El independentismo ha dejado al descubierto esta semana las costuras del complejo entramado ideado por el PSOE para que Pedro Sánchez pueda seguir ocupando la Moncloa. Apenas un día después de que el presidente en funciones asegurara que confía ser investido en "poco tiempo" tras el debate de "consumación" de la derrota de Alberto Núñez Feijóo, el Parlament votaba una resolución de JxCat y ERC en la que se comprometen a "no investir" a ningún presidente que no acepte "trabajar para hacer efectivas las condiciones para la celebración del referéndum".
"No hemos votado nada que no dijera el lunes" argumentaba después en los pasillos del Parlament el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. Se remitía a la intervención con la que abrió el lunes el debate de política general catalán, en la que advirtió que "la legislatura 2023-2027 debe ser la que permita a Cataluña fijar las condiciones para votar".
Pero el texto supone de hecho recoger la exigencia de Esquerra -sumar el referéndum a la amnistía para apoyar la investidura- para evitar verse superada por Junts, que ya se ha apropiado de la bandera de la amnistía, de la que Carles Puigdemont será el principal beneficiario. Aún no se había completado la investidura fallida de Feijóo y Esquerra y Junts mostraban ya la altísima complejidad del pacto de investidura que pretende el PSOE.
Batalla en el independentismo
Tanto, que desde Junts reconocían horas antes que tendrá que ser el PSOE quien encuentre el mínimo común denominador de las exigencias independentistas, porque no tienen ninguna intención de llegar a un pacto previo con ERC sobre el precio de la investidura.
De hecho, las dos resoluciones aprobadas por los partidos independentistas este viernes han sido excepcionales también para ellos. No tanto por su contenido como por el hecho de haber vuelto a poner de acuerdo a ERC, JxCat y la CUP. "Este posicionamiento del 52% es la anomalía cuando tendría que ser la normalidad de la legislatura" se lamentaba desde la tribuna del Parlament la portavoz de Junts, Mónica Sales.
La batalla en el independentismo es cada vez más descarnada. Y las votaciones del viernes volvieron a evidenciarlo. "El Govern ha perdido el 70% de las votaciones" apuntaba tras la sesión el presidente del Grupo de Junts, Albert Batet para destacar la soledad de Esquerra.
Pacto in extremis
De hecho, 24 horas antes de la votación de las resoluciones a favor de la amnistía y el referéndum, la dirección de Junts reconocía en privado que veía difícil alcanzar el acuerdo. Y barajaba la posibilidad de retirar sus propuestas en este sentido para evitar una derrota de la amnistía en el Parlament.
El problema, según Junts, era que el texto propuesto por Esquerra ponía al Govern al frente de las negociaciones para la investidura de Sánchez, pese a que Junts ha dejado claro que sus siete votos sólo los negocia Puigdemont.
El ex president fugado ocupa un papel central en las negociaciones de la amnistía que ha dejado a Esquerra en un rincón del tablero político. Y los republicanos se revuelven contra esa situación. Saben que si la amnistía sale adelante y Puigdemont regresa, será imbatible electoralmente en Cataluña, mientras Aragonès se desgasta al frente de un gobierno en minoría y sin conseguir rentabilizar sus pactos con el PSOE.
Enfado socialista
Este es el contexto en el que la tarde del jueves Junts y Esquerra llegaron a un acuerdo de mínimos sobre lo único que los une: la exigencia del referéndum. Un texto que hizo saltar todas las alarmas en las filas socialistas. Los negociadores del PSOE intentaron inicialmente restar importancia a la "gesticulación" independentista, pero al cabo de dos horas se veían forzados a un movimiento inédito en años: un comunicado conjunto PSC-PSOE para desmentir, sin mencionarlo, la opción del referéndum.
El viernes, antes de la votación, Salvador Illa protagonizaba una ronda completa por radios y televisiones para dejar claro que el referéndum es para los socialistas "un callejón sin salida". En privado, el líder del PSC no ocultaba su enfado por el texto de los independentistas. Y especialmente con Esquerra, a la que atribuyen la presión para subir la apuesta, fijando el referéndum como condición sine qua non de la investidura.
Los socialistas catalanes señalan a Bildu y el PNV como "ejemplo de responsabilidad" y lamentan el juego de apuestas en alza en el que vuelve a estar inmerso el independentismo catalán. Recuerdan que también el PNV y Bildu se están jugando el gobierno autonómico, pero no van a arriesgarse a unas nuevas elecciones que lleven a Vox al Gobierno.
Un enfado compartido por los negociadores de Moncloa, que el jueves habrían hecho llegar al propio Aragonès su incomodidad por el texto que horas después debía votar el Parlament. "Desde el PSOE llamaron a ERC, pero a nosotros nos llamó Junts" para dejar claro que ellos no pretenden añadir presión a las negociaciones, apunta una fuente del PSC.
ERC sube el precio
El comentario ilustra hasta qué punto se han cambiado las tornas en el bloque independentista. Esquerra vuelve a ser ahora la que eleva el listón de las exigencias al PSOE ante la posibilidad de un acuerdo con Puigdemont. Exactamente lo mismo que ha hecho JxCat durante los últimos cuatro años ante los avances conseguidos por los republicanos: desde los indultos a la reforma del Código Penal.
"Volvemos a las 155 monedas de plata" ironizaba un diputado este viernes en el Parlament, recordando el tuit con el que Gabriel Rufián dinamitó el acuerdo alcanzado por Puigdemont con el Gobierno -y el lendakari Ìñigo Urkullu como mediador- para disolver el Parlament y convocar elecciones el 27 de octubre de 2017. Presionado por Esquerra, Puigdemont optó finalmente por proclamar la independencia y fugarse a Bruselas.
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