Los catalanes acuden este domingo a las urnas para dirimir unas elecciones que han acabado convertidas en cosa de dos: Salvador Illa o Carles Puigdemont. Más independentismo o el "pasar página" del socialista, que busca avalar las tesis de Pedro Sánchez a favor de los indultos, la amnistía y la incorporación de los partidos secesionistas a la mayoría del Gobierno. El PSC pone a prueba la apuesta por la amnistía, Junts su incorporación a la gobernabilidad de España. Dos apuestas que son flagrantes incumplimientos de las promesas hechas hasta la noche antes de las últimas elecciones generales por los dos partidos.

Del resultado dependerá no solo el inquilino de la Generalitat, sino también la estabilidad del Gobierno. Y la photo finish tendrá muchos más matices que dilucidar, además de quién llega primero a la meta. Habrá que tener en cuenta si el independentismo conserva la mayoría absoluta en el Parlament; si esa mayoría incluye a la extrema derecha de Sílvia Orriols; o si los socialistas consiguen una ventaja suficiente sobre Junts.

También si la caída de ERC es de tal magnitud que los republicanos ven inviable apoyar un gobierno de cualquiera de sus dos rivales electorales y apuestan por una repetición electoral. O cómo se dirime la particular batalla entre PP y Vox por el liderazgo en el constitucionalismo de derechas. Muchas incógnitas a resolver.

El PSC contiene la respiración

Hay euforia entre los cuadros socialistas, que ven en el 12M la esperada oportunidad para volver a la presidencia de la Generalitat, tres lustros después. Pero en la dirección de la campaña contienen la respiración, tras una recta final de campaña en la que el lema de Salvador Illa ha sido: "a votar, a votar y a votar". Sin la movilización de ese gran volumen de indecisos que parece seguir por encima del 20% todas las previsiones se pueden ir al traste.

El PSC cerró este viernes una campaña sin aparentes errores, al margen de la intervención del líder sindical Matías Carnero, cuando respondió a Carles Puigdemont, en defensa de Sánchez, que "llorado se fue él en el maletero. Y no sé si cagado o meado, pero se fue a Bruselas". Pero no ha sido una campaña fácil.

El anuncio de elecciones coincidió con el estallido del 'caso Koldo' y la citación de Illa ante las comisiones del Congreso y el Senado, con Junts y ERC dispuestos a convertir las comparecencias en mítines de la campaña. Aunque la auténtica bomba que dinamitó el inicio de campaña fueron los cinco días de "reflexión" de Sánchez. Un anuncio que dejó en shock al PSC, pero finalmente ha servido para impulsar la campaña de Illa entre el electorado socialista más reacio a la amnistía.

Contra el PP y Vox todo es más fácil en el cinturón metropolitano de Barcelona, donde el PSC se juega las elecciones. Y la presencia abrumadora de Sánchez tras salir de su reflexión lo acredita, busca impulsar la participación de ese electorado. Desde la Feria de Abril al cierre de campaña en Barcelona, pasando por Sant Boi, Montmeló, Vilanova, Sánchez ha recordado a los votantes que lo mantuvieron vivo el 23J que la batalla contra el "fango" empieza el 12M en Cataluña.

La sombra de Trias y Collboni

En todos esos mítines Sánchez ha insistido en su "deuda" con el PSC. "Mi deuda con Cataluña y el PSC es eterna y será un enorme orgullo ver un nuevo president socialista al frente de la Generalitat" aseguró en Sant Boi, su primera intervención pública tras anunciar que se queda. Pero hace un año el PSC también estaba convencido de su victoria en Barcelona, y finalmente Xavier Trias se impuso a Jaume Collboni.

Entonces, los últimos sondeos daban un empate técnico entre ambos aspirantes a la alcaldía. Ahora, las encuestas oficiosas publicadas en medios internacionales y reproducidas en digitales catalanes muestran que Junts ha seguido creciendo y se situa ya a cinco escaños de los socialistas. Unos números que abren un nuevo quebradero de cabeza a los socialistas: la posibilidad de que el independentismo conserve la mayoría en el Parlament y Puigdemont, incluso en segundo lugar, arrebate la presidencia a Illa, como sucedió en 2021 con Pere Aragonès.

