para ello recurriría a la recuperación del ‘fracking’, la técnica de perforación en busca de yacimientos prohibida en muchos países, entre ellos España.

En nuestro país la dependencia del gas y el petróleo que procede de los Estados Unidos se ha disparado en los últimos años. Cuando en los hogares, comercios e industrias españolas se enciende la calefacción, el agua caliente o la cocina a gas, lo hacen, en gran medida, gracias a un suministro energético llegado en barco desde los EEUU. Sólo el año pasado a nuestro país arribaron 47 grandes buques metaneros desde los EEUU. No son los únicos. En España el gas que se suministra procede de 14 países. Además de Argelia, Rusia y EEUU, en la lista se incluyen proveedores menores como Qatar, Congo, Angola, Nigeria, Noruega o Trinidad.

Compra de Gas Líquido de España a EEUU

La energía de los EEUU gana peso de año en año en el conjunto del mercado mundial. Sólo en la UE, el 45% de todo el gas natural licuado (GNL) adquirido el año pasado procedía de los EEUU. Y en España ese porcentaje tampoco deja de aumentar. En los dos primeros meses de este año Estados Unidos ha sido el principal suministrador de España, por delante del Argelia. Aportó el 31,8% del total de Gas Natural Licuado (GNL) -19.711 GWh- frente al 31,2% de nuestro históricamente principal proveedor, Argelia -19.307-. El año pasado las compañías gasistas españolas importaron más del doble de GNL de EEUU que de Argelia. En 2023 fue casi cuatro veces más.

GNL, el gas que llega en barco y supone el 62% del total

El peso que está adquiriendo el GNL, -procedente de países exportadores a través de buques metaneros-, supone ya casi el 62% del total del gas que llega a España. Actualmente sólo el 38% es gas natural que se suministra llega a través de gasoductos, principalmente desde Argelia. España es el país europeo con una mayor capacidad de recepción de GNL, gracias a sus plantas de regasificación –Barcelona, Huelva, Cartagena, Bilbao, Mugardos y Sagunto-. Comunidades como Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana y Murcia encabezan el consumo en España. Sólo entre estas cuatro comunidades demandan más de la mitad del total de gas que se consume en nuestro país.

Plantas que distribuyen gas no sólo para el consumo nacional sino también para el abastecimiento internacional, no en vano nuestro país es puerta de entrada de gas para otros muchos estados. Por eso España puede jugar un papel importante en este pulso energético que Trump ya está librando y en el que recurre al gas como baza de negociación. Ha planteado a Europa la posibilidad de aliviar la carga arancelaria en otros muchos sectores si incrementa la compra de gas estadounidense. Le ha puesto incluso ‘precio’: 350.000 millones de dólares más en gas.

Es el importe con el que aspira a relajar el abultado déficit comercial que arrastra. Esa cantidad supondría prácticamente tener que comprar más del doble de gas del que ya adquiere la UE a EEUU. Según Eurostat, el año pasado los 27 de la UE compraron 375.900 millones de euros en “productos energéticos” a EEUU. Por el momento, Europa ha abierto la puerta a elevar las compras, pero no en los niveles que reclama Trump. Las autoridades comunitarias le han recordado que quien compra no son los estados sino las compañías y que ahí el margen de decisión no depende de los dirigentes.

“Para comprarle por 350.000 millones de dólares de gas a Trump deberíamos dejar de comprar a los demás y eso es muy difícil. Además, EEUU ya no es un socio fiable. Después vendrían las cuestiones de cantidad, de condiciones, de inversiones, etc. Sería más sensato esperar. Una cosa es negociar y otra imponer”, asegura Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía y Clima del Real Instituto Elcano. Afirma que la posición dominante de los EEUU en el mercado no deja de crecer, “en marzo supero el 60% de las importaciones de la UE”.

"Quiere que entremos en pánico para negociar"

Escribano señala que para cubrir el déficit comercial de los EEUU, como quiere Trump, Europa debería multiplicar casi por diez la compra de gas “y no tenemos capacidad ni infraestructura para ello”. Considera que lo más prudente es “tener paciencia y no precipitarse”: “EEUU está esperando a que todo el mundo entre en pánico, haga una oferta a la baja y luego ese sea el punto de partida para la negociación. Es lo que ha pasado con Zelensky y el acuerdo por el mineral”.

