Entrar en un jardín, en un oasis en el centro de la ciudad. Esa era la propuesta arquitectónica de Il Giardinetto, un templo destinado a dignificar la cocina italiana con una apuesta por el diseño que siempre fue el sello de la pareja integrada por Leopoldo Pomés y Alfonso Milá. El paso natural tras el éxito, casi inesperado, de la tortillería Flash Flash en aquella Barcelona que rompía el corsé de la España franquista con el impulso de una gauche divine dispuesta, sobre todo, a disfrutar y divertirse.
Todo empezó casi como un reto, con dos parejas quejándose de lo difícil que era comer una tortilla bien hecha fuera de casa, relata Poldo Pomés. "Lo que más le gustaba en el mundo era comer bien, lo segundo, comer aunque fuera mal" recuerda de su padre, el fotógrafo y publicista Leopoldo Pomés, para explicar su incursión inesperada en el mundo de la restauración.
"Todo estaba por hacer" en esa recta final de franquismo, y "ellos se atrevían con todo, tenían ilusión e ideas". Ideas que se concretaron en dos restaurantes a la medida de aquella Barcelona golfa, con cocina abierta pasada la medianoche y que se convirtieron también en punto de encuentro del mundo de la farándula y la cultura.
Los diarios del Giardinetto
50 años después, Il Giardinetto atesora historias y comensales ilustres. Tantas, que el editor Jorge Herralde, cliente habitual, no deja de pedir al maitre, Ángel Fernández, medio en broma medio en serio, que quiere ser el editor de sus memorias. Las memorias del restaurante de la gauche divine. Historias que el equipo del Giardinetto guarda con celo, conscientes que lo más valioso de ese enorme intangible que son cinco décadas de historia es saber callar una parte sustancial de esa historia.
Nada fácil para una sala que ha sido punto de encuentro de escritores y periodistas, arquitectos, diseñadores, músicos y actores. Desde Alejandro Sanz a Ignacio Martínez de Pisón, Bigas Luna, Isabel Coixet y David Trueba, la recientemente desaparecida Teresa Gimpera o Carme Elias. Sin olvidar a buena parte de las 'burbujas Freixenet', como Demi Moore, que Pomés ideó en los 80 como emblema publicitario de un cava entonces prácticamente desconocido.
Caí de rodillas
El propio Pomés, relataba cómo surgió la idea del Giardinetto en su libro No era pecado. Experiencias de una mirada. "En Barcelona, en aquel tiempo, los restaurantes italianos dejaban mucho que desear y a mí, personalmente, no me producían ningún placer especial". Todo eso cambió, sigue Pomés, "el día en que María Levi, la madre de Ricardo Bofill, me invitó a comer en su casa. Movido por mi entusiasmo, al concluir el plato de fettuccini al doppio burro que ella me había guisado personalmente, me levanté de la silla, me arrodillé y le besé las manos repetidas veces. A los dos meses le ofrecí dirigir un restaurante, y así nació Il Giardinetto".
Tenían el local, frente al Flash Flash, y el arquitecto Federico Correa se encargó del proyecto. Un espacio ideado por Correa como un jardín de castaños, imaginado durante un viaje por el sur de Francia, con destino a Comillas. El resultado fue un local tan único que sólo Il Giardinetto ha sido distinguido dos veces con el Premio FAD de Interiorismo.
El primero, en la inauguración del restaurante. El segundo, cuando los Pomés decidieron hacer una reforma en 2009 para abrir el local a la calle con un escaparate que se ha convertido en nuevo punto de encuentro del diseño. "Pero nunca hemos tenido la tentación de abandonar" la estética setentera del Giardinetto, advierte Pomés. Una estética al margen de las modas que conservan locales contados en la ciudad, como las coctelerías Dry Martini o Gimlet.
El local, de hecho, conserva el mobiliario diseñado ad hoc hace cincuenta años, como las sillas Salvador y Blanes realizadas por el recientemente fallecido Miguel Milá, el mismo tapizado de las paredes que el propio Correa costumizó con pequeños dibujos hechos a mano con un cúter y los techos pintados a mano.
Tampoco es fácil introducir cambios en un carta que tiene auténticos clásicos como los Spaghetti Sofía Loren, reconoce Pomés. Aunque los cambios son evidentes, tanto en la carta como en los horarios, que evolucionaron irremediablemente con la pandemia. Ya no hay cocina abierta hasta medianoche, pero sí copas hasta las dos de la mañana en su escaparate abierto a la calle.
Nunca hemos tenido la tentación de abandonar" la estética setentera del Giardinetto
Una cesión a los nuevos tiempos que ya no entienden del encanto que en su día tenía el aire casi clandestino del local cerrado que idearon Milá y Correa. El escaparate se ha convertido además en el nuevo reclamo del Giardinetto, que ha renovado así su romance con la vanguardia del diseño y la arquitectura. Instalaciones de Fernando Salas, Sandra Tarruella Interioristas, Antoni Arola, Curro Claret, Llamazares Pomés, Miguel y Gonzalo Milá y Oscar Tusquets han poblado este espacio.
Una cápsula reservada el próximo mes de septiembre para el Estudio Bofill, como homenaje a esos 50 años desde que María Levi convenció a Leopoldo Pomés de que la cocina italiana era mucho más que unos espaguetis mal cocidos.
María Levi no llegó a dirigir el restaurante, pero sí colaboró con Pomés en la creación del concepto de cocina. Levi se propuso dignificar el recetario clásico italiano. Se esmeró en que los platos, además de estar bien cocinados –todo un hito en la España de aquella época–, fueran sofisticados. Con estas premisas creadas por dos seductores natos, se creó una carta empeñada en cambiar la suerte de la cocina italiana en Barcelona, introduciendo la pasta fresca y lo que en ese momento fueron variedades novedosas, como los fettuccine o los delicados tagliolini.
Fiel a ese ideario sigue al frente del Giardinetto un equipo de larga trayectoria. Además del maître Ángel Fernández, en el restaurante desde 1986, el actual chef, Francis Santos, empezó como ayudante de cocina en 1988. Lis Medina atiende a los clientes en sala desde 2006 junto a Àlex Gracia, y Víctor Egea, Sufián Gull y Abdul Manaf, completan el equipo de cocina.
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