"Mi deuda con Cataluña y el PSC es eterna y será un enorme orgullo ver un nuevo president socialista al frente de la Generalitat"

Pedro Sánchez

Puigdemont ya ha advertido de que presionará a Sánchez para que el PSC se abstenga y permita su investidura, incluso sin mayoría independentista. Si no tiene la presidencia de la Generalitat, no tiene sentido sostener a un Gobierno del PSOE, ha advertido. Aquí entra en juego la experiencia de los últimos meses de negociaciones para la investidura de Sánchez y la posterior aprobación de la Ley de amnistía, en las que Junts ha doblegado repetidamente al PSOE. Pero también las promesas de Sánchez, la experiencia de Barcelona e incluso el recuerdo de José Luis Rodríguez Zapatero y José Montilla.

Un cercano colaborador del ex president socialista recuerda que "la única vez que oí gritar a Pepe" fue tras las autonómicas de 2006. Artur Mas había pactado con Zapatero que no se repetiría el tripartito, pero Montilla acudió a Ferraz para aclararle a Zapatero que "las decisiones de Cataluña se toman en la calle Nicaragua, no en Ferraz". A ese recuerdo se agarran ahora los socialistas para desmentir el temor, muy extendido, de que Sánchez ceda ante Puigdemont y obligue a Illa a una nueva retirada. "Se le está poniendo cara de Feijóo" no deja de repetirle Aragonès al candidato socialista.

Illa y Sánchez ¿y si solo puede quedar uno?

La campaña de Junts ha sido un éxito y se ven con capacidad incluso de superar al socialista, aseguran fuentes próximas a Puigdemont. Pero el ex president fugado sabe que son unas elecciones claves para mantener viva la bandera de la independencia, que les ha permitido controlar la política catalana durante una década, y lo ha convertido a él, personalmente, en la pieza clave de la política catalana.

De ahí que Puigdemont haya jugado todas sus cartas en esta campaña, desde los ataques al PSC y el recuerdo constante de su apoyo a la aplicación del 155 a la promesa de que dejará la política si no se hace con la presidencia de la Generalitat. Pero antes de esa renuncia, Puigdemont utilizará sus siete diputados en Madrid. Visto lo visto en los últimos nueve meses, la presidencia de Illa puede significar el fin de Pedro Sánchez en la Moncloa.

El sueño de muchos socialistas catalanes es una retirada de Puigdemont, aprovechando todos los beneficios de su oficina de ex president de la Generalitat, que permita a los antiguos convergentes volver al pragmatismo de Jordi Pujol y pactar con el PSC para gobernar juntos la Generalitat. Y no son pocos los cuadros de Junts que aceptarían la propuesta, siempre que el PSOE esté dispuesto a conceder una nueva financiación autonómica con la gestión de todos los impuestos.

ERC, ante el abismo

Si algo han dejado claras las encuestas de campaña es que el triple empate de 2021 se deshará, por lo menos, por la parte baja. Parece difícil que Esquerra alcance los 30 diputados que superó entonces -obtuvo 33 escaños- pese a los esfuerzos de Pere Aragonès por romper la polarización de la campaña con anuncios que han ido desde mejoras laborales para todo el funcionariado a la relajación de las restricciones por la sequía -avalada por las lluvias de esta primavera-.

Aragonès ha dejado claro que lo que pase en Cataluña ERC no condicionará los pactos en el Congreso. Pero no ha querido a comprometerse sobre la futura política de pactos de Esquerra en Cataluña, dando alas a la teoría de la repetición electoral. Un bloqueo que el propio Illa ha verbalizado en más de un debate para exigir a Aragonès, sin éxito, que se moje.

Fuentes republicanas no ocultan que el partido ya estudia ese escenario, y le ve al menos dos ventajas. En unas nuevas elecciones a celebrar en otoño Oriol Junqueras debería estar ya amnistiado, y reuniría las condiciones legales para ser candidato. Con una derrota de Aragonès como la que prevén las encuestas, el actual president no tendría demasiadas opciones para oponerse al líder del partido, que según algunos "ansía un cara a cara electoral" con Puigdemont.

Los republicanos confían además que una segunda vuelta desgaste el "efecto Puigdemont", con el líder de Junts ya instalado en España en una situación más o menos normalizada gracias a la amnistía. La repetición electoral desgastaría también al PSC y a Salvador Illa. Pero daría unos meses más de vida al Gobierno de Pedro Sánchez.