Cuando Oriol, Eduard y Mateu decidieron emanciparse de la cocina de El Bulli de Ferran Adrià escogieron un lugar y un nombre con los que dotar de sentido ese primer proyecto. El lugar era Cadaqués, quintaesencia de la Costa Brava y ese Mediterráneo preservado por la geografía del turismo de masas. El nombre, 'Compartir', un verbo que condensa su manera de entender la gastronomía como una experiencia, no solo para el comensal, sino también para todo el equipo que trabaja con ellos.
Tres lustros después, Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas eran coronados en Las Vegas como los responsables del mejor restaurante del mundo, Disfrutar. Un galardón que completa las estrellas Michelin y los reconocimientos culinarios que han hecho de Disfrutar un sueño inalcanzable para los impacientes. Todo vendido y sin opción de reservas hasta verano de 2025.
La alternativa para esos impacientes está en Cadaqués si hay ganas de compartir platos y experiencias. "El concepto es que todo es para compartir en el centro de la mesa", le advertirá su camarero antes de tomar nota. Se puede optar por un menú degustación o pedir a la carta, pero no es restaurante para los celosos de su plato.
El equipo
Un concepto que Oriol, Eduard y Mateu extienden al equipo de Compartir. "Trabajar en equipo, esforzarse a diario y disfrutar de la manera que tienen de entender la cocina y que tan bien saben transmitir" reza su web. Una política que corrobora Daniela Nieto, jefa de sala y primera sonrisa cuando entras en el porche convertido en la terraza de Compartir.
Tras cuatro años en el restaurante ampurdanés, Daniela puede acreditar que el cliente será atendido por un personal profesional. Todos han estudiado hostelería o restauración y hablan, al menos, español, catalán, inglés y francés. No en vano, el turismo francés es legión en la zona. También un equipo bien engrasado, en el que "todos lloran cuando dejan el restaurante", asegura.
Marc Llach es el jefe de cocina y el veterano en este equipo de 16 personas, además del responsable de llevar al plato las propuestas de los tres chefs del grupo. Unas propuestas desgranadas con una cadencia perfectamente calculada, con tempos de relojería suiza que empiezan por las horas de las reservas. Todo calculado para que cada plato llegue a su mesa cuando debe.
Las estrellas
Dos horas de experiencia culinaria que empiezan con su particular versión del cocktail de sangría y que puede encadenar, si opta por el menú degustación, hasta ocho platos, antes de llegar a los postres. Desde las sardinas marinadas con trompetas de la muerte, cebolla y zanahoria encurtidas al imprescindible canelón de atún rojo con sabores del Mediterráneo, uno de los clásicos de la casa.
Sin olvidar las anchoas de la Escala con requesón de leche de almendras, las Navajas con salsa de café, avellana y menta, o los Huevos a baja temperatura con carbonara y níscalos. Una propuesta de kilómetro 0 y cantidades modestas capaces de saciar al más hambriento. Daniela confiesa que solo una vez ha visto pedir un extra de arroces y postres. Se trataba, eso sí, de un grupo de jóvenes turistas alemanes con una capacidad de engullir inigualada hasta ahora.
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