En el sector gasista español por el momento prefieren esperar y guardar silencio. El mercado está revuelto y los anuncios de Trump se suceden en un carrusel de inestabilidad que no contribuye a una toma de decisiones calmada. El anuncio de ‘congelar’ los aranceles 90 días ha sido el último golpe.

Desde algunas de las operadoras de gas más importantes de España se llama a la prudencia. Aseguran que por el momento es pronto para adoptar decisiones y que es aconsejable esperar a que se asiente el contexto internacional. Recuerdan que, pese a que Trump pueda aspirar a incrementar su producción de gas, luego debe lograr “colocarlo en el mercado”: “Si no lo consigue, el precio cae. Por eso presiona para asegurarse la compra de más gas por parte de la UE y con ello ganar aún más peso en el mercado internacional del gas”, aseguran fuentes próximas a una gran gasista de nuestro país.

Fuentes del sector recuerdan que la incidencia de las políticas de Trump en el mercado es limitada. Subrayan que los estados no pueden “obligar a una compañía a comprar a EEUU” y que partiendo de esa premisa, las aspiraciones de Trump de disparar las compras de su gas parecen difíciles de cumplirse. Advierten, sin embargo, que, si bien el gas ha quedado fuera de los ‘castigos arancelarios’, si finalmente se aplican, indirectamente sí afectarán al mercado. El incremento de los aranceles dañaría la actividad industrial, que decaería, y con ella la demanda de gas, que también se vería reducida, “y en este contexto, ¿cómo se va a plantear la UE o una compañía incrementar mucho más la compra de gas los próximos años?”.

Menor demanda de gas

Otro de los elementos que cuestionan desde el sector es el riesgo de caer ahora otra dependencia. Hasta antes de la invasión de Ucrania la dependencia de Rusia demostró que era un lastre del que había que desengancharse, que Europa debía ganar mayor autonomía energética, “¿y ahora vamos a pasar de depender de Rusia a depender de los EEUU?”. A todo ello se suma no sólo la incapacidad de almacenamiento de Europa en esos volúmenes sino el impacto que tendría sobre otros proveedores con los que ya existen contratos a largo plazo.

La previsión es que la oferta de gas en el mercado sí pueda aumentar en los próximos años. En los EEUU el gobierno Trump quiere impulsarlo. Pero una vez más, serán las operadoras privadas de los EEUU las que deberán decidir si se embarcan en la instalación y desarrollo de proyectos de extracción, costosos y que requieren años de ejecución. Por ahora, el precio del gas está en caída. En sólo unos días de los más de 40 euros el MWh se ha pasado a una previsión a futuro de que caiga a los 32 euros en mayo. 

Otro elemento se une a la llamada a la cautela: la posible reducción en la demanda los próximos años. La apuesta europea y española por las energías renovables arrincona cada vez más el uso de energías fósiles como el gas. Pese a que por el momento sigue teniendo un peso determinante en el ‘mix energético’ español, la previsión es que en los próximos años la demanda de gas vaya reduciéndose. En el mix energético español las renovables representan ya el 56,7% del total de la energía generada. El gas sigue estando muy presente. Sólo los ciclos combinados que emplean gas supusieron el año pasado el 13,6% del total. 

Distintos portavoces de la UE ya han dejado claro que están dispuestos a favorecer un incremento de las compras de gas a EEUU, pero en porcentajes menores a los que reclama Trump. Elevar la dependencia de un solo suministrador no es buena idea, “hemos aprendido la lección”, aseguró el portavoz de energía de la UE, Jan Jorgensen. La dependencia de Rusia se logró revertir gracias al incremento del suministro de otros mercados como el de Qatar, Noruega y los EEUU. Hoy el gas ruso ha pasado de representar el 45% del suministro de la UE antes de la invasión de Ucrania a apenas el 13% actual.